Anda Sánchez arremetiendo contra la justicia porque hay jueces que no le dan la razón con la manoseada ley de amnistía. Como sea que tengo al presidente por hombre culto, con carrera e incluso – dicen – un Máster, le presupongo cierto conocimiento sobre aquel gran político romano que fue Cicerón. Aunque sea economista, el presidente debe conocer el texto De Legibus donde el bueno de Marco Tulio dice Lex ratio summa insita in natura, quae jubet ea, quae facienda sunt, prohibetque contraria. Lo que más o menos traducido, significa “La ley es la razón suma enclavada en la naturaleza que ordena lo que debe haberse y prohíbe lo contrario”.
Efectivamente, uno de los mayores logros de la civilización es la creación de un conjunto de normas comunes a todos que deben cumplirse, garantizando así la igualdad de las personas. Sánchez, a quién el concepto de la ley y la independencia con que debe administrarse asegura, y con él los suyos, que el legislador está por encima de todo y que cualquier estupenda barbaridad que salga de un parlamento o un gobierno debe prevalecer sobre las leyes. Concepto muy caro a dictadorzuelos, marrulleros y gentes a los que lo único que les importa son sus trapacerías a despecho del mal social que puedan ocasionar. Dispensen otra cita clásica, pero Ovidio advertía que las leyes estaban para que el poderoso no pudiese hacer lo que le viniera en gana. De eso va el contencioso del gobierno con las togas. El presidente ha olvidado aquella frase a la que se ha recurrido tantas veces en política acerca de que las sentencias se acatan, aunque se esté en desacuerdo. Y embiste con furia contra los magistrados que dicen que no, que la ley de amnistía no vale, que hay muchas cosas discutibles, que no se puede aplicar a la brava porque existe algo que se llama ordenamiento constitucional, lo que como ustedes comprenderán al sanchismo se la trae al pairo puesto que no hay más ley que la suya. Su sentido de la cosa jurídica recuerda al conocido juez Roy Bean, la ley al oeste del Pecos: Biblia y soga. Bueno, Biblia no, que para eso son wokistas.
El presidente ha olvidado aquella frase a la que se ha recurrido tantas veces en política acerca de que las sentencias se acatan, aunque se esté en desacuerdo
Se comprende el afán colonizador del ejecutivo con respecto al CGPJ como en su día lo tuvo con el Constitucional. Le salen ronchas cuando un magistrado les afea su conducta con la Constitución en la mano. Porque siendo de mentalidad totalitaria no pueden aceptar que nadie esté por encima de su voluntad, deviniendo así en profundos antidemócratas que creen ocupar un escalón superior al del resto de sus compatriotas. Esto tiene un nombre: totalitarismo. Stalin o Hitler jamás creyeron que debieran someterse a ley alguna o que un juez pudiera decirles lo que era legal. Lo mismo que Pol Pot o Mao. Igual que Pinochet o Videla, o Castro, o Maduro, o Idi Amin. En lo tocante a la falta de respeto a la ley os anteriormente citados pensaban de igual forma. La ley soy yo, parafraseando al famoso L’État c’est moi de Luis XIV, y ya me la haré a la medida que no me gusta el prêt-à-porter.
Si no consigue acallar a la justicia y sus servidores, el proyecto político que encarna no tiene futuro. Está condenado a acabar en la nada porque fuera de la ley no existe salvación
Conforta saber que existen jueces honrados – la mayoría – que saben aquilatar lo que es ley de lo que solo es una espuria conveniencia política, obrando en consecuencia. Este es el más grave error de Sánchez. Si no consigue acallar a la justicia y sus servidores, el proyecto político que encarna no tiene futuro. Está condenado a acabar en la nada porque fuera de la ley no existe salvación. Quizá espera que, con el tiempo, el temporal amaine en los juzgados españoles a base de campañas intoxicadores como el patético intento de echarle basura encima al juez Peinado con la chorrada de los dos DNI. Ese es otro error. Porque, como decía el insigne dramaturgo inglés Thomas Middleton, la justicia podrá adormecerse un poco, pero al final acaba por ver las cosas claras. Y le cuesta ponerse en marcha pero una vez lo hace, es imparable
Talleyrand
Bien dicho. Una dictadura es un lugar donde la ley es la palabra del dictador. Lo escrito no vale nada. Los débiles y los que se oponen estan indefensos. Los propicios al dictador reciben favores y no se les aplica la ley. Que miedo da la España actual!
PASTEL DE CIERVA
El Personaje, aunque adulto, padece del Síndrome del Emperador o de tal narcisismo que ni la Constitución ni las Instituciones del Estado ni la prensa, en breve, suponen freno o límite a sus delirios de ostentación del poder,
Lareforma2024
En el caso de los ERE, no sé si la justicia es imparable. Mi impresión, lo está siendo. (Todos los tribunales intermedios, más el Supremo dijeron lo mismo. ¿Alguien puede decirme porqué se sigue llamando Supremo si se le puede descalificar?)