Opinión

Lo que va del ministro 'casi mala persona' a Yolanda Díaz

De todos los términos absolutos, quizá los que mejor pueda entender la titular de Trabajo sea el de derrota y su antónimo. ¿Lo pilla?

  • Yolanda Díaz y Carlos Cuerpo, compañeros y, sin embargo, enemigos -

Veamos. Yo miro detenidamente la cara del ministro de Economía y no le veo nada especial. Cierto, unos días luce una barba cerrada y negra, otros un pulcro afeitado. Tampoco hay nada especial cuando veo su imagen de cuerpo entero. Y hasta puede que, teniendo el apellido que le ha tocado, su existencia este detallada en su documento nacional de identidad a título de inventario. Es más guapo que feo; más serio que ligero. Su mirada es tranquila, su verbo otorga pocas concesiones a los fuegos florales, lo normal de quien tiene, o debe tener, la economía nacional descansando en lo que los neurólogos llaman el prosencéfalo, ese lugar del cerebro que actúa como un maestro de ceremonias, coordinando todos los mensajes que llegan al cerebro y los que salen directos hacia la medula espinal. Que se sepa, es uno de los pocos ministros que pasa descaradamente de las soflamas que preparan en el laboratorio de ideas de la Moncloa, lo que significa que tiene facilidad para detectar la estupidez encapsulada.

Una red para cuando todo acabe

Para formar parte de un Gobierno de diletantes políticos a los que no se les conoce una victoria electoral, Carlos Cuerpo pasa inadvertido, quizá porque el hombre es transparente. En esto sólo lo supera la vicepresidenta que dejó en Madrid Teresa Ribera, y cuyo nombre -Sara Aasgesen- he tenido que buscar en Internet, incapaz como soy ya de aprenderme los nombres de ministros y ministras que sólo me lo parecen cuando salen en el BOE. Cuerpo no es menos ministro que López, que Gómez y Puente, por poner un ejemplo. Tiene algo importante que no tienen otros de sus compañeros: una red para cuando la política prescinda de él, algo que suele pasar más pronto que tarde.

Carlos Cuerpo Caballero pertenece -ya me perdonarán tanta redundancia-, al Cuerpo Superior de Técnicos Comerciales y Economistas del Estado. O sea, que como nos decían nuestros abuelos para meternos miedo, tiene donde caerse muerto. Y tiene también algo excepcional que le distingue de la mayoría de los ministros y ministras: no dice tonterías. Apenas da titulares, no resulta gracioso, pero tampoco estúpido, y a diferencia de su jefe, no se lleva bien con las mentiras.

Por lo dicho, y algunas cosas más que aquí no caben pero que pueden imaginar los lectores audaces, Carlos Cuerpo ha sido calificado por la vicepresidenta Yolanda Díaz como de mala persona. Aunque he de ser preciso, lo que ha dicho Díaz es que su negación a recortar media hora la jornada laboral es “casi de mala persona”.

No se puede ser casi malo, ni casi tonto, ni casi listo. Se es malo o se es bueno. Que sea ella, una verdadera killer especialista en las artes de la traición -concepto también absoluto-, la que reparta título de buenas y malas personas tiene su aquel.

Veamos. Miro la cara detenidamente de Yolanda Díaz y la escucho después y lo primero que pienso es que me parece imposible que alguien así haya llegado al lugar en que la puso un confundido Pablo Iglesias Turrión. Yolanda es casi una ministra, por lo general instalada en el anacoluto y el anacronismo. Casi, casi una vicepresidenta. Alguien debería decirle, explicarle más bien, que lo contrario de lo absoluto es lo relativo. Que no se puede ser casi malo, ni casi tonto, ni casi listo. Se es malo o se es bueno. Que sea ella, una verdadera killer especialista en las artes de la traición -concepto también absoluto-, la que reparta título de buenas y malas personas tiene su aquel. Mejor no preguntar sobre ella a Alberto Garzón, Pablo Iglesias e Ione Belarra, Cayo Lara, Xosé Manuel Beiras et alii.

Miro y escucho a la vicepresidenta y pienso que, comunista de carnet como es, resulta normal que crea que un señor riguroso con las cuentas y las limitadas posibilidades del Estado se niegue rotundamente a conceder los caprichos de una señora que desde que llegó al Gobierno sigue avanzando en retroceso. Ella mejor que nadie sabe que significa eso de tirar con pólvora del rey. Ignora muchas cosas, pero no la diferencia entre le trabajo y la mamandurria. Cobra del Estado. Vive en una casa del Estado. Viaja en coche oficial y cobra dietas del presupuesto público.

Ella propone, los empresarios pagan

Plantea subidas del SMI que pagan los empresarios; impulsa bajadas de la jornada laboral que pagarán los mismos empresarios que desprecia e ignora. Abre y cierra los ojos al estilo de Barbie the fashion para asegurar que la reducción de jornada que pretende “no es una medida económica”. Cuerpo, paciente y educado, intenta explicarle que reducir la jornada laboral tiene impacto en el tejido productivo, y por lo tanto en la economía. Pero ella dice no, no y no. Díaz pone la voz, el gesto y el movimiento de melena mientras la canalla cuenta que en el campo y en el sector de las empleadas del hogar han desaparecido 176.000 empleos desde la escalada del SMI.

Esta mujer es la que nos dijo una vez que ella sería la primera presidenta del Gobierno de España. Lo dijo el mismo día que proclamó -átenme esa mosca por el rabo- que no iba a pedir a nadie que le votarán por miedo, que había que hacerlo con esperanza. Esperanza es precisamente la única palabra que hoy ya no cabe en el Sumar evanescente y funeral que hoy es.

Yolanda da la medida exacta de lo que es este Gobierno. Suele ser así en las entrevistas con aroma a pienso compuesto que concede en TVE y RNE. Si ahí a duras penas sale airosa, me la imagino frente a Alsina, Herrera o Jiménez Losantos. Apariencia, cartón, un aire choni y tronado con aroma a fango. Difícil tomarla en serio. ¿Me pasa a mi sólo? No lo creo.

Quizá habla de la “casi mala persona” que es Carlos Cuerpo porque es la señal de que a la política puede ir gente seria, preparada y con vocación de servicio, y que, a diferencia de Yolanda, tiene dónde caerse muerto cuando llegue el desastre. En fin, imposible ser casi serio, casi preparado.

Pero de todos los términos absolutos, quizá los que mejor pueda entender la titular de Trabajo sea el de derrota y su antónimo. ¿Cuál es señora Díaz? Tenga la paciencia de repasar en su biografía el número de desastres electorales y dará con él ¿Lo pilla, señora, lo pilla?

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