Opinión

La izquierda siempre vuelve a la Verdad

Los partidos progresistas han vuelto a poner sobre la mesa, como suelen decir, una medida a la que siempre vuelven. Más que una medida es un anhelo profundo y consustancial a la propia esencia de la izquierda. Se trata de que el Gobierno pueda cont

  • Félix Bolaños y Pedro Sánchez. -

Los partidos progresistas han vuelto a poner sobre la mesa, como suelen decir, una medida a la que siempre vuelven. Más que una medida es un anhelo profundo y consustancial a la propia esencia de la izquierda. Se trata de que el Gobierno pueda controlar e intervenir los medios de comunicación. No puede sorprender, pero sorprende, porque tendremos cada vez más leyes de Memoria Histórica pero seguimos sin preocuparnos por la memoria individual. Basta conocer mínimamente la historia de los últimos siglos -o haber leído a Orwell- para saber que no hay nada nuevo en lo de estos días. Y cada vez resurge esta tendencia aparecen los mismos lamentos torpes a los que ya estamos acostumbrados. “Son antidemócratas”, decimos; pero es justamente lo contrario. Son demócratas radicales, porque pretenden que los jueces, las noticias, la aplicación de las leyes y la determinación de lo que es un hecho estén sujetos a lo que decida la mayoría.

Como son progresistas y demócratas, la excusa para conseguir implantar la censura la llevan en el nombre. ¡Por el progreso! ¡Por la democracia! Y si esta apelación a lo bueno no es suficiente, entonces aparece la apelación al demonio. ¡Frente al fascismo! En esta ocasión la alianza de izquierdas ha puesto su mirada en los bulos. La maquinaria del fango, como lo llaman ahora. Vivimos en un país constantemente amenazado por jueces y periodistas corruptos, repiten los partidos de izquierdas. Y hasta ahora les han dejado hacer, pero ya está bien, insisten mientras ponen cara de enfado y preocupación. Hasta aquí. A partir de ahora -si lo consiguen- las noticias deberán someterse al control del Gobierno. Porque no hay que confundir libertad de prensa con libertinaje, y tampoco hay que confundir la separación de poderes con el poder de parar legalmente los excesos gubernamentales.

El primero de ellos salió de la boca del presidente Sánchez, quien dijo en uno de los programas de TVE al servicio del Gobierno lo siguiente: “El señor Feijóo ha dicho textualmente que lo que debería haber hecho mi mujer es quedarse en casa sin trabajar”. Era mentira, claro. Y dio igual

Efectivamente, en España se difunden bulos y existe una arraigada cultura de la posverdad, pero precisamente es el principal partido del Gobierno, el PSOE, quien más contribuye a la propagación de las mentiras. Lo hace mediante las redes sociales, mediante los ministerios y mediante sus departamentos de prensa. Esta última semana, sin ir más lejos, construyeron dos bulos que echaron a volar impulsados por sus cámaras de eco. El primero de ellos salió de la boca del presidente Sánchez, quien dijo en uno de los programas de TVE al servicio del Gobierno lo siguiente: “El señor Feijóo ha dicho textualmente que lo que debería haber hecho mi mujer es quedarse en casa sin trabajar”. Era mentira, claro. Y dio igual. Una especie de comité de verificación de la propia TVE aclaró después -no en la entrevista- que aquello era mentira. Sin decir que era mentira, evidentemente. Sólo llegaron a señalar que Feijóo no había dicho “textualmente” lo que el presidente había afirmado. 

El segundo bulo hacía referencia a un informe de la ONU que no decía lo que el PSOE afirmaba y que, por si fuera poco, ni siquiera era un informe de la ONU. De nuevo, dio igual. Los principales medios de comunicación del Gobierno recogieron las palabras de los ministros del PSOE y ya teníamos otro bulo en circulación. 

Ésta es una de las principales razones por las que el PSOE pretende crear una especie de Ministerio de la Verdad. Porque, aunque pueda parecer contradictorio, sólo con un Ministerio de la Verdad el Gobierno puede asegurarse de que sus mentiras tienen el recorrido y el impulso necesarios para convertirse en hechos. A pesar de esto, hay que recordar que los bulos por sí solos son menos dañinos de lo que pensamos. Sobre todo si quienes los propagan abusan tanto que acaban convertidos en caricatura. Nadie, salvo los verdaderos fieles del partido, pueden creer hoy una sola palabra que proceda de Félix Bolaños, de Ion Antolín o del propio Pedro Sánchez. El peligro real no está en los bulos, sino en los tribunales de la verdad que poco a poco comienzan a instalarse en los discursos gubernamentales. La justificación de estos días tampoco es nueva: los bulos se pueden denunciar pero las sentencias judiciales muchas veces llegan tarde, y por eso sería conveniente un mecanismo rápido e inapelable para establecer la verdad democrática.

El control de las noticias

Hace unos días, El Mundo publicaba una encuesta con preguntas sobre el paripé de Sánchez y sobre sus propuestas para “frenar la corrupción periodística”. La encuesta revelaba que el 50% de los votantes de izquierdas en España está de acuerdo en que se implante un “mecanismo que controle las noticias que publican los medios de comunicación”. En la derecha ese porcentaje baja hasta el 11% en el caso del PP y hasta el 20% en el caso de Vox. Efectivamente en España abundan los bulos, y el más inverosímil de todos es el de la simetría política que iguala a izquierda y derecha. 

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