Opinión

El crimen de Magdeburgo

Abdulmohsen no se parece a los jóvenes yihadistas que atentan en Europa

  • Así cayó el terrorista del atropello criminal de Magdeburgo

El día 19 se cumplieron ocho años del atentado en el mercado de Navidad de Berlín, pero nadie se acordó salvo quizá sus víctimas. Ocho años es suficiente tiempo como para que hasta los sucesos más trágicos se olviden. De 2016 a 2019 hubo en Europa varios atentados mediante la técnica del atropello, algo que era relativamente habitual en Israel, donde llevan años coleccionándolos. El primero de ellos tuvo lugar en Tel Aviv en 2001, cuando un terrorista palestino arrolló una parada de autobús llena de gente. En los años siguientes hubo algunos más tanto en Tel Aviv como en Jerusalén, y en 2016, en plena expansión del Estado Islámico, esta modalidad de atentado llegó a Europa.

El primero de ellos fue en el verano de 2016 (el 14 de julio exactamente) en el paseo marítimo de Niza. Los nizardos venían de contemplar los fuegos artificiales que se lanzan cada año para conmemorar la toma de la Bastilla y paseaban por el paseo marítimo. Un tunecino de 31 años robó un camión y embistió con él a la multitud ocasionando 87 muertos y más de 400 heridos. El terrorista fue abatido por la policía. El segundo atentado fue el de Berlín coincidiendo con las Navidades. El 19 de diciembre otro tunecino de 34 años llamado Anis Amri (un refugiado que había entrado en Europa cinco años antes por Italia) robó un camión con matricula polaca, mató al conductor y se dirigió al mercadillo donde avanzó unos 100 metros llevándose por delante varios puestos y a los asistentes. Mató a 13 personas y dejó más de 50 heridos. Pero Amri consiguió huir, abandonó Alemania y fue abatido en un enfrentamiento con la policía italiana en Milán nueve días más tarde.

Tras los atentados de Niza y Berlín se produjeron más. 2017 fue el año de los atropellos. Hubo dos en Londres, uno en marzo en el puente de Westminster y otro en junio en el London Bridge, en este último fue apuñalado el español Ignacio Echeverria, todo un héroe que trató de detener a los tres terroristas con la tabla de su monopatín. En Estocolmo hubo otro ataque en abril con cinco muertos y en Barcelona y Cambrils otro más en agosto con 24 muertos y 150 heridos.

Hasta las ciudades se han adaptado. Hoy es difícil encontrar en Europa una calle peatonal que no tenga bolardos a su entrada. Son bolardos de gran tamaño, no como esos que se emplean habitualmente para evitar que los automovilistas aparquen subiéndose a la acera

Fue a raíz de los atentados de 2017 cuando las autoridades europeas empezaron a tomarse en serio esto de los atropellos masivos. Algo relativamente fácil de llevar a cabo. Con un atropello, el terrorista puede causar mucho daño a un coste bajísimo, le basta un vehículo propio, alquilado o robado y dirigirse con él hacia una calle o una plaza concurrida. La policía de toda Europa extremó la vigilancia de las comunidades musulmanas en busca de individuos que estuviesen radicalizados o de imanes que animasen a eso mismo. Ese trabajo preventivo, que nadie ve pero que es fundamental, es el que posibilitó que desde 2019 desapareciesen los atentados por atropellamiento en Europa. El último fue en 2020 en la localidad de Colombes, a las afueras de París, cuando un islamista francés de origen marroquí atropelló a tres policías.

Que desde entonces no se hayan producido atentados de este tipo no ha hecho bajar la guardia a la policía, especialmente en acontecimientos señalados como, por ejemplo, las olimpiadas de París de este año, para las que se previó un dispositivo de seguridad inmenso. Hasta las ciudades se han adaptado. Hoy es difícil encontrar en Europa una calle peatonal que no tenga bolardos a su entrada. Son bolardos de gran tamaño, no como esos que se emplean habitualmente para evitar que los automovilistas aparquen subiéndose a la acera. Se trata de obstáculos de hierro u hormigón de grandes dimensiones dispuestos por lo general en zigzag para obligar a los vehículos a detenerse y a hacer una maniobra.

Los carnavales, festividades patronales, grandes eventos deportivos o mercadillos de Navidad son objeto de atención prioritaria para las autoridades. Desde 2016 en Alemania todos los años la policía vigila los mercadillos navideños, que son toda una tradición (y un reclamo turístico) en aquel país, y que congregan a millones de personas. Los alemanes, conscientes del peligro, se habían acostumbrado a ver bolardos y unidades de la policía patrullando. No sabemos cuántas víctimas ha evitado esa labor silenciosa de prevención y vigilancia, pero seguro que han sido muchas. Si el terrorista ve que aquello está lleno de agentes y que no podrá acceder al mercado por los bolardos se lo pensará. A fin de cuentas, su intención es causar víctimas mortales y, en la medida de lo posible, poder huir. En ningún mercado de Navidad es sencillo conseguir ambos objetivos.

Nada más conocerse el nombre y la nacionalidad se pensó que se trataba del enésimo atentado islamista, pero Abdulmohsen no se parece a los jóvenes yihadistas que atentan en Europa, ni por la edad (tiene 50 años), ni por las motivaciones que, según dice, le empujaron a atentar

Por eso el atentado del sábado pasado sorprendió tanto. Un vehículo BMW se precipitó en el interior del mercadillo de Magdeburgo, una tranquila ciudad de Sajonia Anhalt, y recorrió unos 400 metros arrollando a todo el que se encontró en su camino. Como siempre sucede en estos casos, el atentado se concretó de forma muy rápida, apenas unos minutos, al término de los cuales cinco personas yacían muertas sobre el pavimento y se contabilizaban más de 200 heridos, 41 en estado muy grave en el hospital.

A diferencia de lo que pasó en Berlín hace ocho años, esta vez la policía detuvo al conductor en el lugar de los hechos. El sospechoso es un ciudadano saudí llamado Taleb Al Abdulmohsen, un psiquiatra que llegó a Alemania en 2006 y al que se le concedió asilo diez años después. Nada más conocerse el nombre y la nacionalidad se pensó que se trataba del enésimo atentado islamista, pero Abdulmohsen no se parece a los jóvenes yihadistas que atentan en Europa, ni por la edad (tiene 50 años), ni por las motivaciones que, según dice, le empujaron a atentar.

Taleb Al Abdulmohsen nació en 1974 en Hofuf, una pequeña ciudad de mayoría chiita cercana a la costa del golfo Pérsico. Estudió psiquiatría y en 2006 con 32 años emigró a Alemania, donde consiguió un empleo de médico en prácticas. Diez años más tarde solicitó asilo y le fue concedido. El motivo que arguyó fue que si le devolvían a Arabia Saudita le condenarían a muerte por apostasía. Desde 2011 hasta principios de 2016, Abdulmohsen vivió en Stralsund, en el Estado de Mecklemburgo-Pomerania Occidental, en la costa del Báltico, donde realizó parte de su formación profesional. En 2013, pocos días después del atentado en la maratón de Boston, amenazó al Colegio de Médicos del Estado con un atentado durante una discusión sobre los resultados de los exámenes de su formación profesional. Se realizó un registro en su apartamento, pero la policía no encontró ninguna prueba de que estuviese preparando un atentado. Ese mismo año, un Tribunal de Rostock le impuso una multa por amenazas. En enero de 2014, se presentó en la oficina local y pidió un subsidio amenazando con un atentado suicida si no se lo daban. La policía volvió a intervenir para evaluar la amenaza, pero no encontró nada. Dos años más tarde solicitó formalmente el asilo político.

'Merkel quiere islamizar Europa'

A partir de ahí comenzó una carrera de activista anti islámico. Creo una página web (wearesaudis.net), un foro dedicado a prestar asesoramiento a saudíes que quisiesen huir del país y establecerse en Alemania. Concedió algunas entrevistas a medios alemanes informando de su actividad. En 2019 al Frankfurter Allgemeine le dijo que era un crítico del islam. Abrió también una cuenta en Twitter en la que tiene casi 50.000 seguidores. Su imagen de perfil es una ilustración y la fotografía superior muestra un fusil semiautomático. La descripción de sí mismo dice lo siguiente: “Oposición Militar Saudí. Alemania persigue a las mujeres saudíes que buscan asilo, dentro y fuera de Alemania, para destruir sus vidas. Alemania quiere islamizar Europa”. No hay pruebas de ninguna de las tres afirmaciones y las dos últimas son falsedades. Alemania no persigue a mujeres saudíes y su Gobierno no quiere islamizar Europa.

A raíz de estas actividades, el Gobierno saudí reclamó a Alemania su extradición acusándole de terrorista y de tráfico de personas, pero las autoridades alemanas la denegaron arguyendo que en aquel país no existe Estado de Derecho y seguramente le ejecutarían. Entretanto consiguió un empleo de psiquiatra en la prisión de Bernburg para atender a reclusos toxicómanos.

En X tenía mucha actividad. Compartía contenido de usuarios cercanos a AfD o directamente de políticos de AfD, hacía lo mismo con otros usuarios influyentes de la derecha alternativa estadounidense. En una ocasión llegó a afirmar que Angela Merkel merecía ser ejecutada por promover un "proyecto secreto criminal para islamizar Europa”. Una semana antes del atentado concedió una entrevista a una fundación de derechas estadounidense llamada Rair Foundation. En la entrevista acusó al Estado alemán de llevar a cabo una “operación secreta encubierta” para “exterminar” a los ex musulmanes sauditas en todo el mundo”, mientras que los yihadistas sirios recibían asilo en Alemania.

Se ha hablado en los últimos días de que Abdulmohsen es realmente un islamista radical que se ha valido de la conocida como “taqiyya”, un concepto de la jurisprudencia islámica que permite a los musulmanes, bajo ciertas circunstancias, ocultar sus verdaderas creencias religiosas

En mayo de 2024 escribió que esperaba morir este año. La razón que daba era que garantizaría la justicia a toda costa ya que, según él, las autoridades alemanas “están obstaculizando cualquier camino pacífico hacia la justicia”. En otras publicaciones de diciembre de 2023 y mayo de 2024 anunciaba atentados. Las publicaciones fueron denunciadas por los usuarios y eliminadas de la plataforma. El día del ataque publicó varios vídeos. En uno de ellos, decía que la nación alemana era responsable del asesinato de Sócrates. Hacía también responsables a los ciudadanos alemanes de la persecución que sufría en Alemania por “la historia de una memoria USB” robada de su buzón.  En el mismo vídeo completaba la ración de disparates asegurando que “la policía misma son los criminales. En este caso, considero a la nación alemana, a los ciudadanos alemanes, responsables de lo que está por venir”.

Vistos los precedentes es lógico que la fiscalía alemana haya revelado que los motivos de su atentado parecen confusos. Quedan, por lo tanto, en el aire muchas preguntas. Se ha hablado en los últimos días de que Abdulmohsen es realmente un islamista radical que se ha valido de la conocida como “taqiyya”, un concepto de la jurisprudencia islámica que permite a los musulmanes, bajo ciertas circunstancias, ocultar sus verdaderas creencias religiosas o cometer actos que normalmente serían considerados pecaminosos. Se pueden acoger a ella si están bajo amenaza de muerte, persecución, o cualquier otra forma de daño grave. Pero no se han encontrado una sola prueba que le vincule con el extremismo islámico ni en Alemania ni en Arabia Saudita.

No es precisamente un jovenzuelo. Las autoridades saben de él desde hace 18 años y ha tenido varios encontronazos con la policía y los tribunales. Los defensores de esta teoría arguyen que cuando fue detenido exclamó “Allahu Akbar” (Alá es grande), una frase que los musulmanes emplean en distintas circunstancias, tanto religiosas como cotidianas para expresar reconocimiento, celebración o para expresar desconcierto. Los cristianos también se valen de expresiones de origen religioso para expresar turbación: los angloparlantes dicen “oh my God”, los franceses “Mon Dieu”, los alemanes “Mein Gott”, los hispanos "Dios mío" o "La Virgen", los italianos dicen "Madonna". En definitiva, que decir “Allahu Akbar” en un momento como ese no es sinónimo de que sea un terrorista islámico.

El efecto en la campaña electoral

Otra posibilidad es que se trate de un perturbado de natural violento que se obsesionó con la política. Se sabe, por ejemplo, que era de carácter retraído y que tenía problemas con todo el que se relacionaba. No se le conoce familia y de todas las organizaciones de ayuda a los refugiados saudíes y musulmanes apóstatas en la que militó salió de muy mala manera, con enfrentamientos verbales y amenazas hacia sus integrantes.

Habría también que plantearse las consecuencias políticas. Hay elecciones federales convocadas para el próximo 23 de febrero y, aunque el trasfondo es más económico, la cuestión de la inmigración y de la seguridad ciudadana es un tema que preocupa mucho a los alemanes. En agosto se produjo un apuñalamiento en Solingen en el que fueron asesinadas tres personas, y en mayo otro en Mannheim en el que murió un policía. El primero lo realizó un inmigrante sirio pendiente de deportación y el segundo un refugiado afgano. En AfD, que espera cosechar buenos resultados, están utilizando estos temores en su beneficio. No termino de ver que esto de Magdeburgo vaya a influir en las elecciones. Están en plenas navidades y la campaña ni siquiera ha arrancado. Muchas cosas pueden suceder en estos dos meses y el historial de Abdulmohsen no se presta a que AfD lo emplee como gancho ya que, según se extrae de su perfil público, simpatizaba con ellos.

Lo más probable es que se olvide, como se ha olvidado lo de Solingen, que sucedió hace sólo cuatro meses. Nos queda, eso sí, saber qué pasaba por la mente de Abdulmohsen para perpetrar semejante crimen, pero para eso tendrá que pasar mucho más tiempo.

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