Opinión

Hoy en Lampedusa, mañana en tu barrio

Hace muchos años, un amigo y yo subíamos las escaleras de un aparcamiento cuando vimos algo que todavía hoy nos estremece recordar. En uno de los rellanos, en el hueco que había entre una máquina de Cocacola y la pared, había un negro alto que parecí

  • Llegaron a Lampedusa 10.000 inmigrantes en tres días -

Hace muchos años, un amigo y yo subíamos las escaleras de un aparcamiento cuando vimos algo que todavía hoy nos estremece recordar. En uno de los rellanos, en el hueco que había entre una máquina de Cocacola y la pared, había un negro alto que parecía estar escondiéndose de alguien. O de algo, quizá de una fuerza sobrenatural o de una maldición africana. Sus ojos, desorbitados como una bola golf sobre un tee, mostraban un pánico animal que sólo habíamos visto en las películas de terror; tal vez incluso temblase. Lo mismo podía haberse arrodillado pidiendo ayuda que habernos matado, y yo me asusté mucho. Pero, acostumbrada a la tranquila vida de las afueras, también me daban miedo las peleas entre chulos, prostitutas, yonquis y otros homeless que cada noche tenían lugar bajo la ventana —y la indiferencia—de mi amigo, veterano en la gran ciudad. De modo que le imité y fingí que aquel hombre no estaba allí.  

En aquella época nadie había oído hablar de George Soros, y Óscar Camps sólo era un socorrista que había montado una empresa con la que  explotaba a otros socorristas; nadie había enviado un barco-taxi a la costa africana para que nuestro pobre muchacho disfrutara de su crucero a España. A saber lo que habría pasado desde su aldea subsahariana hasta aquel aparcamiento de la Gran Vía madrileña. Nunca sabremos si alucinaba por las drogas, si estaba teniendo un brote psicótico o si verdaderamente estaba en peligro, porque no nos atrevimos a pararnos y preguntarle. Sospecho que tampoco nos habría entendido. Aquel día ni siquiera hablamos del asunto, pero ninguno lo hemos olvidado. “No eras tú sola: a mí también me dio mucho miedo”.

La inmigración ilegal se ha convertido en un negocio milmillonario subvencionado no sólo por Soros, sino también por la Unión Europea, los diferentes estados e, incluso, por los propios ciudadanos progres

Desde entonces, ha llovido mucho. Ahora hay racializados por todas partes, el hijo de Soros ha heredado la misión de su padre, y Óscar Camps no sólo se gana muy bien la vida con Open Arms, sino que, además, aparece en los libros de religión de primaria como si fuera el nuevo Mesías. Aunque no está solo: en Guipúzcoa tenemos Salvamento Marítimo Humanitario  con su barco Aita Mari; que ya es casualidad que en España los negreros estén en las comunidades con más afición secesionista, ¿eh? La inmigración ilegal se ha convertido en un negocio milmillonario subvencionado no sólo por Soros, sino también por la Unión Europea, los diferentes estados e, incluso, por los propios ciudadanos progres, que para calmar sus conciencias sin Dios se hacen socios de estas oenegés y pagan sus cuotas religiosamente. En realidad, cualquiera puede donar dinero tranquilamente desde el sofá, no hace falta asociarse, basta con que tengas un apretón de buenismo. Los bárbaros costearon su viaje a Roma, nosotros vamos a buscarlos; pero qué se puede esperar de quienes creen en la Agenda 2030.

Distraídos con el hemicirco de los pinganillos, muchos no se habrán enterado de que en una semana han llegado  a Lampedusa más inmigrantes que habitantes tiene la isla.  Si yo fuera africano, también emigraría a la Europa de las ayudas sociales y de las cariñosas voluntarias de la Cruz Roja, no son ellos los culpables. Como tampoco es casualidad que desde que Meloni prometiera acabar con ella, la inmigración ilegal se haya duplicado en Italia; el tsunami humano que estamos viendo en Lampedusa no es espontáneo ni inocente. Los lampedusani, hartos de que nadie haga nada, se han organizado y, de momento, han evitado un centro de acogida improvisado impidiendo que los vehículos de la Cruz Roja salieran del puerto. Hay quien acusa a Meloni de traidora, pero acaba de eliminar ese imán que es la renta básica y el otro día, en su comparecencia con Von der Leyen, no parecía muy contenta.

Si reinciden: quitarles los barcos, detener a sus tripulaciones —y encerrarlas en el mismo CIE que los inmigrantes a los que han traído— y multar a sus bienintencionados socios

La del poni devorado por el malvado lobo lo fio casi todo a la solidaridad entre países —ni siquiera Pedro Sánchez se ha ofrecido a acoger— y prometió que Frontex expulsará con más celeridad a quienes no sean refugiados; pero ya sabemos que algunos países de origen se niegan a aceptarlos de vuelta. Habría que patrullar el Mediterráneo, militarizar las fronteras, montar centros de acogida en islotes remotos y desiertos, dejar de dar ayudas a los inmigrantes ilegales y prohibir las empresas negreras que los traen en lugar de subvencionarlas. Y si reinciden: quitarles los barcos, detener a sus tripulaciones —y encerrarlas en el mismo CIE que los inmigrantes a los que han traído— y multar a sus bienintencionados socios. Pero eso la UE ya lo sabe. Y no lo hará.

Mientras, en Lampedusa nada ha cambiado: siguen llegando más y más inmigrantes. Se me ocurre que podríamos juntarnos unos cuantos y montar una Closed Legs (Piernas Cerradas) que los rescatara y los remolcara sanos y salvo al punto del que salieron, para que así ajustaran cuentas con los traficantes. Pero apuesto a que entonces prohibirían nuestra oenegé, requisarían nuestros bienes y, entonces sí, las armadas europeas vendrían contra nuestros barcos. Porque nada de lo que pagamos está para protegernos.

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