Opinión

La tragedia americana

Donald Trump y Kamala Harris
Donald Trump y Kamala Harris. EFE / Allison Dinner / Nathan Howard

América es el único país en la historia creado por una idea, la expresada en su Declaración de Independencia: “Sostenemos como evidentes estas verdades que los hombres son creados iguales, que son dotados por su Creador de ciertos derechos inalienables; que entre estos están la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad”. Esta ha sido la excepcionalidad americana, el origen de su fortaleza y de su conversión en el símbolo de una doctrina revolucionaria: la de la libertad. A lo largo del tiempo, ese principio encarnado en la democracia liberal y en el capitalismo hizo de los Estados Unidos la nación más libre y próspera del mundo, la luminosa ciudad en la colina descrita por Ronald Reagan.

Ahora, eso ha cambiado. Los EEUU son todavía la mayor potencia mundial pero han perdido o corren el riesgo de perder su alma. No se trata de una pérdida teológica sino de la erosión de los principios sobre los que se sustentó la prodigiosa singularidad norteamericana. Frente al optimismo y la confianza en un futuro de expectativas ilimitadas, la América de 2024 se encuentra en una situación muy preocupante por una sencilla razón: se ha alejado del ideario de los 'Founding Fathers'. Su legado ha sido abandonado por los dos grandes partidos, el Demócrata y el Republicano. En ambos no queda casi nada de lo que fueron en el pasado.

No es que se hayan adaptado a los tiempos. Se han convertido en las facciones denunciadas por Madison en 'El Federalista' para las cuales la persecución del 'American dream' ha dejado de ser una aventura individual para transformarse en un objetivo al servicio de los intereses colectivos, de los grupos que configuran en la actualidad la base de los dos partidos. Alrededor del movimiento MAGA los republicanos y del 'woke' los demócratas, la política estadounidense se ha transformado en una batalla entre dos tipos de religiones seculares, dogmáticas y antagónicas, muy alejadas de lo que, con breves intervalos, fue el corazón de la tradición política norteamericana.

En noviembre se celebrarán unas elecciones presidenciales decisivas tanto a efectos internos como globales. Y esos comicios son algo muy parecido a la tesitura definida como la “alternativa del diablo”. Ni los demócratas ni los republicanos de esta hora creen y defienden el Gobierno limitado creado por los 'Founding Fathers'. Unos han acentuado su tendencia histórica a extender cada vez más el poder del Estado; los otros se han transformado en un partido cesarista con su fe puesta en un líder con una evidente vocación autoritaria y salvado por la Providencia de un atentado para acabar con su vida. Entre ambas opciones estatistas se debate quien regirá los destinos de América en los próximos cuatro años.

Los demócratas y los republicanos de esta hora han roto el 'melting pot', un crisol de culturas en el que los individuos estaban unidos, con independencia de su raza, de su religión etc., por una aceptación de la ciudadanía común y por una idea integradora, la de ser americanos. Los primeros han destruido ese ideal con sus políticas identitarias y de discriminación positiva; los segundos, con una concepción nativista y exclusivista de la ciudadanía reflejada en su rechazo de la inmigración contemplada, como sucedió con los irlandeses, con los italianos o con los judíos en el pasado, una amenaza a la identidad cultural de los EEUU. América se ha tribalizado gracias a las políticas de los demócratas y de los republicanos durante los últimos años.

Cuando Trump copia el viejo lema de Reagan “Hagamos América grande de nuevo”, su proyecto es radicalmente diferente al del Gran Comunicador. Este no tenía una posición defensiva, sino ofensiva. Creía en una América capacidad de mantener su primacía sin replegarse sobre si misma. Tenía una confianza en sus conciudadanos de la que Trump carece. Por eso, Reagan defendía el libre comercio, no el proteccionismo; era favorable a la inmigración, no a su erradicación; asumía el liderazgo norteamericano en mundo libre, no el aislacionismo, etc. Creía que la libertad en todos los campos era la principal fuerza de América tanto dentro del país como en la esfera global. A diferencia de Trump no dudaba de la superioridad moral y de eficiencia de una sociedad libre. por eso, Trump no es el adalid de un renacimiento de América, sino un símbolo de su decadencia.

"Reagan defendía el libre comercio, no el proteccionismo; era favorable a la inmigración, no a su erradicación; asumía el liderazgo norteamericano en mundo libre, no el aislacionismo, etc".

Hay quien dice que los desafíos a los que se enfrenta ahora América y, en potencia, un Trump presidente son distintos a los que se enfrentó Reagan y, en consecuencia, el reaganismo es un ideario desfasado. Sin duda los tiempos y los problemas cambian pero no así el ideario para abordarlos. Para Reagan, la fuerza de América residía en la libertad, sintetizada en su célebre máxima “El Estado no es la solución; es el problema”; Trump no piensa eso. Y esta diferencia es fundamental. El republicanismo trumpiano, si así puede llamársele, es el de los años 20 y 30 del siglo pasado, el del cierre de América al exterior cuyas consecuencias fueron una guerra comercial que prolongó la Gran Depresión en USA y la extendió al resto del mundo y una política internacional pasiva que hizo posible la emergencia de estados totalitarios y condujo a la II Guerra Mundial.

Por su parte, los demócratas se han transformado en una formación dominada por una izquierda radical cuya filosofía es la impugnación o, para ser precisos, la perversión de los ideales norteamericanos. Ya no se trata sólo de emplear el Estado como un arma para mejorar las condiciones de las capas o de las minorías menos favorecidas al estilo del New Deal de Roosevelt o de la guerra contra la pobreza de Johnson, sino de imponer un sistema único de valores incompatible con una sociedad abierta. Nunca, desde finales de los años 60 y principios de los 70 del siglo pasado, el Partido Demócrata se había radicalizado tanto. Se ha transformado en una coalición de tribus identitarias que representan una América invertebrada, intolerante como la abrazada por sus rivales republicanos, y profundamente antiliberal en el sentido clásico del término.

A priori, los resultados de las elecciones presidenciales en USA no llaman al optimismo gane quien gane. El país más poderoso del mundo está mostrando una sorprendente e inédita falta de capacidad para encontrar un presidente a la altura del país y de los tiempos. Sólo queda esperar que los dioses iluminen a quien sea elegido presidente.

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  • A
    Almanzorysutambor

    A mí lo que le pase a EEUU de la trae al pairo. Bueno, si se autodestruyen entre ellos me alegraría. Es lo mínimo que desearía un verdadero patriota y no un siervo, que a sus enemigos históricos (anglosajones) les vaya mal, y así, a la hispanoesfera nos irá bien. ¿Fácil verdad? Respecto a que los EEUU se crearon en torno a una idea y bla, bla, bla..., sí, la idea de que fue construida con todos los delincuentes, prostitutas y demás gente de "orden" que los ingleses arrojaron allí. Lo de nación libre y próspera, sobre todo libre, y lo de democracia liberal y capitalismo como elementos de elogio, disculpe que no lo discuta, sólo me carcajearé (no hay más que ver el bien que ha hecho al mal llamado mundo occidental: guerras, dictaduras a dedo, relativismo moral, destrucción de la clase media, materialismo enfermizo, "pandemias", control social...Capitalismo dice...)

  • N
    nataliany

    La tragedia es tan "americana" como la coca-cola que se vende mucho más en las provincias que en la metrópli imperial. Y, las alternativas , no son "equiparables" . Trump es, claramente, nuestro "Son of a bitch" .Basta ver el terror que produce en los fieles medios "occidentales", en las hordas woke mundiales que le han convertido en el nuevo "Hitler" que encarna todos los pecados de la modernidad. De qué iban a comer los propagandistas,activistas lobbystas del NOM con Trump en la Casa Blanca? O preferimos seguir inyectando fondos en la ONU, OTAN,OCDE.... y millones de ONGs para que destruyan,no ya nuestro "american dream", sino el mundo? Qué votarían Sánchez y todo el tinglado parásito,servil y viscoso europeo?

  • V
    vallecas

    Completamente de acuerdo pero ¿Cómo hemos llegado hasta aquí?.
    La descomposición de la Izquierda es la causa de lo descrito en USA y en la Europa
    La izquierda ha mutado hasta convertirse en un poder destructivo. Reviven los peores sentimiento humanos para destruir a la sociedad. Se ha dejado ayudar por los enemigos de Occidente (Rusia, China, Irán, Islamismo, terrorismo) la izquierda defiende a Hamas¡¡.
    La extrema derecha es un sub-producto de la Izquierda Radical, de la extrema izquierda. La izquierda tradicional quería modificar el reparto dentro de la estructura.
    La izquierda actual está dinamitando los cimientos de la sociedad.

    • M
      MiLu

      ¿Cómo hemos llegado hasta aquí?

      Como diría el banderillero Miranda, que llegó a gobernador civil de Huelva. «¿Cómo?», le preguntó un amigo... Pues degenerando, degenerando.