Por mucho que Sánchez nos venda una relación renovada con nuestro vecino, Marruecos es potencia revolucionara, tiene ambiciones territoriales e intenta modificar el statu quo. Pero esto no es nuevo, a menudo recurre al chantaje o incumple la legalidad internacional para lograr sus fines. Además, la alteración de las leyes internacionales a cuenta del Sáhara convierte a Marruecos en un “Estado gamberro”, por utilizar esa expresión de Kissinger. En España simplemente decimos que Marruecos no es de fiar.
Poner sordina a las provocaciones del rey moro, como hace el sánchezgabinete, ayuda a diluir la responsabilidad gubernamental en el tratamiento de asuntos políticos de primer orden, o sea política de Estado. Además el mantenimiento de posturas vergonzantes con respecto al Sáhara afecta a la imagen internacional de España. A cambio, sabemos que muchas personas que han contribuido a la relación bilateral han engordado sus cuentas corrientes o tienen un bonito chalet en Tánger.
Felipe y los felipistas, que encarnaban las esperanzas democráticas, no movieron un dedo para defender los intereses del Sáhara. Toda la familia socialista se ha convertido en cómplice del sultán
Margarita Robles decía ayer en una entrevista que "Ceuta y Melilla son dos ciudades españolas como pueden serlo Zamora o León". Pues miren ustedes, los españoles ya lo sabemos. Tenían que haberlo dicho en la famosa carta, o esta semana en la prensa marroquí para que ellos se enteren. Es necesario que el Gobierno muestre voluntad política a la hora de defender sus intereses, no en España sino en Marruecos. Luego, nuestros aliados podrán ayudarnos, pero debemos mostrar que Ceuta y Melilla nos interesan.
Y el problema del Sáhara seguirá siendo un asunto clave, no va a desaparecer. Este giro radical puede ser negativo para la imagen de España y nos impide normalizar las relaciones en la región, con socios clave como Argelia. Además, ese desprecio hacia el hombre del desierto puede salirnos caro. En Madrid solo se ha pensado en afianzar el apoyo de Marruecos y la izquierda de Podemos defiende el Sáhara de boquilla, con mucho teatro. Ya se demostró la cobardía de la izquierda cuando en el año 82 Felipe y los felipistas, que encarnaban las esperanzas democráticas, no movieron un dedo para defender los intereses del Sáhara. Toda la familia socialista se ha convertido en cómplice del sultán; desde el presidente hasta la que pega sellos en la Moncloa.
Marruecos es un estado teocrático y, en este marco político, la concesión de la autonomía plena supone la renuncia del sultanato y sus privilegios. El retoricismo del sultán casa bien con el lenguaje retorcido del sánchezgabinete
El cheque regalo del Sáhara es necesario para no avergonzar a Marruecos y para que la represión continúe. Todo tiene un precio y el sultán es un hombre generoso. Ahora empieza la operación de lenguaje orweliano, que se ha ventilado en una fórmula: la “opción más realista”. Parece que estos socialrealistas no son muy sensibles a la realidad del gobierno marroquí. Marruecos es un estado teocrático y, en este marco político, la concesión de la autonomía plena supone la renuncia del sultanato y sus privilegios. El retoricismo del sultán casa bien con el lenguaje retorcido del sánchezgabinete.
En cuanto a España, las reiteradas muestras de mala vecindad siempre son disculpadas por el gobierno de turno, de ahí que Marruecos chantajee a Madrid. La carta del Gobierno no es para ellos muestra de cortesía sino de debilidad y sometimiento. No hemos aprendido aún a hablar su lenguaje. Y menudo bochorno que nos enteremos por Marruecos. Han hecho pública la carta sin avisar al presidente, todo muy fiable, ya ves. Marruecos hace la gamberrada y debilita nuestra capacidad negociadora. Toda la familia socialista sigue poniendo sordina ante las provocaciones. Zapatero alcanzó las más altas cimas surrealistas cuando elogió la democracia marroquí y avaló el plan de Marruecos, y ahora Sánchez sigue la senda marcada.
A pesar de las declaraciones oficiales que insisten en la renovada relación entre ambos países, Marruecos ha sido siempre un mal vecino. Nunca ha dejado pasar una ocasión de sacar tajada, nunca ha sido aliado fiable. Sus armas son el chantaje y utilizar la debilidad negociadora de España. Asusta pensar cuál es el modelo de democracia que tiene Sánchez en mente para elogiar a Marruecos y seguir una política errática en el Sáhara. ¿Gloria profesional, amor nacional? Todo eso es maravilloso, pero los socialrealistas prefieren el chalet con piscina en Tánger.