Ocurrió en mi ciudad en la tarde del 5 de enero de 1936. Faltaban unos meses para el inicio de la guerra civil. Era en esos días Paer en Cap, que es como se llama al alcalde en Lérida manteniendo el título con el que se denominaba a la máxima autoridad municipal en la vieja institución medieval de La Paeria, el joven abogado del estado Joan Rovira Roure, de 36 años. A pesar de su juventud, era un hombre con importante experiencia profesional y política. Diputado en el Parlament de Cataluña por el partido La Lliga Catalana de orientación catalanista y cristiana, accedió a la alcaldía en agosto de 1935. Ferviente católico y hombre de extraordinaria inteligencia y bondad, donaba para la beneficiencia el sueldo que ganaba como diputado y ejerció su cargo de alcalde renunciando a la paga.
En aquellos días, el presidente de la Generalitat, Lluïs Companys, lider de Esquerra Republicana de Catalunya, prohibió cualquier manifestación pública de la religión católica en tiempos de Navidad, lo que significaba en la práctica la imposibilidad legal de celebrar Misas de Gallo en el territorio catalán o incluso la misma cabalgata de Reyes. Pero el alcalde Rovira Roure, padre joven de tres niños muy pequeños, decidió celebrarla de todas maneras. Los niños eran lo primero. La cabalgata de Reyes Magos de Lérida del 5 de enero de 1936, la única que se celebró en toda Cataluña ese día, fue posiblemente la más importante cabalgata de Reyes de la historia de España porque el alcalde que la autorizó pagó el atrevimiento con su vida. Efectivamente, el 18 de agosto del mismo año 1936 fue detenido.
No contentos con haberlo matado, sus asesinos querían más. Los dos niños mayores debían ser enviados a Rusia para ser reeducados en los valores marxistas. A Ana María no le quedó más remedio que dejar su casa y atravesar el frente de guerra con sus tres pequeños casi bebés
Para ERC Y LA FAI, las intervenciones valientes de Rovira Roure en el Parlament y su desempeño impoluto y excelente en la alcaldía eran insoportables. Lo de la cabalgata de Reyes fue la gota que colmó el vaso. Así que se le internó en la cárcel de Lérida y fue sometido a juicio sumarísimo a cargo de un “Tribunal Popular” que hizo caso omiso de su inmunidad parlamentaria y se le negó además el derecho a la defensa. Joan Rovira Roure fue condenado a muerte en juicio ilegal y sin garantías. El 27 de agosto de 1936 fue trasladado al cementerio de Lérida para ser asesinado a tiros, al amanecer, frente al paredón, donde reposan sus restos hasta el día de hoy en una fosa común rebozado en cal viva. Uno de los testigos del asesinato camuflado como ejecución declaró después, en el curso de la Causa para su beatificación, que el alcalde Rovira Roure murió perdonando a sus asesinos, siguiendo el ejemplo de Jesús en la cruz.
Joan dejaba una viuda de 27 años, Ana María Tarazona, y tres hijos, Juan, de 5 años, Germán de 4 y José Enrique, de pocos meses. No contentos con haberlo matado, sus asesinos querían más. Los dos niños mayores debían ser enviados a Rusia para ser reeducados en los valores marxistas. A Ana María no le quedó más remedio que dejar su casa y atravesar el frente de guerra con sus tres pequeños casi bebés, para evitar que le fueran arrancados de su lado. Venciendo múltiples dificultades, la joven Ana María, tan menuda como valiente, lo consiguió. Joan Rovira Roure había escogido como esposa y compañera una mujer de su misma estatura moral, hecha de una sola pieza de metal noble.
La figura del alcalde Rovira Roure se agiganta cada año que pasa y raro es ya el día de Reyes en que su figura ejemplar no es recordada en algún periódico de alcance nacional. Pero todo es poco
Terminó la guerra y la familia Rovira fue saliendo a flote bajo la guía y dirección de la matriarca Ana María, que dedicó el resto de su vida, prácticamente íntegra, al cuidado de sus hijos y posteriormente de sus padres. Supo transmitir a sus chavales los mismos principios de religiosidad, altura moral y excelencia por los que se rigió la vida de su padre, a quien ninguno de los tres podía recordar. Aopenas pudieron conocerlo, pero la trayectoria de estos tres críos hubiera llenado de orgullo a su padre. El mayor, Juan Rovira Tarazona, abogado del estado como su progenitor, fue ministro de Sanidad durante el gobierno de Adolfo Suárez, en ese momento de la Historia de España, la Transición, cuando los mejores se dedicaron a la política. El segundo hermano, Germán, a juicio de la familia el más brillante en una familia de brillantes, fue oficial del Ejército, luego sacerdote y teólogo después.
Sabio que dominaba seis lenguas, fue el introductor del Opus Dei en Austria y posteriormente en Alemania. Amigo de Benedicto XVI, que prologó alguna de sus obras, su especialidad era la figura de San José. Probablemente pesó en la decisión de dedicarse al estudio de la figura paterna de Jesús su propia orfandad tan llena de la presencia de un padre admirable. El tercer hijo, José Enrique, bebé de meses cuando su padre fue ejecutado, aún vive. Ingeniero de minas, es el depositario de la memoria de una familia extraordinaria y escribo estas líneas con el deseo de que llegue a leerlas y vea en ellas algo del reflejo de la figura inabarcable de su padre.
Joan Rovira Roure da nombre en Lérida a una importantísima avenida, que ni siquiera cuando la alcaldía estuvo en manos de Esquerra corrió el menor peligro de perder su nombre. La figura del alcalde Rovira Roure se agiganta cada año que pasa y raro es ya el día de Reyes en que su figura ejemplar no es recordada en algún periódico de alcance nacional. Pero todo es poco. En cada cabalgata de Reyes de cada ciudad española debería haber un recuerdo para él, y en cada ciudad una calle con su nombre, porque fue valiente y fue ejemplar cuando nadie más se atrevió a serlo, y pagó su valor con la vida. En proceso de beatificación, el obispado de Lérida recabó testimonios sobre su carácter: Era uno de esos santos con los que nos cruzamos por la calle, que lo hacía todo bien, hasta el sacrificio final. Los Reyes Magos no pudieron encontrar mejor protector. Estaban en buenas manos.
Creo que en la Noche del 5 de enero de todos estos años, Melchor, Gaspar y Baltasar, a pesar de sus inmensas prisas para cumplir con su mágica función en todos los hogares, hacen una parada especial en la casa de los Rovira. En los primeros tiempos, en la de la joven Ana María y sus tres pequeños sin padre, después en la de los hijos ya mayores y ahora en la de sus nietos. Y después de dejar los regalos, musitan una oración agradecida por el hombre que les salvó aquella tarde fría del 5 de enero en Lérida. Y antes de irse, muy suavemente, besan en la frente, con el beso que hubiera querido darles su padre y abuelo, a todos los niños de la familia. No le olvidemos nunca.
jopano25
07/01/2025 08:41
Ignacia, todos los martes espero ansioso poder leer tu artículo semanal. No me ruborizo en decirte que tus escritos no sólo me ilustran en la comprensión de la realidad política catalana y española sino que, sobre todo, me reconfortan moralmente por la profundidad de los valores sobre las que se asientan tus líneas. El artículo de hoy me ha impactado. Mi familia materna fue víctima de la represión en zona republicana (Mancha toledana) asesinando a varios hermanos de mi madre uno de ellos, igualmente, en proceso de beatificación. Sin embargo, como aventuro igualmente a ver en la vida de la viuda e hijos de D. Joan Rovira, la grandeza moral en la que fue educada mi madre y el resto de sus hermanos, no les llevó a seguir una vida de odio o rencor, sino de confianza y esperanza en Dios, meta última de nuestro caminar terrestre, por más que yo mismo no lo tenga presente. Solo puedo decirte GRACIAS por este artículo que me ha permitido conocer a una familia ejemplar.
lablasca
07/01/2025 08:56
Pero qué dices, Ignacia? En el 36 solo se fusiló a gente de izquierdas. Si no te lo crees, pregúntale a Zapatero
lareforma2024
07/01/2025 09:44
Hermosa historia para empezar el año. Como la mayoría no tenemos esas cualidades que narra, es de justicia que se recuerde que alguien las posea. Tremendo que alguien pague con su vida la defensa de algo que, lejos de hacer daño a nadie, ilumina un poco la vida de muchos. Saludos.
marqueslinchado
Sin recurrir a ningún ejemplo evidente, los comentarios en este periódico demuestran que tengo razón. De hecho, llevamos siglos de indignidad a cuestas.
jgarejula2
No, pero la indignidad sí y a la realidad me remito.
secreboiras
07/01/2025 11:31
magnífica evocación. Una flor en el muladar catalán de la época
eriket_rodriguez
07/01/2025 23:18
Gracias por dar a conocer esta historia tan impresionante, que pena que la pequeñez moral de gran parte de nuestra sociedad pase sin querer saber nada de cosas así que nos engrandecen como personas