Hace algunos años, allá por 2017, oí hablar por primera vez de Jordan Peterson, psicólogo clínico y profesor de psicología canadiense que saltó a la fama por sus rotundas, y a veces muy polémicas, opiniones sobre la cultura de lo políticamente correcto y las políticas identitarias. Por aquel entonces ya había leído a Jonathan Haidt y, tirando de su hilo y de las conversaciones que suscitaba, había llegado a Karen Stenner, a Lilliana Mason y a muchos otros autores que me han servido de referencia para tratar de comprender procesos polarizadores, tribales, políticas de identidad y todo ese universo cultural que impregna nuestro debate público. Algunos de mis amigos veían un claro paralelismo entre Peterson y Haidt y, sin haber leído a uno ni a otro, aventuraban. Peterson me causaba una desconfianza intuitiva y yo rechazaba esas comparaciones como algo ofensivo. Recuerdo haber escuchado varias veces una larga entrevista que Peterson realizó a Haidt y en cada ocasión me reafirmaba en mi sensación inicial.
Peterson señala algunas cosas que son verdad y también defiende grandes estupideces. Es a veces valiente, a veces un temerario insensato. Racional e insultante. Engancha por el mismo motivo que enganchan las teorías culturales de la extrema izquierda: su osadía y ofrecer un power point para caminar en la vida.
Cuando sabes leer ya no puedes no leer
Ayer encontré un artículo estupendo en la revista Nautilus -“This is not how your brain works”- en el que Lisa Feldman Barret explica cómo no funciona el cerebro. Cosas que consideramos fuera de toda discusión y realmente son tan falsas como las balanzas fiscales del independentismo catalán. Cuenta que el cerebro no funciona mediante una composición de piezas, que no hay una zona encargada de cada acción, sino un entramado en el que todo trabaja con mayor o menor intensidad en casi todo lo que nos sucede. Pero la parte que más me ha gustado es la metodología. Los humanos no reaccionamos sino que hacemos predicciones. Predecimos y corregimos constantemente. Nuestro cerebro aventura hipótesis y, si acierta, estaremos en el sitio correcto para atrapar la pelota. Si se equivoca, caerá al suelo y no tendremos tiempo para corregir nuestra trayectoria. De esos aciertos o errores el cerebro aprende y su próxima predicción podrá ser más ajustada. Cuando se produce la acción, el cerebro ya ha lanzado la siguiente hipótesis. Vive unos instantes antes de lo que consideramos los sucesos de nuestra vida. Vive de la memoria de sus aciertos y fracasos previos y sigue aventurando.
Ayer también, leí una especie de reseña sobre el próximo libro de Peterson, se titula “What happened to Jordan Peterson”. Se publicó en The Atlantic y su autora, Helen Lewis, había sufrido hace tiempo uno de esos debates demoledores que hicieron tan famoso a Peterson. Pensé que me encontraría un destilado de fría venganza, pero me sorprendí gratamente ante un retrato humano y cercano.
Estos días atrás daba vueltas al hastío y la irritación que producen los personajes y los debates en redes sociales cada día. Debates y actitudes de nicho que gran parte de la población desconoce en sus orígenes pero cuyos ecos recibe unas horas o días después a través de los medios tradicionales.
Veía en sus argumentos, en su manera de defenderlos y atacar a los adversarios, algo que me preocupaba: podría dar, probablemente sin buscarlo, soporte intelectual a una extrema derecha ávida de referentes intelectuales
Cuando me hablaron por primera vez de Peterson, yo era de la opinión de que era un excéntrico acelerado que respondía con furia desatada a majaderías mantenidas por un grupo reducido de extremistas que no representaban a nadie. Creía que estaba elevando a asunto de debate general cuestiones de tribus diminutas y gritonas. Veía en sus argumentos, en su manera de defenderlos y atacar a los adversarios, algo que me preocupaba: podría dar, probablemente sin buscarlo, soporte intelectual a una extrema derecha ávida de referentes intelectuales.
Acerté y también me equivoqué. Algunas de las cuestiones que yo consideraba ridículas se han convertido en reglas no escritas de obligado cumplimiento para una parte importante de la sociedad mayoritariamente americana pero, cada vez más, también española. Algunas amenazan con transformarse en leyes escritas. Acerté de pleno en su deificación por parte de la extrema derecha. Como señala la autora del artículo, el personaje de Jordan casi destruye al ser humano. El nuevo libro es un fruto en un proceso de desintoxicación por su dependencia de las benzodiacepinas que consumía para sobrellevar la depresión y una salvaje ansiedad. Las guerras culturales, el terreno en el que el canadiense se había convertido en una especie de ídolo, son una basura tóxica que transforma a personas corrientes en líderes de masas apasionadas en busca de ideales simples.
La velocidad que anula la memoria
Las guerras culturales de estos años son, además, muy rápidas. El cerebro humano no puede predecir tan deprisa y necesitamos mapas con bulletpoints para conducirnos. Atajos. Listas de ideas que defender, ideas aborrecibles que destruir y personas, figuras, que encarnen ambos grupos.
Las ideas y el debate no pueden tener lugar. La velocidad lo impide. No hay memoria que pueda corregir la próxima hipótesis, solo imágenes formadas en nuestro cerebro con las explicaciones que alguien nos dio a algo que no entendíamos bien. Ya no volveremos a cuestionar esas imágenes. Igual que cuando sabemos leer ya no podemos no leer, cuando una imagen incomprensible nos es explicada, ese significado se incorpora inconscientemente a esa forma. Ni siquiera recordamos cuando no la entendíamos.
La política ha aprendido del medio, también los científicos sociales lo han hecho. No tiene sentido debatir cualquier propuesta política o política pública como si fuera un asunto meditado. Son unos puntos del power point que cambiarán por otros cuando las circunstancias lo hagan conveniente. No hay ningún interés por buscar una parte de verdad o aprender algo. El objetivo es crear las imágenes mentales que condicionarán nuestro entendimiento de la próxima realidad que nos presentarán.
Los más sofisticados descubren “casualmente” que una idea que conviene a un partido político está siendo pensada para el borrador de un ejercicio teórico por un estudioso de ciencias políticas en una universidad extranjera
Los más burdos y perezosos intelectuales inician sus parlamentos con la asunción de que su posición no solo es cierta sino ampliamente compartida, ergo incuestionable, y a partir de ahí construyen la “evidencia”. Los más sofisticados descubren “casualmente” que una idea que conviene a un partido político está siendo pensada para el borrador de un ejercicio teórico por un estudioso de ciencias políticas en una universidad extranjera.
Todos buscan el soporte intelectual, la ciencia, que vendrá a respaldar sus intereses particulares o a justificar sus errores. Y si no la hay, exigirán para sí el trato humano que no otorgaron mientras se burlaban con soberbia de la supuesta ignorancia ajena.
No se discute con independentistas, ni con extremistas de ningún signo político; tampoco con fanáticos religiosos. No se discute con fans. No se discute con gente que haría y diría ciertas cosas solo porque sus expectativas profesionales dependen de ser el más entusiasta defendiendo una posición.
La degradación del debate
Y no se discute no por falta de tolerancia sino porque no se puede. Crearon las reglas que conformaron la naturaleza del debate y luego se quejaron de que los demás las usaran. Los que hicieron del meme, el eslogan, la verdad parcial seleccionada y el sarcasmo estúpido su modus vivendi, se lamentan de que aquellos que protestaron por esa degradación del debate y perdieron la batalla, las usen como única respuesta posible.
No, no se puede debatir porque matasteis el debate. Lo asesinasteis, lo pusisteis al servicio de una causa temporal y partidista e hicisteis que cualquiera que tratara de buscar un ápice de complejidad o verdad en la confrontación de ideas fuera ridiculizado públicamente.
Lo más caritativo es responder con una caricatura: aceptadlo como un gesto de no agresión. Y si eso os resultara demasiado hiriente entonces solo nos quedará el silencio.
Javier
La aportación de Peterson es relacionar contenidos de la biblia con la psicologia y la sociologia de la historia. Es ignorancia o mala fe etiquetarle sin ninguna explicación con "su osadía y ofrecer un power point para caminar en la vida" No da ninguna solución simple, sino personal, ambigua y compleja. No es osado, porque no es innovador en absoluto, versa sobre teorias existentes. Lo más grave es aclamarlo ideólogo involuntario de la extrema derecha. Supongo que el adjetivo "involuntario" es para reducir la culpa de tamaño insulto sin haberlo argumentado, pero el resultado es el mismo, es descalificar su razonamiento por ser contrario al tuyo, es fascismo :) El poder del partido único que censura argumentos tan comunes como los escritos en la biblia... Yo podria acusarte de lo mismo, de ser una ideólogo involuntaria del movimiento politically correct. Y el remate es que diagnostiques porque tenīa dependencia a un medicamento sin ni si quiera conocerle :) Todo porque te conviene en tu argumento... y bien marcado en negrita, porque como es una suposición "muy osada y simplista" pues no debías encontrar nada más irónico :) Utiliza las jerarquias en su critica al movimiento "Politically correct": Biblical Series III: God and the Hierarchy of Authority
Talleyrand
De alguna forma estamos ya en una epoca neorromántica. El dominio de la pasión sobre la razón es aplastante. la pasion es la teledirigida por los creadores de "pasiones" no de opiniones que se mueven a sus anchas por las redes sociales. Ceci n'est pas une pipe, el famoso cuadro de Magrite se expande a todo lo humano Trump es un fascista, España es fascista, Otegui es un hombre de paz, esto no es una democracia completa.......todo mensajes lanzados a la parte límbica, a las emociones para condicionar la realidad. Nos viene otro Sturm und Drang matizado por los vigilantes de las redes, los factcheckers que decidiran que es lo correcto. Solo que esta vez la motivación de los condicionadores de opiniones es el control total, la autarquía global de las ideas. La eliminación de la discusión y los matices.
Croisic
Un par de ataques huérfanos de adecuada contextualizacion, y un discurso (para variar) políticamente correcto, sin más raíces que múltiples referencias a varios autores, en un alarde de reflexión doctrinal que no pasa de un mero barniz. Que es extrema derecha? En qué consisten las batallas culturales y cuál es la exacta aportación o intervención de Peterson al respecto. Salanfo las lógicas distancias, el artículo me recordó a cómo Gloria Alvarez "argumentó" frente a Agustín Laje en un debate sobre el tema del aborto. Mucha referencia ajena pero en lo importante no hay aportación propia o ajena. Es mi opinión a este artículo de opinión
Annett
En el 90% de las veces el debate, la confrontación de ideas, es inútil, nadie convence o persuade a nadie y porque tenemos las ideas consolidadas desde los albores de nuestra juventud y formación. Nuestro cerebro, su “entramado”, ha formulado ya las carreteras neuronales por las que circularán las ideas, las hipótesis, los juegos de recompensa de los éxitos y los fracasos. Los debates intelectuales se conviertan así en meros alardes y confrontaciones oratorias. Lucha de egos. Nunca hemos tenido como hoy mejores condiciones de formar nuestra opinión y en temas tan dispares, por ello se hace imposible dominar extensamente un tema determinado a no ser una decisión voluntaria de abundar y agotar una temática. Por ello la forma de comunicación y debate cambia hoy con las tecnologías donde no se precisan ya sesudos discursos de tomos y legajos que no garantizan per se una proyección humanista o técnica correcta, veraz y progresista hacia la conjunta sociedad. ¿Es acaso que los debates humanos históricos nos han producido una sociedad mejor? ¿Han eliminado el egoísmo, las guerras, la codicia? ¿Por qué los memes, los eslóganes, la verdad actual corta o parcial, seleccionada, han de ser poca cosa, nonada, o simples formas inservibles de formarnos hoy día? ¿Quién dice, tiene o conforma las reglas y las normas exactas de la educación? En resumen, que me ha gustado su artículo Sra. Elena Alfaro
Yorick
«Peterson señala algunas cosas que son verdad y también defiende grandes estupideces». Llegados a este punto del discurso, convendría poner un par de ejemplos, no ya de las verdades (que todos podemos inteligir), sino de las «estupideces» defendidas por el señor Peterson. Además, califica sus verdades como «algunas cosas» y sus supuestas estupideces como «grandes». Las verdades se limita a «señalarlas», mientras que las estupideces las «defiende». Se le ve el plumero, señora Alfaro.
Munna_
"Cuando me hablaron por primera vez de Peterson, yo era de la opinión de que era un excéntrico acelerado que respondía con furia desatada a majaderías mantenidas por un grupo reducido de extremistas que no representaban a nadie" ¿Un reducido grupo de extremistas que no representan a nadie? ¿En serio? "Veía en sus argumentos, en su manera de defenderlos y atacar a los adversarios, algo que me preocupaba: podría dar, probablemente sin buscarlo, soporte intelectual a una extrema derecha ávida de referentes intelectuales" La señora Alfaro está muy preocupada porque los ataques a la corrección política pueden dar soporte "intelectual" a la extrema derecha, pero no define en qué consiste exactamente para ella la extrema derecha. Más de lo mismo pero con muchas referencias a muchos autores, como es habitual.
Starets
Elena: me interesan tus puntos de vista, pero hay algo que no entiendo. ¿Cómo es que llamas "cultura" o "debate cultural" a cosas como el feminismo radical (o no radical), etc.? Para mí cultura es Bach, Matisse, Pirandello, Chéjov, etc., y debate cultural sería por ejemplo discutir sobre si la tendencia minimalista del siglo XX ha triunfado porque resulta muy barata de producir. Por ejemplo representar una ópera con los cantantes vestidos con camisetas blancas de frutero, vaqueros rotos, y paredes blancas por toda escenografía tiene una fuerte ventaja: el productor de la ópera va a ganar bastante más que si tiene que gastarse el dinero en trajes de época y buenos decorados. O por ejemplo, si buena parte de la pintura del siglo XX, como por ejemplo la de Rothko, no encuentra su razón de ser en que el señor Rothkovich (o el señor Botero, que por cierto me gusta y acepto que tiene talento) pueden pintar un cuadro de gran formato en la centésima parte de tiempo que tardaba Velázquez y cobrar más o menos lo mismo por él, etc. En una sociedad ***** (autocensurado) como la occidental, donde hace tiempo que el único progreso es el tecnológico, entiendo que llamen "debate cultural" a ideas meramente sociológicas, pero que alguien inteligente como tú acepte esas premisas sí que me cuesta más entenderlo.
Enrique Cañete Ochoa-renglon
Los slogans, una caricatura, adrenalina pura para el fan. El ser humano no es fiable en sus predicciones, solo lo puede salvar su buena fe y la de los demás, La bondad.