Opinión

Destino robado

Cómo seguir viviendo con la constancia de que te han robado un destino, a ti y a tu niño, una vida juntos

  • Bebés -

Era lunes por la tarde, el último del invierno y salí a pasear, a coger aire tras todo el día encerrada cambiando pañales. Me encontré el mar en calma y el cielo de un azul bebé hipnótico manchado solo por alguna nube blanca, esponjosa y alargada. En la luz dorada del horizonte se percibía la inminencia de la primavera. Tras un rato caminando, me senté en uno de los bancos del paseo a contemplar cómo el agua chocaba contra la orilla y se convertía en rugosa espuma tras el impacto. Me quedé absorta tratando de retener fuerte aquella imagen en la memoria para cuando tenga que imaginarla desde algún lugar sin acceso directo al océano. Porque hay privilegios que no duran eternamente y que quedan atrás como atrás queda la estación cuando parte el tren.

Así me sentí, privilegiada, al recordar, sobre todo, el rostro de aquella mujer que iba y venía de mi mente como las olas. Porque hay historias que flotan en una misma como nenúfares en el lodo. Y el caso de aquella joven -debía andar en la treintena- me atrapó desde el instante en que lo escuché aquel mediodía en boca de una periodista. Tres frases bastaron para que mi cuerpo reaccionara. Me recoloqué y me puse erguida en el sofá como si el sólo gesto bastara para escuchar y ver mejor.

Confieso que, en cuanto apareció la protagonista en la pantalla, sólo pude contemplar los tatuajes que tenía alrededor de un ojo y que trataba de esconder con un largo y rubio flequillo ladeado. “Cómo somos los seres humanos, cómo han educado nuestra mirada”, pensé. Porque no podía dejar de observarlos por si había algún mensaje en ellos. Pero, apenas logré vislumbrar lo que podía ser, tal vez, un rayo diminuto. Quizá me lo invento, ni siquiera lo sé. El caso es que tuve la sensación de que alguien -probablemente su abogada- le había aconsejado ocultar esas pequeñas manchas de tinta negra con el fin de suavizar el pasado y la imagen de una madre víctima de una terrible injusticia. Porque la única realidad es que, con tatuajes o sin ellos, eso es Yessica y nada más. Una mamá a la que le destrozaron la vida y le robaron el destino.

La denunciante -con antecedentes y problemas con las drogas- llegó a admitir después que todo lo que había dicho era falso, pero ya era tarde para remediar el daño. “Se le ha sustraído a su bebé en base a una serie de mentiras”, decía su abogada en televisión

En 2020, esta francesa vino embarazada a nuestro país de vacaciones. Sin embargo, una pandemia mundial que nadie previó, alargó su letargo más de lo previsto y la dejó atrapada en Granada donde dio a luz a su hijo. Cuando el pequeño tenía apenas veinte días, los servicios sociales se lo arrebataron de pronto, se lo quitaron en plena calle y lo entregaron a una familia de acogida. Una amiga con la que Yessica había discutido, denunció que la vida del bebé corría peligro con ella. Y así, con el dolor del parto aún latente y sangrante, con el ombligo del bebé todavía pinzado, con el cordón umbilical recién cortado… a aquella mujer le partieron algo irreparable: una vida con su hijo. Porque la denunciante -con antecedentes y problemas con las drogas- llegó a admitir después que todo lo que había dicho era falso, pero ya era tarde para remediar el daño. “Se le ha sustraído a su bebé en base a una serie de mentiras”, decía su abogada en televisión.

Cinco años lleva Yessica luchando para recuperar a su hijo. Son más de mil ochocientos días, con sus veinticuatro horas y con esas noches en las que los monstruos campan a sus anchas encontrando sustento en la oscuridad. Cómo serán para ella, me pregunto. Soy incapaz de ponerme en el lugar de esa mujer. En su cabeza. Qué sentirá. Cómo batallará con los dolores provocados por una ausencia forzada. Cómo seguir viviendo con la constancia de que te han robado un destino, a ti y a tu niño, una vida juntos.

"No busco dinero, no busco nada"

Apenas tres veces ha podido verlo en todo este tiempo. Debe ser como encontrarte con un extraño al que has parido. Mientras, ella no ha dejado de pelear y afronta sola una larga travesía judicial que ha llegado hasta un Tribunal Supremo que le da la razón, sí, pero que no le devuelve a su pequeño alegando que “ahora va a ser un perjuicio peor para el menor volver con su madre”. Toma ya. Y ¿qué hace una madre al escuchar esto? Añadir una cicatriz más a un cuerpo ya magullado y seguir, seguir pese a todo, pese a una justicia injusta, pese a un sistema que le ha fallado una y otra vez. “No busco dinero, no busco nada, sólo quiero recuperar a mi hijo”. Lo expresaba como podía ante la cámara, con un español que delataba su origen francés. Su caso está ahora en manos del Constitucional. “Tengo el corazón completamente roto”. Ojalá alguien pueda por fin recomponerlo más pronto que tarde, aunque el tiempo perdido jamás retorna.

Con la historia de esta madre en mente volví a mi encierro tras el paseo. Entre pañales y virus varios de guardería. Bendito encierro. Un destino elegido, no robado.

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