Opinión

La resaca del Brexit

El referéndum no se va a volver a celebrar, al menos en el corto y medio plazo, pero el Gobierno de Rishi Sunak tiene que encontrar el modo de enmendar el roto que se hicieron a sí mismos

  • Manifestación contra el brexit en Londres

El pasado 31 de enero se cumplieron tres años desde que el Reino Unido abandonó la Unión Europea. Es una fecha redonda. En principio en tres años pasan suficientes cosas como para hacer un balance preliminar de algo, es una cantidad de tiempo no muy prolongada, pero sirve para hacerse una idea de cómo ha ido algo. El problema con estos tres últimos años es que han sido cualquier cosa menos normales. Desde el 31 de enero de 2020 ha pasado de todo: hemos tenido una pandemia, una crisis energética, un repunte inflacionario y una guerra en suelo europeo. Esto complica mucho hacer ese balance porque estas cuatro desgracias en cadena han influido de forma decisiva en todo lo que ha pasado desde entonces. Pero las sucesivas crisis han afectado a toda Europa, no sólo al Reino Unido, por lo que lo suyo es comparar cómo les ha ido a los unos y a los otros para hacernos una idea de quién ha salido más magullado del desencuentro.

La Unión Europea primero y antes de cualquier otra cosa es un área de libre comercio. Así lo concibieron los padres fundadores en la década de los cincuenta y así quedó consignado en el Tratado de Roma de 1957. La idea era volatilizar las fronteras, primero para los bienes y luego para todo lo demás. El Reino Unido, que ingresó en la entonces Comunidad Económica Europea en 1973, llevaba casi medio siglo viviendo en ese líquido amniótico. Salirse de él ha tenido consecuencias. Las empresas británicas que comerciaban con el continente sin traba alguna se encontraron de golpe con trámites, papeleo y controles. Es cierto que no hay aranceles, pero sí todo lo demás. La burocracia, antes inexistente, es ahora omnipresente para cualquier producto o persona que quiera salir o entrar en el país.

El Reino Unido no era un miembro cualquiera, era la segunda economía de la Unión. El flujo comercial que tenía con sus socios era muy activo, de aproximadamente medio billón de euros al año. La economía británica estaba plenamente integrada en la europea lo que agitó los temores tan pronto como se tuvo noticia del resultado del referéndum de 2016. Tras la salida los intercambios comerciales sufrieron una abrupta caída, luego se han ido recuperando hasta alcanzar niveles parecidos a los de antes de la pandemia. En esto parece, por lo tanto, que el Brexit no ha afectado demasiado, aunque siempre se puede argüir que, de haber estado dentro, el comercio podría haber crecido, pero eso es tan sólo una conjetura.

Eurostar, una compañía ferroviaria que une Londres con París, Bruselas y Ámsterdam a través del Eurotúnel, no ha vuelto a 2019 en términos de pasajeros, se encuentra entre un 20% y un 25%

Los trámites fronterizos no han hecho mella en los grandes exportadores, pero sí en los pequeños a la luz del descenso en la variedad de productos que salen del Reino Unido con dirección al continente. Son muchos menos que antes de abandonar la Unión, lo que sugiere que a las pequeñas empresas no les compensa pasar el dédalo burocrático de la aduana. Algo similar ha sucedido con el tráfico ferroviario de pasajeros. Eurostar, una compañía ferroviaria que une Londres con París, Bruselas y Ámsterdam a través del Eurotúnel, no ha vuelto a 2019 en términos de pasajeros, se encuentra entre un 20% y un 25% por debajo dependiendo de la ruta. En ello ha tenido que ver el hecho de que los pasajeros tienen que sortear a su llegada un farragoso control de pasaportes que antes no existía.

Exportar cuesta más no sólo a las empresas británicas, también a las del continente. Eso ha impulsado hacia arriba el precio de la cesta de la compra. Es cierto que inflación hay en toda Europa, pero en el Reino Unido es algo más alta que en otros países, especialmente en lo relativo a los alimentos, buena parte de los cuales son importados de la Unión Europea. Aunque no haya aranceles en los tomates que vienen de España, el queso de Francia y el vino de Italia, sí que tienen que pasar por los trámites aduaneros, eso implica una complicación más con sus costes añadidos y el producto se encarece.

Uno de los argumentos que los partidarios del Brexit esgrimían durante la campaña era que el país recobraría la independencia y el control de sus propios asuntos. Eso les permitiría llegar a acuerdos comerciales con el resto del mundo sin necesidad de pasar por Bruselas, acuerdos que serían mucho más convenientes y cercanos a la realidad de la economía británica. Los sucesivos Gobiernos se pusieron a ello y hasta la fecha han suscrito más de setenta acuerdos comerciales con países de todo el mundo, pero no han traído nada nuevo, la mayor parte de ellos no son más que calcos de los que ya tenía cuando formaba parte de la Unión Europea. Algunos de los nuevos acuerdos se vendieron como revolucionarios, caso del que firmaron con Australia y Nueva Zelanda en 2021, pero ambos están en las antípodas por lo que el transporte encarece las mercancías. Algunos agricultores británicos, además, se han quejado por los términos de estos acuerdos ya que podrían perjudicarles.

El año pasado, la administración Biden perdió por completo el interés en el tema y las negociaciones se paralizaron. Empezaron entonces a negociar con los Estados individualmente

El acuerdo comercial con Estados Unidos, que era una de las grandes promesas del Brexit, está encallado desde hace tres años. A finales de 2020 acordaron fijar condiciones sobre una serie de productos sueltos, pero esas condiciones eran las mismas que ya tenían cuando estaban en la Unión Europea. El año pasado, la administración Biden perdió por completo el interés en el tema y las negociaciones se paralizaron. Empezaron entonces a negociar con los Estados individualmente. Han tenido conversaciones con las autoridades de Texas, Carolina del Sur y California, pero son simples brindis al sol ya que todo lo relacionado con los aranceles es una competencia federal.

Otro de los apartados que no han mejorado desde que se consumó el Brexit es el de la inversión, que apenas ha crecido desde el año 2016. Los inversores son alérgicos a la incertidumbre y eso mismo es lo que ha sobrado en el Reino Unido desde que votaron por salir de la Unión Europea. Durante los casi tres años de negociaciones nadie quiso dar un paso en falso en espera de que se aclarase el panorama. A finales de 2019 se supo que el Brexit iba a ser duro, luego vino la pandemia y todo lo demás.

La escasez de trabajadores ha contribuido también a que suban los precios y a que muchos servicios públicos estén fallando para disgusto de los británicos, que encadenan desde hace meses una huelga tras otra

La economía británica sigue siendo muy dinámica y emprendedora, pero le faltan trabajadores, un problema que podría paliarse dentro de la Unión, donde rige la libre circulación de personas, pero una vez fuera esa ventaja la pierde. Cualquier comunitario que se quiera mudar al Reino Unido a trabajar tiene que solicitar un visado y eso significa papeleo y gasto. Antes de oficializarse la salida, el Gobierno de Theresa May anunció un programa de puntos para atraer talento del extranjero, pero sus resultados no han sido los que esperaban. En las áreas donde más trabajadores faltan como la hostelería, la agricultura o el transporte no importa tanto la calidad como la cantidad y eso mismo es lo que les falta. La escasez de trabajadores ha contribuido también a que suban los precios y a que muchos servicios públicos estén fallando para disgusto de los británicos, que encadenan desde hace meses una huelga tras otra.

Algo parecido ha sucedido con los que lamentan haberse marchado. No ha tardado la prensa local en poner nombre a ese movimiento en continuo crecimiento, les llama “bregretters”, una abreviación de la palabra Brexit y el verbo regret (arrepentirse). Los “bregretters” son cada vez más. En enero de 2020 ante la pregunta de si el Reino Unido se había equivocado abandonando la Unión Europea algo respondían que sí algo menos del 50%, hoy ya son el 60%. Es decir, que si se repitiese hoy el referéndum seguramente el resultado sería otro. El referéndum no se va a volver a celebrar, al menos en el corto y medio plazo, pero el Gobierno de Rishi Sunak tiene que encontrar el modo de enmendar el roto que se hicieron a sí mismos votando por la salida primero y llevando a cabo una negociación tan desastrosa después.

A Sunak le quedan poco menos de dos años en el poder (eso en el caso de que consiga llegar vivo políticamente a las elecciones). Lo más probable es que esas elecciones las pierda el Partido Conservador y vuelvan los laboristas después de quince años en la oposición. A su líder, Keir Starmer, le corresponderá reenfocar la relación con la Unión Europea. Es poco probable por no decir imposible que en su programa incluya la repetición del referéndum ya que eso mismo es lo que esperan los conservadores para hacer así una campaña centrada de nuevo en el Brexit. No les dará ese gusto, pero tendrá mucho trabajo entre manos para restañar todas las heridas que este asunto ha creado dentro del país.

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