Frazier tumbó a Clay. Luis XVI envió a Robespierre a la guillotina. Spassky jaqueó a Fisher. Napoleón venció en Waterloo, el Aleti se impuso al Madrí en la final de Lisboa y Feijóo excarceló a las fieras más sanguinarias de ETA. Así se escribe la historia. El PP sacándole al Gobierno las castañas de Txapote del fuego de la ignominia en uno de los episodios más lacerantes de la democracia.
Subió enfurecido Feijóo al estrado, malherido por su pifia con la ley de la suelta de etarras. Sangra por un costurón que tardará en cerrar. Entró de cabeza en el asunto, sin mención al problema migratorio o fiscal, los temas del plenario. Sentó a su derecha a Mari Mar Blanco, un gesto hacia las víctimas desoladas, sincero pero ortopédico, seguramente estéril. El incendio intramuros no afloja. Los simpatizantes no lo entienden, las bases piden ceses y el aparato no reacciona. Reconoció su tremendo yerro al votar la ley que reduce el cumplimiento de condenas a los criminales de ETA: "Hay mucha gente que se siente decepcionada y tienen razón". Lo intentó enmendar: "No es lo mismo un error que la bajeza moral de impulsar una ley a sabiendas". La contrición es ejercicio que desaconsejan los politólogos, pero, dado el caso, se hacía imprescindible. Tanto daño ha producido el catastrófico patinazo que urgía esta humillación de cerviz para levantar luego la frente y emprenderla a sonoros sopapos con un Pedro Sánchez entre distante y huidizo.
Ni siquiera había entrado en el Hemiciclo, como es costumbre, junto a su vice Emejota Montero, que llegó tempranito en silla de ruedas. Quizás metáfora de cómo anda su patio. Lo hizo en compañía de Pilar Alegría, otra abrasadita, que se inmoló la víspera en la sala de Prensa de la Moncloa por defender a la dona imputada. Aparecía más solo que nunca, ensoberbecido en su obelisco, enrabietado y huraño, con un cierto aire de emperador de hojalata, un poco como la Colombine de Cansinos Assens, aquella pionera del periodismo femenino que trataba a todos como peleles para que le aplaudieran como corderos. En sus burletas de respuesta a la oposición se quiso irónico, ocurrente, sobrador. Resultó un cuentachistes fanfarrón, un tabarra recurrente, un penoso monologuista. Derecha, ultraderecha, bulo, delito de odio... la jerigonza de siempre, esas ocurrencias tan manoseadas como el rodillo del metro que los nuevos escribidores del Ala Oeste no logran renovar.
Feijóo, vehemente y retador
Madame Francina le recordó al líder del PP lo que ordenaba la agenda. Se trataba de hablar de inmigración y de fiscalidad y ni lo uno ni lo otro. Irritadísima respuesta del aludido, más encendido que nunca: "Sánchez ha hablado de la dignidad de los inmigrantes y yo tengo derecho a hablar de la dignidad de los españoles asesinados por ETA. Y lo voy a hacer". Vehemente y retador, incluso estrenó un término, más bien de tertuliano o gacetillero, para bautizar a la claque socialista. La 'loro party' la bautizó. Otro desubicado truquillo para salir del lodazal.
Se divirtió también el presidente de los populares propiciando un ingenioso repaso a las grescas intestinas que protagonizan, ya sin recato, diferentes miembros del Ejecutivo, la de Trabajo contra la de Seguridad Social, el del Banco de España contra el de Economía, la de Defensa con el de Exteriores, los socios comunistas contra la de Vivienda, los barones periféricos sublevados... "Usted merece tanta confianza como la que le dispensan los socialistas de Castilla y León". El PP arde a estas horas por el flanco de Txapote. No acierta a salir de él. De los incendios hay que huir, escapar y no prorrogarlos hasta el lunes próximo. Siete días de titulares, de tensiones, de reproches. "Engañó a las víctimas, les dio su palabra y se ha puesto en manos de Bildu. Le pido que retire esa ley que deja sin efecto más de 300 años de prisión a condenados por terrorismo. Si no lo hacen, disfrutará de una victoria miserable", sentenció vehemente. Patxi López, orondo y facundo, agitó la intervención más indecente y cobarde de la sesión, escupiendo sobre las tumbas de quienes no se debe.
El lunes negro de Begoña
¿Y qué pasa con Begoña? Dos días después del lunes negro de la familia, con tres sonoros reveses de los que escuecen (Audiencia de Madrid en pro de Peinado, máster suspendido en la Complutense e invitación preferente a la comisión que le ha montado Ayuso), el gran caso que tensa los iracundos maseteros del narciso del progreso apenas era objeto de alguna tibia mención. ¿Se va usted a querellar también contra los tres jueces de la Audiencia madrileña? ¿Reforzará con más ministros su comité de censura?, que oportuna pregunta del líder de la oposición, (los ecos estuvieron a cargo de Cuca) quien devolvió las puyitas de guardería sobre 'la jefa' del PP con un ingenioso apunte: "Por cierto, para jefa la que tiene usted en la Moncloa, que por cierto le han echado del trabajo". Y obligadas frasecitas sobre el orden del día. Los datos sobre inmigración ilegal no cuelan, su aportación a este problema es cero, le preocupa más Waterloo que las Canarias. "Ha colocado al país en una situación tóxica. Los españoles somos más pobres pero no más imbéciles".
¿Qué pasa con el rey de Marruecos?
Sánchez -que no se resistió a agitar a Ayuso, a anunciar la caída de Feijóo-, había abierto la sesión con un discurso entre justificativo y lacrimógeno sobre la emigración. Datos falsos, promesas aturulladas, improvisaciones buenistas. Pura hojarasca falsaria, farfolla descompuesta que ya nadie cree. Habla en el vacío, casi pedaleando en la nada, diría la gran vocera. Santiago Abascal, al fin presente, lo había puesto en su sitio. Cifras como mandobles, argumentos contundentes, advertencias pasmosas. Y una frasecita feliz: ¿Por qué tenemos que quedarnos con los niños que vienen de Marruecos. Devuélvaselos a sus padres, donde deben estar, hágalo usted que es tan amigo del rey Mohamed. No sabemos lo que pasa entre usted y ese rey de Marruecos". Este comentario en torno a las sombras de Rabat indignó tanto al gran narciso que se empleó luego a fondo contra Vox con un empeño hasta ahora desconocido. Acusó el golpe, al parecer, el ofendidito y hasta recurrió a argumentos tan inoportunos como reprocharle a Abascal que siempre vivió del erario. Dicho por Pedro, en el partido desde sus tiempos del basket en el insti, no dejó de sonar a broma.
El asunto migratorio era la excusa para grescas paralelas. La más divertida fue la de Nogueras con Rufián y viceversa. Cuando los liliputienses nacionalistas sacan pecho por ver cual es más xenófobo circula una risa soterrada en el Hemiciclo. Dos oportunistas haciendo el ridículo mientras se lo llevan. Dos verseros tramposos jugando a darse codazos. Això es Catalunya. Lo arregló Ione Belarra que, huérfana de discurso, brujuleó por la salsa rosa del Rey Emérito. Tellado, ya que no Zarzuela, salió en defensa del ofendido.
A la gente de Génova le cuesta entender que al sanchismo no se le puede ceder un centímetro de terreno, no se le puede dar una oportunidad, tender la mano a una negociación, acudir a sus citas ni para las fotos, escucharlo, debatir, cruzar ideas. Ni una de sus promesas es cierta ni una de sus propuestas es decente. En el PSOE todo es rastrero, tramposo, abyecto. Es preciso estar atento. Los despistes se pagan. Feijóo ha tomado nota. Se supone.