De un año a esta parte, la política española ha derivado en un tobogán de piruetas con idéntico punto de salida y destino. Los mismos cuatro nombres. Mariano Rajoy, Pedro Sánchez, Albert Rivera y Pablo Iglesias. Los mismos números tras el 26J. Esa combinación que ha roto los absolutismos de las mayorías absolutas (a izquierda y derecha) por el sano ejercicio del pacto y la cesión. Aunque escueza a los egos que campan por algunos ministerios. En apenas nueve días, se cumplirá un año del debut de la duodécima legislatura. Un 19 de julio que cerró un período de interinidad de 111 días en el que sólo la buena marcha económica aportaba sentido común en una pelea por el sillón desprovista de toda lógica matemática. Por más combinaciones, permutaciones o variaciones buscadas, algunos pactados con grandes fastos y otras que quedaron en apenas unos versos de televisión en televisión y flirteos a puerta cerrada, la única aritmética posible terminó por desbloquear a España. Arrancaba una legislatura por la que no apostar un par de cervezas. Con un gobierno del PP sin mayoría absoluta y sostenido por primera vez por la abstención del primer partido de la oposición. Cuándo volveríamos los españoles a las urnas era la incógnita de todas las conversaciones.
Un año después vivimos en el envés de aquellos días. Cierto es que el elenco político sigue desglosado en las mismas caras, pero ya no son los mismos rostros. Rivera, desprovisto de las urgencias por querer ser el mentor del desbloqueo político de antaño, ha sabido echar callo en esa simbiosis de socio de gobierno que es hoy Ciudadanos. Ora ángel, ora demonio para el PP. Un camino acertado en ese intento de querer convertirse en el Macron que tanto necesitaríamos por estos lares. De momento, en ese juego de ‘esto sí y aquello no’, Ciudadanos va colgándose medallas en la solapa. Ya logró buenos réditos en el Presupuesto de 2017. Ahora ha vuelto a apuntarse un tanto con la exención de impuestos a las rentas más bajas y la reducción a los mileuristas, un guiño a las franjas abandonadas y huérfanas tras el giro izquierdista de Sánchez. Un movimiento que hace que Rivera desee una legislatura larga. Despejado el espacio del centro, la posibilidad de ganar enteros en ese caladero de votos entre las diferentes sensibilidades del PP hace mirar a Rivera hacia el nadir de la legislatura en 2020.
Que el Partido Popular desea una legislatura larga parece evidente. Y más cuando maneja algunas encuestas internas que otorgan al sumatorio de socios de gobierno (PP y Ciudadanos) la mayoría absoluta. “Con más tiempo, y la economía creciendo, habrá más capacidad para intentar acercarse a la mayoría absoluta en solitario”, desliza algunos de los más optimistas en el PP. Pero, ¿qué quiere el PSOE? Por más que Pedro Sánchez se erija ya en líder de la izquierda, tras su súbita resurrección, solicitando la salida de Rajoy de Moncloa, el adelanto electoral tampoco le interesa. Estos días de purga continúa en Ferraz, el Grupo Socialista y demás órganos de gobierno demuestran que Sánchez debe todavía calmar muchas aguas para que las decenas de afluentes que fluyen ahora por el PSOE no terminen ahogándolo. Además, el cambio operado en el PSOE puede ser determinante para calibrar la dimensión de la propia legislatura, ya sea por la consecución, poco probable, de una alternativa de izquierdas que en una moción de censura provoque un cambio de Gobierno, ya por las dosis de ingobernabilidad incrementada que incorpora, y que se harán más explícitas a medida que se acerquen las convocatorias electorales locales y autonómicas. De esta manera, tanto al PSOE, como al PP, que necesita preparar con calma el relevo de Rajoy, les interesa una legislatura larga.
Hay otros dos grandes temas subrayados en la agenda de Mariano Rajoy que sí invitan a pensar a largo plazo. Los dos están entre sus 150 compromisos firmados con Ciudadanos. El primero, el ansiado Pacto por la Educación que obligaría a una legislatura larga para poder desarrollarlo. Y el segundo, la reforma de la financiación autonómica, otro de los cebos del PP. “Si Rajoy consigue sentar en la mesa a los barones socialistas, tiene la legislatura ganada”, mantienen en Génova. “Los presidentes autonómicos del PSOE necesitan ese acuerdo como bandera para las elecciones regionales, así que si Rajoy consigue sentarlos para negociar, ya ha ganado”. Dicho y hecho. El extremeño Fernández Vara se rebeló contra la orden de Ferraz de ir contra la subida de la financiación autonómica diseñada por Montoro. Vara necesita al PP para sacar adelante sus presupuestos en Extremadura. Y no será el último aliado del PSOE que aparezca por el camino.
Despejada la aprobación del techo de gasto para 2018, los tempos de la legislatura parecen encaminados hacia ese 2020. Tanto con las formaciones canarias como con el PNV el pacto tenía una longevidad superior a este año y no parece que vayan a poner obstáculos adicionales a su apoyo al techo de gasto y a los Presupuestos. Con los presupuestos aprobados de 2018, Rajoy ya se planta en el último tiempo, en 2019, cuando puede incluso gobernar en minoría y hasta prorrogar las cuentas con un entorno económico que continuará con el viento de cola. Para este año, Moncloa ha revisado al alza el crecimiento hasta el 3% (y lo elevará aún más antes de fin de año). Los buenos datos macro seguirán en los próximos ejercicios.
Rajoy tiene hasta junio de 2020 para convocar elecciones y una sucesión de problemas que van a probar su condición de gobernante y de líder. Por encima de todos, el desafío catalán. Europa va a exigir nuevos y más duros recortes que afectarán al ámbito social y al autonómico. El Fondo de Pensiones está bajo mínimos y al borde del colapso; las autonomías, con Cataluña a la cabeza, parecen incapaces de controlar sus déficit; el paro sigue en entornos del 18% y con los contratos basura como falso bálsamo; la sanidad pública necesita reformas urgentes ante una población envejecida; y la educación está en la picota y sin planes concretos para los próximos meses. Demasiados deberes, alguno de ellos con un carácter estructural para la generación presente y futura, como para flirtear con unas elecciones cercanas que tendrían una escasa defensa.
La primera legislatura de Mariano Rajoy, la que arrancó el 13 de diciembre de 2011, fue la más larga en la historia de nuestra Democracia. Tres años, 10 meses y 14 días. La última, la que tuvo a Rajoy en funciones entre las elecciones de diciembre y las de junio, fue la más breve. Solo 111 días. La que comenzó el 19 de julio de 2016 va camino de superar todos los récords.