España atraviesa una profunda degradación política, económica, social, y, en el trasfondo de todo, moral. La última felonía, difundida por ciertos medios acólitos, la creencia de que España habría superado en renta per cápita a Italia. ¡No! Y ustedes saben bien el porqué: un PIB sobreestimado entre un 17% y 18%. El sistema está agotado. Ya no valen maquillajes encaminados a asear el Régimen, véase operación Ciudadanos, para que, dando la impresión de que algo cambia, todo quede igual. El futuro está en nuestras manos y pasa ineludiblemente por asumir nuestras obligaciones como ciudadanía, presionando y avanzando hacia un sistema donde la libertad e igualdad de acceso sean sus rasgos distintivos.
Todos nuestros problemas como país -salarios míseros, pensiones, baja población ocupada, futuro lúgubre de nuestros jóvenes, desigualdad creciente, impuestos desorbitados, desconfianza en la clase política, descentralización fallida del Estado, corrupción…- responden a una pregunta clave, ¿cómo se gobierna España? Permítanme para ello recomendar dos libros fundamentales, básicos, desde dos ópticas distintas, pero plenamente convergentes en el análisis del problema. Por un lado, “Catarsis” de Javier Benegas y Juan Manuel Blanco, publicado por la editorial Foca, y cuya aproximación se hace desde una óptica liberal. Por otro, el libro de Andrés Villena, desde el 15M, “¿Cómo se gobierna España?”, resumen divulgativo excepcional de la tesis doctoral del autor, publicado por la editorial Comares.
¿Cómo se gobierna España?
Benegas y Blanco en “Catarsis” detallan cómo el hedor que transpira desde las cloacas del Régimen del 78 es insoportable, nauseabundo. Nuestra democracia es de muy baja calidad, regida por un sistema de acceso restringido dominado por los privilegios, la corrupción, el caciquismo, el intercambio de favores y las barreras a la participación. El libro está lleno de anécdotas que, partiendo de una excepcionalidad, se han convertido en la norma.
Villena en “¿Cómo se Gobierna España?” demuestra, usando modelos de ecuaciones estructurales, que los gobiernos patrios son redes partidistas copadas por sectores de influencia política, parlamentaria, autonómica, empresarial y universitaria. Como consecuencia España acaba siendo gobernada a golpe de puerta giratoria bajo la presencia de algunos grupos de poder no elegidos por los ciudadanos. En definitiva, la gestión del poder recae en grupos afines no controlados por los ciudadanos, núcleo político, donde las puertas giratorias son el rasgo distintivo.
Vamos camino de convertirnos en un país de camareros y crupieres, salarios bajos, endeudado hasta las cejas y con una democracia de muy baja calidad
Este análisis podría complementarse con otra idea fundamental para entender nuestro devenir, y que ha marcado el futuro de nuestro país. ¿Cuál ha sido el papel asignado a España dentro de la Unión Europea, y asumido y jadeado por nuestras élites políticas y económicas? Como consecuencia del papel que nos asignaron, España no sólo ha ido perdiendo paulatinamente peso e influencia en la esfera internacional. La cuestión es que además hoy carecemos de unas élites, políticas y económicas, medianamente preparadas para defender con uñas y dientes el bienestar y el futuro de sus conciudadanos. Nuestro problema, en definitiva, es la mediocridad de quienes nos dirigen. Jamás habíamos caído tan bajo. El resultado, la falta de un relato de pasión e ilusión en la defensa de los intereses de nuestros conciudadanos.
Nuestro declive dentro de Europa
Si echamos la vista atrás, el origen de los problemas actuales se remonta a mediados de los 80, justo con la entrada en vigor del Tratado de Adhesión a la Comunidad Europea, cuando las élites patrias cedieron ante las del norte y centro de Europa. Asumieron sin más una reconversión industrial y una liberalización y apertura de nuestros mercados de bienes y servicios, que unidos a la libre movilidad de capitales, acabó siendo absolutamente nefasto para nuestro devenir futuro. El papel que nos “asignaron” implicaba una desindustrialización masiva, una tercerización de la economía y una bancarización excesiva.
El problema se agudizó cuando el Banco Central Europeo, allá por 2002, implementó una política monetaria excesivamente expansiva, con el objetivo último estimular la economía teutona para que Alemania no tuviera que expandir su crecimiento vía política fiscal. Ello aceleró e infló hasta límites insospechados la burbuja inmobiliaria patria. Pero no contentos con tanto dislate, nos dieron doble ración de cicuta, ya que los pasivos bancarios garantizados se acabaron convirtiendo en deuda pública, impidiendo una restructuración privada de la deuda a costa de acreedores, básicamente foráneos.
Pese a nuestras élites España es emprendedora, con un tejido exportador empresarial excepcional que, desde 1994, no deja de aumentar sus ventas por el mundo, tanto a nivel intensivo como extensivo
En definitiva, y derivado de lo que describen Benegas, Blanco y Villena, nos hemos convertido en un país de camareros y crupieres, salarios bajos, endeudado hasta las cejas, sin futuro. Eso sí, nuestras élites patrias, profundamente rentistas, bajo una amalgama de normas y regulaciones destinadas a favorecer a las grandes empresas amigas, están forradas, sin aportarnos absolutamente nada. Y todo ello bajo la mirada atenta de unos medios de comunicación aduladores del poder, y desleales con sus conciudadanos.
España tiene futuro
Aunque cada día que pasa es más complicado, España sí que tiene futuro. Pasa irremediablemente por una reforma que establezca la separación de poderes, el control sobre el poder político, y que se garantice la igualdad de acceso al sistema de todos los ciudadanos españoles, de manera que el ascensor social funcione. Porque a fecha de hoy no somos iguales ante la ley. Las élites obtienen descaradamente un trato de favor desde todos los poderes del Estado. Es necesario, en definitiva, una profunda regeneración de la vida pública que devuelva la capacidad de decisión a los ciudadanos y a la sociedad civil, y orille sin miramientos a todos aquellos que han secuestrado nuestra democracia.
Cuando ello ocurra, nuestros problemas económicos y sociales se irán desinflando porque, pese a nuestras élites, y, paradójicamente, España es emprendedora, con un tejido exportador empresarial excepcional que, desde 1994, no deja de aumentar sus ventas por el mundo tanto a nivel intensivo como extensivo. Y todo ello a pesar de un sistema impositivo, unas normas y regulaciones que favorecen al Ibex 35, profundamente rentista, y que apenas genera valor añadido en nuestra querida España. Pero para ello, hoy y ahora los españoles tenemos unas obligaciones, luchar por garantizar la libertad y una igualdad de acceso que unos pocos nos han hurtado. De nosotros depende.