Opinión

La prensa extranjera

La información que el semanario británico The Economist ha dedicado al presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, ha sido reproducida con honores de primera página en un amplio sector de la prensa de nuestro país. Conviene analizar ese e

  • El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez -

La información que el semanario británico The Economist ha dedicado al presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, ha sido reproducida con honores de primera página en un amplio sector de la prensa de nuestro país. Conviene analizar ese eco porque puede brindarnos interesantes esclarecimientos, dado que la subida en influencia de la prensa extranjera es siempre consecuencia de algún déficit de la prensa nacional. Examinemos si pudiera imaginarse la situación inversa. Es decir, que un periódico español publicara una información crítica sobre el primer ministro británico, francés, alemán o italiano y que los periodistas de esos países la llevaran a la primera plana de sus diarios. Estaremos todos concordes en que no habría caso. Pero, una vez descartada la reversibilidad de la situación, se impone seguir atendiendo a las causas que la bloquean. 

Pudiera aducirse, en primer lugar, ese complejo de inferioridad que nos acompaña, lleno de sentido cuando el régimen de Franco o, ahora mismo, bajo el del venezolano Maduro y o los de sus compañeros de fatigas del grupo de Puebla, que apacienta José Luis Rodríguez Zapatero. Pero, proclamadas las libertades en la Constitución de 1978 y abolida la censura, semejante complejo carece de sentido. A partir de ahí, habría que discernir sobre el prestigio, cualidad que en un medio de prensa, como en una entidad bancaría, se edifica sobre su credibilidad y es directamente proporcional a su capacidad de mantener la imprescindible distancia crítica respecto a los poderes, ya sean gubernamentales, políticos, sindicales, económicos, religiosos, deportivos o de cualquier otra índole. 

Habría que discernir sobre el prestigio, cualidad que en un medio de prensa, como en una entidad bancaría, se edifica sobre su credibilidad y es directamente proporcional a su capacidad de mantener la imprescindible distancia crítica

Un periodista amigo recordaba, respecto a la información del semanario The Economist, como el 25 de noviembre de 1971, cuando el gobierno franquista dictó la orden de cierre al Diario MADRID, tuvo la encomienda de convocar a los corresponsales extranjeros con el intento de que informaran a sus medios de semejante barbarie. Entonces, empezaba por leerles el preámbulo de la Ley de Principios del Movimiento Nacional, que decía: “Yo, Francisco Franco Bahamonde, Caudillo de España, consciente de mi responsabilidad ante Dios y ante la Historia”. Y, al llegar a este punto, repetía lo de la “responsabilidad ante Dios y ante la Historia” añadiendo rotundo “y ante la prensa extranjera”. 

Porque Franco nunca rindió cuentas ante la prensa española, a la que mantenía debidamente amordazada, pero si se sintió responsable ante la prensa extranjera, única a la que no tenía sometida. Véanse, por ejemplo, sus declaraciones del 27 de Julio de 1936 al periodista Jay Allen, del Chicago Tribune apenas unos días después de la matanza de Badajoz. Muchos años después seguía siendo fundamental para las fuerzas de la oposición democrática hacer llegar la información de sus acciones de protesta a los corresponsales como José Antonio Novais, de Le Monde; Jacques Guillemé Brulon, de Le Figaro; Richard Eder, de The New York Times; Walter Haubrich, de Frankfurter Allgemaine Zeitung; Frederic Kasseberg, del Frankfurter Rundschau, o Harry Debelius, de The Times

Si ahora volviera a ser dominante la influencia de la prensa extrajera sería por el palmario incumplimiento de sus deberes por parte de la prensa española, Continuará.

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