Opinión

Es un país para farsantes

Guapo y trolero. Así los quiere la izquierda. La corrupción no castiga a las fuerzas del progreso

  • Sánchez, la trola como forma de gobierno (y de vida) -

En el jueguecito proustiano que con el que Javier Aznar enreda a los visitantes de su post, plantea la disyuntiva detesto/me gusta, que no deja de ser un topicazo pero que invita a ideas sugestivas, según el ingenio de cada cual. Por ejemplo Lluís Bassat, gran publicista, dibujaba en sus respuestas lo que podrían ser las dos claves que han hecho del sanchismo un fenómeno inaudito, casi imbatible, que arrancó por sorpresa y cuya extinción resulta incierta. 

Decía Bassat, en el apartado 'detesto', que lo que más odia en la vida es la mentira porque “tanto en publicidad como en la vida, puede servir para vender un día, pero no más". Eso de que la mentira tiene las patas muy cortas. "Lo más importante en la vida es la verdad". Todo el mundo miente. La verdad constriñe y la mentira abre posibilidades. Decir siempre la verdad resulta en ocasiones molesto para quien la escucha, incluso hay momentos en los que puede rozar el sadismo. No se puede ir diciendo toda la verdad todo el tiempo a todo el mundo. La verdad os hará libres, ya, pero según y como. No estamos preparados para el bombardeo constante de verdades.. De ahí ese fantástico invento de la mentira piadosa, que suena a truco de convento pero que amaina conciencias y hasta salva la convivencia. 

Distinto es el engaño, que es la variante culposa de la mentira en la que abunda Pedro Sánchez. El engaño va mucho más allá de la mentira. En el engaño hay ánimo de manipulación, de inducir al otro a que se crea lo que no es, de soltarle una trola para levantarle la camisa. Los estafadores no mienten, engañan.  O sea, el vendedor de crecepelo, el tramposo, el farsante. 

Donde dije digo...

El presidente del Gobierno basa su acción de Gobierno -y quizás su línea de vida- en el embuste y la falsedad. Tiene a su favor que se maneja con soltura y con descaro en el arte de la trola. Lo llama ‘cambiar de opinión’. Caprichos tiene la semántica. Sin apabullar, y como estamos a fin de año, conviene dar un repasito a alguna de sus asombrosas mudanzas: 

Delito de sedición, indultos nunca, detención de Puigdemont, la amnistía es anticonstitucional, con Bildu jamás, con Podemos no podría dormir, ley ‘sí es sí’ ejemplo para Europa, Sáhara siempre fue de Marruecos, no vamos a subir impuestos, el Falcon es de uso oficial, los Fondos europeos para la empresa privada, los jueces tienen nuestro reconocimiento y apoyo, me enteré de Delcy horas antes, Maduro no es dictador…Sin entrar en el empeño de calificar de ‘bulos’ esa media docena de causas judiciales con más de 30 imputados por los casos de corrupción que le acechan. Entre ellos, su esposa, ‘honrada trabajadora’ con su despacho en Moncloa. 

En cuanto al apartado ‘me gusta’ que plantea el juego, Bassat responde a lo Woody Allen y mete 'la presencia física' en la categoría de los supervalorados. “La gente muy guapa cree que con eso ya tiene bastante, y bueno, es cierto que lo tiene, ahí está Sánchez que llegó a presidente porque era el más guapo, según decía la gente". Mira, Encarna, yo voy a votar al guapo. "Con eso no basta. Al menos, no basta siempre". A Sánchez lo votan, cierto, más mujeres que hombres. También a Suárez. Y sin embargo a Albert Rivera, siendo un muchacho atractivo como era -y es, cabe suponer- no gozaba de mayoritario apoyo femenino. La apariencia no es todo, pero ayuda. Si Paul McCartney y Mick Jagger hubieran sido calvos, quizás los Beatles no habrían salido de The Cavern, el cantante de los Stones no habría abandonado sus estudios en la London School of Economics y la banda jamás habría existido. Bueno, suena como de Neville, pero estamos en Navidad.

Quizás la opción conservadora podría sumar en el Congreso y entonces, el tremendo galansote debería buscarse un hueco en el macronegociado en Caracas con residencia en Dominicana, junto a Bono, Zapatero y otros chicos del montón que por allí guardan sus caudales

Sánchez macarrea como un chulo de billares y se contonea como un Travolta poligonero. Y sabe que le funciona. Al menos, mientras la economía no reviente. España es un gran país, recordaba el Rey en su mensaje de Nochebuena. En efecto, sus playas son acogedoras, sus hoteles son los mejores de Europa si Marlaska los cierre y sus terrazas son memorables. Además, aquí la gente es muy tolerante con los vicios de la izquierda. El líder socialista sabe que la corrupción no le pasa factura, porque el pillaje es cosa de la derecha. O sea Gurtel, una chorizada de cien mil euros en un pueblo del norte de Madrid. Aunque el Supremo lo procesara por tráfico de influencias en los business de Begoña, a Sánchez lo seguirían votando sin pestañear tanto el abducido elector como sus socios periféricos. "Con tal de que no gobiernen los fachas".

Otra cosa es si la economía afloja, como con González (no fue el choriceo cósmico, lo derribaron la inflación y las hipotecas al 18 por ciento) o como con Zapatero (lo defenestró la crisis inmobiliaria). Llegado ese momento, quizás la opción conservadora podría sumar en el Congreso y entonces, el tremendo galansote debería emigrar a Caracas/Domincana, junto a Bono, Zapatero y otros chicos del montón que por allí guardan sus caudales. Por ahora, ni sus mentiras ofenden ni sus saqueos molestan. “La hipocresía exterior, siendo pecado en lo moral, es una gran virtud política”. Quevedo. Y de momento, ni los jubilados ni los funcionarios están descontentos con las decisiones que emanan de Moncloa. Y suman entre ambos doce millones o así. A los jóvenes sin vivienda y salarios de miseria, que emigren como sus abuelos. Total, votan a Vox.

Salvo que...hoy es el día de los Santos Inocentes. Estamos dispuestos a creérnoslo todo, incluso (las mentiras no cuelan y la guapura tiene sus límites) las sentencias de un gran publicitario. 

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