José Constantino Nalda (Valladolid, 1939) ha escrito dos volúmenes cuyos títulos son: “Itinerarios personales para el aprendizaje de las libertades. Su práctica en Valladolid como sociedad abierta”, y “Reflexiones a la luz del atardecer. Hacia un modelo cohesionado y consistente de ordenación territorial: de la malla vallisoletana a la red España”.
Voy a comentar una parte de esta obra, señalando de entrada la originalidad del conjunto, y al mismo tiempo, la seriedad intelectual con la que Nalda aborda las múltiples facetas, personales y estructurales, culturales e institucionales, que aparecen entrelazadas en su obra. Una precisión más: el esfuerzo analítico del autor se apoya en un anterior libro suyo, titulado “La complejidad de la Sociedad Abierta. Estructuras estacionarias. Una aproximación a los sistemas de gestión”, que fue editado por el INAP en 2012, el prestigioso organismo estatal que estudia las administraciones públicas, que Nalda dirigió en los años noventa del pasado siglo.
José Constantino Nalda es un profesor de física atómica y molecular de la Universidad de Valladolid, formado en centros de investigación de Francia y Alemania, con muchas publicaciones sobre su especialidad, al que los vientos de la historia de nuestra transición democrática llevaron a asumir responsabilidades públicas, como militante socialista, en toda la escala institucional: responsable de Hacienda en el primer ayuntamiento democrático de Valladolid; consejero de Interior y Administración Pública en el primer gobierno autonómico de Castilla y León; presidente de la Junta de Castilla y León; parlamentario en las Cortes de Castilla y León; senador por Valladolid; director del INAP, etcétera.
Nalda se ubica en la tradición de Tucídides, Hobbes o Popper, autores que utilizaron sus saberes en medicina, geometría, física o lógica matemática, para perfeccionar la práctica política"
Sin personas comprometidas como Nalda no hubiera salido tan bien la construcción de nuestra democracia. A través de las páginas de su libro conocemos cómo fue la tarea gigantesca de reformar de arriba a abajo las viejas instituciones del franquismo, o la edificación desde la nada de las nuevas administraciones del Estado de las Autonomías. El profesor Nalda organizó la moderna hacienda municipal vallisoletana; diseñó la organización territorial de Castilla y León (aunque sus propuestas de comarcalización fueron congeladas por sus sucesores); dejó su impronta en el Senado, por ejemplo, cuando fue ponente de la primera ley del Fondo de Compensación Interterritorial del artículo 158 de la Constitución; y además, lo hizo reflexionando en todo momento, y sin darse ninguna importancia por ello.
Como nunca dejó de ser un profesor, y aún lo sigue siendo, por su modo de vivir austero, propio de un castellano cabal, lo que Nalda hizo por la democracia, en realidad por todos nosotros, ha pasado desapercibido. Seguro que pasados los años, los historiadores del futuro registrarán con asombro lo que fue la tarea de personas como él, una minoría de políticos, un pequeño grupo de seres humanos que transformaron España en una nación basada en la libertad y en armonía con las democracias europeas.
Nalda no aparece a lo largo de las páginas de su libro como un héroe, por supuesto, sino como un comprometido más de un grupo de personas que querían sacar adelante un proyecto de modernización al que aspiraba la mayoría de la sociedad española. Sin embargo, aunque Nalda no lo considere así, su transformadora gestión pública fue el resultado de sus virtudes individuales -desde su competencia técnica, su probidad administrando presupuestos, a su tenacidad política-. Dicho de otra manera: su personalidad hizo posible los éxitos en sus diversas responsabilidades; con otros dirigentes políticos no hubiesen salido las cosas igual de bien.
Nunca dejó de ser un profesor, y aún lo sigue siendo. Por su modo de vivir austero, propio de un castellano cabal, lo que Nalda hizo por la democracia ha pasado desapercibido"
Esta visión mía del factor individual en los éxitos de la Transición, en la que se inserta la acción del profesor Nalda, paradójicamente, ha encontrado nuevos argumentos en la lectura de estos dos recientes trabajos. Y me refiero a esa originalidad suya, combinando su análisis sobre procesos sociales e institucionales, con sus propias experiencias individuales, sintiendo su propia vida, con sus recuerdos más personales, como un microcosmos de una Historia (con mayúscula) a la que se arrojó sin saber a dónde le llevaría.
José Constantino Nalda aplica los métodos de un científico positivo para analizar los procesos sociales y políticos que él vivió como responsable político. Su destreza con las técnicas científicas, con los métodos matemáticos (incluidos los conceptos de la matemática cuántica), le permiten ofrecernos una visión sugerente de la construcción y estabilización de realidades históricas como son los ayuntamientos, singularmente el de Valladolid; la región, destacadamente Castilla y León; o el Estado español, antes y después de su integración en el proyecto europeo. Nalda, por esta visión suya, se ubica en la tradición de Tucídides, Thomas Hobbes o Karl R. Popper, autores que emplearon los saberes técnicos, en medicina, geometría, física o lógica matemática, para perfeccionar el saber y la práctica política y moral.
En un próximo artículo, ofreceré más noticias de estos trabajos del profesor Nalda.