In illo tempore gobernaba las españas Felipe González con una mayoría decreciente desde los 202 diputados que consiguió en 1982, pero aún suficiente para no sufrir demasiados contratiempos parlamentarios.
González era -y es- un titán político, una fuerza de la naturaleza con tanto arraigo en la sociedad española que la derecha de aquellos tiempos, encabezada por un jovencísimo José María Aznar y sus enganches mediáticos de la época, se convenció de que era imposible que de forma natural perdiera una elección. Apoyados en el odio del nuevo líder del Partido Comunista de la época -el recientemente fallecido Julio Anguita- hacia el PSOE, su debilidad ante los halagos y su enfermiza querencia mediática, comenzaron a construir la estúpida idea de que en realidad el PSOE no era de izquierdas y que la única izquierda pura y sin tacha era la de Julio Anguita.
Anguita, subido a lomos de su propia soberbia, era incapaz de aceptar que todos esos artículos hagiográficos en ABC o en El Mundo y esas entrevistas-masaje en las radios de la derecha no eran debidas a su pronta llegada a la Moncloa ni a su florido verbo, sino a que era la marioneta más útil para conseguir dividir el voto del PSOE permitiendo que José María Aznar, él sí, llegase a la Moncloa.
Los 21 diputados de Anguita sirvieron para reforzar aún más al Gobierno del Partido Popular componiendo la lamentable estampa de una izquierda radicalizada, gritona y maximalista
El resultado, al que el PSOE también ayudó por su parte, es conocido: ocho años de gobierno del Partido Popular, los últimos cuatro de ellos con mayoría absoluta y el segundo mejor resultado de la historia del PCE y sus aliados; 21 diputados perfectamente inútiles para la izquierda en su conjunto pero utilísimos para la derecha ya que sirvieron para reforzar aún más al Gobierno del Partido Popular para componer la lamentable estampa de una izquierda radicalizada, gritona y maximalista, el estereotipo perfecto para ser utilizado por Aznar para asustar y movilizar en su favor a los votantes de centro y derecha.
Fue Alfonso Guerra quien una vez más dio con la frase que mejor definía a la Izquierda Unida de Anguita: "La izquierda que más gusta a la derecha".
Les suena, ¿verdad?. Pues volvamos al presente. Ya pueden ustedes quitarse esas horribles hombreras que se llevaban a finales del siglo pasado.
Abascal, al rescate de Sánchez
Miren ustedes por dónde, como dejó escrito Karl Marx en su -creo- mejor obra, llamada 'El 18 Brumario de Luis Bonaparte', "la historia ocurre dos veces: la primera vez como una gran tragedia y la segunda como una miserable farsa". Y nosotros vamos camino de la farsa.
Farsa, porque no se puede calificar de otra forma a que sea Santiago Abascal y su alegre muchachada de Vox quienes salgan al rescate -esta vez motorizado- de un Pedro Sánchez hundido por sus propios errores tras su peor semana en la Moncloa, permitiendo que se olvide el asuntillo ese del pacto con Bildu, la división de su Gobierno y la huida de sus socios espantados ante tanta mentira concatenada.
Al igual que pasaba con la izquierda dogmática, extremista y gritona de Anguita, que a pesar de que don Julio nunca se enterase de ello era el perfecto fantasma al que contraponer un Partido Popular que por entonces se reclamaba centrado con un Aznar que incluso hablaba catalán en la intimidad, lo mismo sucede con la derecha extrema de Vox en estos momentos, que se ha convertido en el mejor aliado para Sánchez e Iglesias.
Es su mejor aliado porque, como el famoso limpiador 3 en 1, es capaz de producir tres portentos con una sola manifestación, sobre todo si esta se produce al estilo de Pierre Nodoyuna, su perro patán y los autos locos:
- Divide a la derecha
- Cohesiona al votante de izquierdas ante un enemigo común
- Moviliza a todos los votantes de izquierdas, desde los más moderados a los más radicales, para que esos energúmenos nunca lleguen al poder
Un verdadero chollo.
Miren, la política no se construye en el vacío, hacen falta referentes a los que sumarse o con los que confrontar, y ayer la comparación de un Sánchez especialmente empático, tranquilo y presidencial, hablando de proteger, de cuidar, de dar seguridad... con los manifestantes de Vox armados de coche, bandera, grito, bocina y además sin mascarilla era de una potencia visual y política tal que si estuviéramos en campaña electoral, el PSOE estaría acariciando la mayoría absoluta.
Y lo más divertido es que los manifestantes y su entorno son tan dogmáticos y están tan ideologizados que son incapaces de ver que, como el PCE de Julio Anguita en su día, son un mero instrumento en manos de la estrategia y comunicación gubernamental.
Son lo que Alfonso Guerra llamaría “la derecha que más gusta a la izquierda”.