Opinión

¿Cuántas veces, Pedro?

Aldama, Aldama conoce los secretos. ¿Y si el recluso canta? ¿Y si toda la podredumbre emerge? Sánchez tiembla

  • Aldama, la pesadilla de Moncloa

Víctor Aldama se ha convertido en la criptonita de Pedro Sánchez. Su peor pesadilla, la antesala del templo de los horrores. Cuando le preguntan por él, guarda un sospechoso silencio, no responde, se hace el loco como si tal. Primero fue con Alberto Núñez Feijóo, hace dos semanas en el Congreso. "¿Podría decirnos de qué hablaron y cuantas veces se vieron usted y su mujer con Víctor de Aldama?" Ni flowers. Que si el PP no admite su derrota y que si el cohete, que si 'la jefa' (por Ayuso). Esta semana en Faro (Portugal), una periodista insistió en lo mismo. Ni palabra. Sánchez se llamó a andana y mantuvo su sepulcral silencio, con una obsesión delatora. Sus ministros también se espantan y farfullan idioteces si se les interroga. Óscar López, ese Demóstenes de baratillo que asumió de ministro para okupar RTVE y regalarle una tele a Prisa, esgrimía que "no tiene sentido esa pregunta" y se preguntaba si ha vuelto la Inquisición. Él sabrá, que es quien gobierna. María Jesús Montero, menos diestra en el arte del escaqueo dialéctico, se refugiaba en ese zarapastroso argumentario de 'un intento fake' de la ultaderecha por implicar al presidente del Gobierno en un asunto que nada tiene que ver con su gestión, su responsabilidad, etc...El sitio más peligroso del mundo se sitúa entre la vice-dos y un micrófono.

Fernando Grande-Marlaska, con un par de inocentes frasecillas, derribó el tabú y, de paso, puso en evidencia a sus compañeros y hasta al jefe de la banda. "Nunca me he reunido con él, ni he cruzado la mirada". Cruce de miradas, cómo suena eso. Dentro de su estilo escueto, de su austera expresividad, el titular de Interior no esquivó la respuesta. ¿Tan difícil es? Posiblemente para quien algo esconde. ¿Qué oculta el presidente? ¿Será cierto todo cuanto dice el informe de la UCO sobre Aldama? Este singular petimetre es el eje 'irradiador' en el que se cruzan todos los caminos de todas las tramas que acogotan al Gobierno. Todos los casos que ahora escrutan los tribunales concurren en él. O parten de él. Del enorme al minúsculo, de Air Europa a los teléfonos limpios ('móviles en B' o 'cafeteras') del comandante Villalba. Un rosario interminable de turbios episodios que hacen temblar los quebradizos cimientos del sanchismo, ya desportillados y en fase de demolición. 

Víctor Gonzalo Aldama, un tipo pinturero y graciosillo, de rostro ceñudo y algo desapacible, muy de derechas dicen sus coleguis, muy espabilado apuntan sus socios, se hacía pasar por nieto del marqués de Aldama, según contaba en virtuoso daguerrotipo Ángeles Escrivá. Sus proezas bien pueden figurar en la antología de la picaresca nacional o en un remake de Los tramposos, Toni Leblanc al frente. He aquí un detalle: intentó comprar el Córdoba futbolero mediante la ingeniosa tiquiñuela de disfrazar de jeque a un amiguete marroquí para consumar la estafa y revender el boniato luego a un árabe de verdad, y con dólares, al que ya tenía engañado. No coló, pero se quedó con el Zamora FC, con una directiva menos avivada, al que hundió. Su desarrollo profesional es tan virtuoso que debería figurar en el top diez de Linkedin y su presencia, entre los panelistas más requeridos en las escuelas de negocios. Su trayectoria se resume en una progresión inconcebible que va desde un hermano escolta que aterriza al servicio de Ábalos, hasta el rincón más íntimo y decisivo de la Moncloa, esto es, hasta el despacho de la esposa del presidente. Sólo Godoy 'el choricero' consumó proeza semejante.

Desde el enjundioso rescate de Air Europa, con aquella agitada jornada del 16 de julio de 2020 que a tantos espanta y a tantísimos señala, hasta el pelotazo de los hidrocarburos que lo ha enviado a la cárcel, donde ahora ve pasar las horas entre la desesperación y, quizás, las ansias de venganza

Este Aldama aparece en todos los escenarios de las andanzas trapaceras del narciso y su cuadrilla. Desde Koldo a Globalia; de la noche oscura del hotel de San Petersburgo con Begoña e Hidalgo hasta el pueblecito portugués de Elva con el hermanísimo; desde la escala del 'no viaje' de la visita de Delcy hasta los trajines del máster de la cónyuge y su padrino Barrabés; de las mascarillas truchas a los lingotes de oro de la vice de Maduro. Desde Moscú a Caracas, pasando por Dominicana. En todas partes dejó su huella, en todos los cofres metió la zarpa, de todas las escaramuzas sacó tajada. Desde el enjundioso rescate de Air Europa, con aquella agitada jornada del 16 de julio de 2020 que a tantos espanta y a tantísimos señala, en especial a Uno, hasta el pelotazo de los hidrocarburos que lo ha enviado a la cárcel, donde ahora ve pasar sus horas entre la desesperación y, quizás, las ansias de venganza.

Sánchez, el gran embustero, el mayor virtuoso de la patraña, enmudece cuando le mencionan su nombre. No será porque no tiene asuntos que le agobien. En los últimos días, por mencionar algunos mínimos retazos de su nada plácido presente, le persiguen las malas noticias: Las tres querellas contra el juez Peinado tumbadas por el TSJ de Madrid; el descarrilamiento del AVE en el corazón de Madrid al borde de la tragedia; los cien mil fachas en la plaza de Castilla, ese rincón de malos recuerdos para la imputada; el juez Moreno pide al Supremo que impute a Ábalos; el informe de la UCO le señala como 'el número 1' de la banda; el Supremo imputa al fiscal general del Estado, ese otro abogado defensor de la familia; Peinado admite el volcado de móviles y dispositivos de Barrabés; el número dos de la Policía pregunta a la UCO por los pendrive de Ábalos que acollonan al Gobierno; Morodo, el embajador de Zapatero en Caracas, se confiesa culpable y pacta el no ingreso en prisión; Marlaska, atosigado por las evidencias, miente durante dos horas en el Senado; Page le gana el pulso del Guantánamo en el aeropuerto de la Mancha; Bruselas estudia el asalto a RTVE y el cimbronazo del niño Errejón por presunto acoso sexual, la izquierda del feminismo hipócrita y el socio del Gobierno, en la escombrera. 

Los discos duros de Ábalos  y los móviles del pseudomarqués terminarán por desvelar los más oscuros rincones de la magna estafa. Sin descartar la posibilidad de que a Aldama, desde su triste mazmorra, le dé por el pacto y rompa su silencio

¿Cuántas veces, Pedro, te viste con Aldama? ¿Cuántas veces te pidió Begoña que te sumaras a las reuniones? ¿De qué se habló en esos encuentros? ¿Qué te pidieron? ¿Salió el nombre de Air Europa? ¿De Elvas?  Preguntas sencillas que animan a respuestas de carril. 'No lo recuerdo'. 'No me consta'. Decía Cicerón: "Si alguien no sabe fingir no sabe reinar". Sánchez finge bien, miente mejor, engaña como un campeón, esquiva la verdad con habilitad superlativa y se pasea por las contradicciones como Vini entre las defensas rivales. Entonces... ¿lo de Aldama? La respuesta, posiblemente, es tan inquietante que no quiere ni pensar en ella. Le aterra. Su problema es que los discos duros de Ábalos y los móviles del pseudomarqués terminarán por desvelar los secretos de la magna estafa, los oscuros vericuetos de la mafieta que se lanzó a por el tesoro de todos desde el primer día. Todo ello sin descartar la posibilidad de que a Aldama, desde su triste mazmorra, le dé por soñar con un futuro más acogedor si empieza a recitar todas las historias que para sí guarda. Y que quizás convertirían al presidente en su vecino de trullo y de desdichas. 

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