Los dirigentes de Ciudadanos y buena parte de la sociedad española se han indignado y han manifestado su repulsa tras los ataques verbales y físicos experimentados por las representantes del partido naranja que fueron insultadas, zarandeadas, escupidas y amenazadas durante la manifestación del Orgullo de este año. La imagen de Inés Arrimadas rodeada de una turba vociferante y hostil que puso en peligro en determinados momentos su integridad física ha conmocionado al país y ha abierto de nuevo el debate sobre la ideología de género y su papel en la política española.
Con independencia de la absoluta ilegitimidad de la coacción violenta contra aquellos que piensan diferente, todo el montaje argumental que ha pretendido justificar la injustificable actitud de las turbas que agredieron a los militantes de Ciudadanos el pasado día 6 de Julio, está viciado de la más completa falsedad. Si la acusación es que la formación liberal ha pactado con la “extrema derecha”, es decir, con Vox, simplemente no se sostiene. En primer lugar, Vox no tiene nada de fascista, se trata de una organización nacionalista española de derecha católica y euro realista cuyas posiciones respecto a la inmigración, el concepto de familia, la unidad nacional y la integración europea se pueden compartir o no, pero son escrupulosamente constitucionales. Vox no vulnera la ley ni ha recurrido a métodos que no fuesen pacíficos.
La asociación íntima entre la causa LGTBI y partidos políticos concretos ha sembrado dudas sobre la naturaleza transversal y estrictamente social de este movimiento
Desde esta perspectiva, Vox es un partido mucho más presentable en términos cívicos que los golpistas catalanes o los filoetarras vascos, con los que el PSOE cierra acuerdos explícitos o tácitos sin ningún rubor. En cuanto a sus amistades internacionales, no parece que las fuerzas que hoy gobiernan en Hungría, en Polonia, en el Reino Unido o en Estados Unidos sean más peligrosas para la democracia, que respetan plenamente, que el chavismo venezolano, el castrismo cubano o la teocracia iraní, tan alabadas y queridas por algunos de aquellos que levantan absurdos cordones sanitarios a Santiago Abascal y sus seguidores.
En segundo lugar, Ciudadanos no ha firmado pacto alguno con Vox, ni a nivel nacional ni autonómico, y precisamente por esta negativa están encalladas las negociaciones para formar gobierno en Madrid y Murcia, y las relaciones entre la formación verde y la naranja en Andalucía son extremadamente tensas. Por tanto, ni Vox tiene el carácter demoníaco que le atribuye la izquierda ni existen los supuestos pactos con Ciudadanos. La ira desatada contra los centristas en forma de objetos arrojadizos, injurias, golpes y salivazos no responde a ninguna causa real y es sólo una desaprensiva comedia con fines sectarios y electoralistas.
PP y Ciudadanos se empeñan en acudir a los actos públicos arcoíris únicamente para sufrir las peores humillaciones, hasta un límite que roza el masoquismo
Una cuestión más interesante es la asociación íntima entre la causa LGTBI y partidos políticos concretos, que ha sembrado dudas más que razonables sobre la naturaleza transversal y estrictamente social de este movimiento. Por una parte, tal como quedó palpable en el contenido del manifiesto feminista del 8 de Marzo, hay serios indicios de que la noble empresa de la igualdad de la mujer y el necesario combate por el respeto a las diversas orientaciones sexuales ha sido objeto de apropiación por un sector del espectro parlamentario para esgrimirlo como arma arrojadiza contra el otro de manera inescrupulosa y totalitaria. Frente a esta sucia maniobra, PP y Ciudadanos, no se sabe si por ingenuidad o por acomplejamiento, insisten en estar presentes en los acontecimientos públicos arcoíris únicamente para sufrir las peores humillaciones y desprecios, hasta un límite que empieza a rozar el masoquismo.
Otro aspecto a considerar es la auténtica esencia de la ideología de género y sus propósitos. Curiosamente, las leyes en favor de sus tesis han sido promovidas frecuentemente por gobiernos de centro-derecha, véase la ley Cifuentes en Madrid o el reconocimiento del matrimonio homosexual en Alemania. El Tribunal Constitucional español no tuvo reparo en avalar la asimetría penal por razón de género en una pirueta jurídica francamente discutible. Esta universalidad de la aceptación de la doctrina LGTBI y del feminismo radical por todo el arco político y por la jurisprudencia occidentales inclina a pensar que tanto la izquierda como la derecha políticas son arcilla moldeada por una agenda global trazada a un nivel superior y oculto que mueve los hilos fuera del radar de la percepción ciudadana. Cuando las contradicciones abundan, resulta esclarecedor buscar explicaciones insospechadas que les den sentido.