Hablar de destino de una nación es hablar del muy largo plazo y podría pensarse que, si ya es difícil hacer previsiones a corto plazo, qué utilidad puede tener hacerlas a, por ejemplo, cincuenta años, pero lo cierto es que de manera cotidiana los españoles somos sometidos a toda clase de medidas y expolios, a cuál más delirante, por una clase política degradada en extremo, obsesionada con salvar el planeta, empeñada en decirnos cómo debemos vivir hasta en los detalles más íntimos y qué hacer con nuestro saqueado patrimonio, porque lo dice la agenda de turno y punto.
En este ambiente corrupto en que por un lado se difaman las previsiones a largo plazo que les molestan y por otro nos imponen las que les interesan, es que debemos hacer las nuestras. ¿Entonces, hay alguna forma racional de hacer previsiones a muy largo plazo? Sí, la hay, pues existen determinantes objeticos, como la geografía, que definen el devenir nacional y cuál debería ser la estrategia a seguir, tema que exploramos, por ejemplo, en "El interés de España y la Nueva Pax Americana", o la demografía, que será en lo que nos centraremos hoy.
El suicidio español
Cuando uno analiza la demografía española desde el punto de vista de sus generaciones (según residentes), lo que se encuentra es un enorme desequilibrio recurrente que la lleva a su propia destrucción. El tamaño de dichas generaciones lo pueden ver en la siguiente gráfica y, lógicamente, las dataciones y denominaciones no coinciden exactamente con las estadounidenses, como erróneamente se ve cada día en los medios y entre consultores copia-y-pega arruina-empresas, pues hay que calcularlas utilizando los puntos de inflexión del ciclo generacional español según enseña la Teoría Generacional.
En una Sociedad madura demográficamente donde se han conseguido los logros sanitarios que producen una alta esperanza de vida, podríamos decir que lo sano sería que la barra azul oscuro, la de la "Generación X", y la rojo claro, la de sus sucesores, los "millennial", fueran del mismo tamaño, mientras que la azul claro debería ser un 72% (15 años de 21) de la rojo claro, pero solo llega al 59,8%, y eso gracias a la natalidad de los inmigrantes. No tenemos generaciones de relevo ni de lejos.
Prójimo y destino
Con esos datos se puede afirmar que en 50 años los españoles originarios (vascos y catalanes delirantes incluidos) serán una minoría en clara extinción y su cultura habrá, en la práctica, muerto. Lo más duro ocurrirá dentro de unos 30 años cuando, desaparecida la "Generación langosta", una población extremadamente envejecida tenga que asumir las consecuencias del desastre del sobre endeudamiento partitocrático español y el reemplazo demográfico que unos partitócratas corruptos e ignorantes, de titulaciones falsas y demás amaños académicos, nos están imponiendo.
Dicho desastre es el resultado del mesianismo político, del sistema electoral y del odio al prójimo impuestos, que no es el de fuera de nuestras fronteras, al menos si uno se atiene al concepto original, que es el que vale, y que, como si de círculo concéntricos se tratara, tiene un tope máximo en los "connacional", es decir, los españoles; seguramente, los nacionalistas psicóticos manipularían el término "connacional" para ahondar la hispanofobia, que así ve "esto".
Como vivimos en la mentira y la "lucha ideológica" guerracivilista, se manipula hasta lo más sagrado y ya se ve el resultado; por supuesto, en esta bitácora digital no les vamos a engañar con que no pasa nada, porque esto será una tragedia nacional, pero sobre todo individual, que quedará como una mancha negra en los libros de historia. Ese desastre es hoy parte del destino de España.
Despoblamiento y vecindario
Adicionalmente, la realidad española es muy diferente a, por ejemplo, la japonesa, con muchos más recursos que nosotros, aunque la estructura partitocrática es casi calcada; ellos pueden perder un 30% de la población, nosotros no. Al menos la geografía nos ayuda algo (a los japoneses también), pero si estuviéramos en Oriente Próximo desaparecíamos (como los asirios, p.e.), dejando a la diáspora, esos que tanto molestan a los escogiditos psicópatas de por aquí, el mantenimiento de la memoria de lo que fuimos y cómo nos suicidamos.
Digo que la geografía "nos ayuda algo", porque no soluciona nada, como se demostró con la muy bien organizada reciente invasión de pateras a canarias, un delito que no se puede volver a permitir de ninguna manera. Solo hay que ver el mapa, las dinámicas demográficas al sur, lo agresivo de nuestros vecinos y el proceso imparable de radicalización en el que está entrando la civilización islámica, para prever con bastante acierto lo que viene a Europa y España y como atenderlo civilizadamente, protegiendo nuestra realidad nacional objetiva cuya forma de vida, salvo por ese mesianismo político suicida e hispanófobo, es valorada positivamente por casi todo el mundo; pues bien, ese acerbo, si no se hace un política demográfica y de inmigración adecuada, desaparece en cincuenta años; de hecho, ya hay zonas de ocio en Levante donde las mujeres europeas normales (en sentido estadístico) no van (no go zones), lo cual genera una cadena de ausencias que arruinan las actividades del entorno y la enorme inversión que se hizo.
Más desequilibrios crecientes
Estar en una zona de choque de civilizaciones ya es un problema existencial para cualquier nación, pero si luego le suman la agresividad de los vecinos del sur, imagínense lo que viene. A Argelia, como a Marruecos, con sus amenazas ciertas sobre nuestro destino (con dos claras hipótesis de guerra que no son una quimera), les dedicamos sendos artículos recientemente (ver enlaces anteriores) y hoy, del primero, solo destacamos la caída casi secular de su renta per cápita (línea verde, siguiente gráfica), un proceso de empobrecimiento que sabemos tiene que ver con la islamización creciente (como vimos), generándose un circulo vicioso que solo se para por su propio agotamiento.
Marruecos lo hace mejor, afortunadamente, pero, como en toda la civilización islámica entra en un siglo o ciclo generacional islamista, como se ve en la ostentación cotidiana de que no se van a integrar, algo que antes no pasaba. Empezó en Turquía (lo avisamos en 2013), el conflicto es seguro y con la caída de Afganistán, como bien explica Fernando Reinares, el yihadismo irá a peor, una malísima noticia para los cristianos, la confesión religiosa más perseguida en el mundo, unos 340 millones, el 80% en países musulmanes y el resto en países comunistas principalmente.
Debemos pues aislarnos de forma inteligente de dicha civilización (Francia ya da tímidos pasos en ese sentido), limitándose al máximo inmigración musulmana, y no es xenofobia, es que, por ejemplo, brasileños, refugiados cristianos o rumanos se integran bien y no son utilizados para el terrorismo que tan duro nos golpea.
"Un muro en el mar"
La expresión no es nueva y, además de fortalecer los de Ceuta y Melilla, nuestra Armada sabe muy bien cómo hacer eso, solo necesita dos buques de control marítimo (Italia tiene dos) con unos escoltas capaces de luchar contra enjambres de drones y de pateras yijadistas, uno para el área Canarias-Estrecho y otro para la del Estrecho-Cerdeña, pero eso, con su imprescindible disuasión, requiere diez años, siete si se va con urgencia. Es una acción naval ineludible (con muchas otras ventajas) para un país que sus globalistas lo están dejando como "perita en dulce".
Eso es lo que corresponde hacer pero que no concreta el ministro de Defensa francés cuando critica a EE.UU., diciendo que no podemos contar ellos para un problema de inmigración masivo y terrorismo africano. Pensemos que en un futuro no muy lejano tendremos que, por ejemplo, decir a Marruecos (o a Argelia) que "esas pateras (¿700?) las tiene que destruir; si no, lo haremos nosotros", porque no se puede tolerar que vuelva a mandar 10.000 inmigrantes ilegales, más los periódicos. Ese negocio se acabó, la inmigración debe ser legal y según nuestros intereses nacionales.
Credo y resultados
Como solemos comentar, un Credo, más o menos racional, produce una Moral y ésta una Política y, en el Islam, hacia el siglo VIII, se impuso una Política sobre el Credo inicial, algo que produce toda una serie de discrepancias con la realidad histórica (una explicación), geográfica, lingüística, arqueológica, etc. y que los vuelve extremadamente violentos. No es este el sitio ni el momento de tratar ese tema, que explica muy bien su comportamiento, pero los académicos que demuestran esto los vimos en "La anábasis francesa". El caso es que la narrativa impuesta es falsa y, si por ejemplo, preguntaran a los promotores del Islam en Occidente (Papa Francisco incluido) "¿Por qué en el Islam no se aplica la regla de oro y las terribles implicaciones que tiene dicha carencia?", no tendrían ni idea, e incluso, seguramente, no sepan ni lo qué es la regla de oro.
Esos son problemas que los musulmanes tendrán que afrontar y, siendo muy importante conocerlos, por los padecimientos que sufrimos, para nosotros, es aún más importante tener claro cómo desde la política, con la ayuda entusiasta de la alianza televisiva que solo ve las "manadas" de españoles, se ha impuesto un credo suicida, principalmente por el progresismo, los nacionalistas y, especialmente, el feminismo radical, que han emponzoñado de tal forma el corazón y la mente de muchos españoles, que les han arruinado la vida irremediablemente, en buena parte, también, porque esos mismos españoles han devorado fanáticamente, con su mesianismo político, el veneno de su existencia.
Para conseguir esa demografía sana de la que hablábamos al principio, la media de nacimientos por mujer debería ser de al menos 2,1 (línea amarilla, anterior gráfica) y todos sabemos, más o menos, lo que necesitamos (al menos bajo paro y bajos precios de la vivienda, dos de mis batallas perdidas) para conseguir eso. En otras cultura ese 2.1 (en España es 1,24 y gracias a los inmigrantes) o más lo consiguen sometiendo a la mujer, pero aquí deberían ser ellas quienes llevaran la voz cantante; lamentablemente, ya pueden desgañitarse que la partitocracia va a lo suyo, a someterlas a su agenda para medrar en los organismos globalistas y hacerse millonarios, así que su feo destino, el de todos, está decidido. El crimen es de lesa patria.
Todos estamos muy preocupados por el medio ambiente, sobre todo por la contaminación, pero en el tema del "cambio climático" ya poco más podemos hacer. Centrémonos pues en la demografía española y dejémonos de hacer el tonto "salvando el planeta" (o a los musulmanes) porque, de seguir así, veremos y sufriremos como nuestro bienestar y cultura desaparecen. Ese es nuestro destino hoy.