Opinión

Libertad, 93; Sánchez, 5

Es evidente que el juego sucio practicado Sánchez ha resultado doblemente perjudicial para España.

  • Sánchez jugando a baloncesto sobre ruedas -

Sabido es que en su juventud Pedro Sánchez jugó al baloncesto en la cantera del Estudiantes, club emblemático del deporte del aro español. A pesar de que, según parece, nunca destacó especialmente en su faceta de jugador, no creo que jamás cosechara una derrota tan abultada como la que la Libertad le infringió el jueves pasado en la Junta General de accionistas de Ferrovial. En efecto, pese a que durante el partido Sánchez no cesó de cometer todo tipo de infracciones al reglamento, pasos, zona, faltas personales, su evidente mal juego le hizo perder ante la Libertad por un estrepitoso 93-5, marcador humillante que quedará registrado en los anales de la Historia, incluido en el capítulo destinado a la “Memoria Democrática”.

Y eso que el deficiente jugador intentó todo tipo de tácticas sucias y artimañas antideportivas intentando revertir el marcador, objetivo que le llevó a insultar a Ferrovial y a sus directivos, amenazar a los accionistas de la sociedad y a intentar coaccionar el futuro trabajo de la Agencia Tributaria. Las marrullerías de Sánchez no le sirvieron y las canastas del equipo de la Libertad le llovieron por todos los lados: socios vinculados a la dirección de la compañía y socios ajenos, accionistas grandes y pequeños, fondos de inversión nacionales e internacionales…, todos contribuyeron al humillante 93% con el que la junta de Ferrovial eligió la Libertad y humilló a Sánchez, frente a un exiguo 5% que optó en sentido contrario. Y eso que el mediocre jugador lo intentó todo.

Que varios miembros del Gobierno hayan intentado coaccionar a los funcionarios de la AEAT anticipando ellos el criterio que solo corresponde legalmente a los segundos es una infracción en toda regla

En efecto, intentó ganar el partido a base de lanzamientos triples con las descalificaciones e insultos vertidos contra la compañía y sus directivos realizados incluso en una rueda de prensa celebrada fuera de España y estando presente en el atril de al lado un mandatario extranjero. La cara del anfitrión era un poema escuchando como Sánchez llamaba antipatriota a un empresario de su propio país. Él y los suyos, que gobiernan gracias al apoyo de partidos independentistas cuyo anhelo es reducir la dimensión de España, se permitieron llamar antipatriotas a unos empresarios que crean riqueza y generan puestos de trabajo en suelo patrio. Al fallarle los triples, Sánchez intentó que su equipo remontara a base de contrataques, pasando a amenazar a Ferrovial y a sus socios con infringirles inadecuadamente un coste fiscal improcedente, contrario a las reglas que la Unión Europea ha dispuesto para las operaciones de reestructuración empresarial y que son de obligado cumplimiento en España. Pero para realizar la amenaza, el fallido baloncestista ordenó el lanzamiento de sucesivos tiros libres a sus compañeros de equipo, la vicepresidenta económica del Gobierno, el segundo cargo en relevancia de la citada vicepresidencia, el ínclito José Luis Escrivá y hasta la propia ministra de Hacienda. Todos se apresuraron a predeterminar la calificación fiscal de la operación proyectada por Ferrovial ninguneando las competencias legales que solo corresponden a la Agencia Tributaria y, por lo tanto, ninguneando también a ésta. Que varios miembros del Gobierno hayan intentado coaccionar a los funcionarios de la AEAT anticipando ellos el criterio que solo corresponde legalmente a los segundos es una infracción en toda regla del reglamento de juego, pero tiene delito que lo haya hecho también la propia ministra de Hacienda que es la superior jerárquica de la AEAT. Qué desfachatez y qué vergüenza.

La desfachatez y la vergüenza de lo realizado por los citados miembros del Gobierno y especialmente por M. J. Montero son de tal dimensión que, conociendo como conozco a la directora general de la Agencia Tributaria y a su presidente -los dos son unos profesionales como la copa de un pino-, me imagino que su sorpresa, su estupor y su disgusto han debido ser mayúsculos. Estos días he hablado con varios inspectores destinados en la AEAT y todos me han trasladado el estado de indignación que les inunda. Califican como inaceptable y rechazan categóricamente la intromisión en las competencias del organismo que ha realizado el Gobierno, pues ni le corresponde a éste decidir la cuestión a dirimir ni es el momento en el que ha de dirimirse, motivos por los que las manifestaciones de los ministros solo podían interpretarse como una declaración firme respecto a la voluntad del Gobierno de imponer la decisión que deba adoptar en el futuro el organismo que tiene la competencia legal para adoptarla, la Agencia Estatal de Administración Tributaria. En definitiva, una escandalosa instrumentación de la entidad como jamás se había visto hasta ahora.

La irresponsable actuación del Gobierno ha colocado a la AEAT en una posición loser-loser. De ahí la indignación de los funcionarios que deberán realizar la comprobación tributaria de la operación ya decidida por Ferrovial.

Además, consideran que al hacerlo el Gobierno ha situado a la AEAT en una encrucijada diabólica dado que se han proyectado sombras de duda sobre la actuación futura de sus técnicos fuera cual fuese el criterio que se adopte en el futuro. En efecto, a modo de hipótesis y solo de hipótesis, si la AEAT considerara que no procede la aplicación del Régimen Fiscal Especial europeo a la operación societaria de Ferrovial, la sociedad española podría pensar que la AEAT se ha avenido a las órdenes políticas del Gobierno. Si por el contrario se considerase que el citado Régimen si resulta aplicable, la sociedad española podría pensar que la AEAT ha adoptado su decisión con el exclusivo fin de demostrar que es independiente en sus decisiones técnicas. En definitiva, la irresponsable actuación del Gobierno ha colocado a la AEAT en una posición loser-loser. De ahí la indignación de los funcionarios que deberán realizar la comprobación tributaria de la operación ya decidida por Ferrovial.

Y que conste que en mi opinión el análisis del caso conduce a considerar que en el caso de Ferrovial no se da la conducta fraudulenta que, según la Ley del Impuesto sobre Sociedades, determinaría la inaplicación a la operación del Régimen Fiscal Especial vigente en la Unión Europea. Las ventajas que supone para Ferrovial la residencia en Países Bajos cara a su financiación son evidentes. Existen en lo que se refiere a los recursos propios pues la dificultad de la doble cotización bursátil en España y en Nueva York es reconocida por el propio secretario de Estado de Economía cuando manifiesta la posible exploración de la posibilidad. Y existen también en lo referente a financiación ajena pues debe considerarse que el riesgo-país es mayor en España que en Países Bajos -nuestra prima de riesgo es 105, la de ellos 36-, lo que implica que el cambio de residencia favorecerá el abaratamiento en la captación de recursos ajenos. En definitiva y en contra de lo reiterado por el Gobierno, sí existe una motivación económica válida para que el grupo Ferrovial traslade su domicilio fiscal a través de la fusión inversa que ha aprobado en la reciente junta general. Por cierto, así lo ha considerado la AEAT en supuestos similares.

Valores éticos y morales

En cualquier caso, es evidente que el juego sucio practicado Sánchez ha resultado doblemente perjudicial para España. De una parte, minando nuestro prestigio exterior que ha resultado deteriorado por la histérica reacción del Gobierno encabezada por su presidente y materializada con la proyección internacional antes reseñada. De otra, afectando negativamente a la imagen de una institución estatal tan relevante como la AEAT a la que se ha situado en el foco de una estrategia política execrable. Y todo ello para acabar perdiendo el partido con un marcador de escándalo, 93-5, una auténtica paliza. Se entiende que jugando así Sánchez no pasara de las categorías inferiores del Estudiantes. Quizás por eso no tuvo tiempo de aprender debidamente los valores éticos y morales que se enseñan en el club.

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