Hace ya unos meses que el conflicto entre catalanes independentistas y constitucionalistas ha virado de la cuestión política hacia el ámbito lingüístico. La defensa de los derechos lingüísticos de los niños castellanohablantes y la imposición del catalán son dos trenes que se acercan rápidamente en sentido opuesto y es cuestión de días que colisionen.
El pasado miércoles tuvo lugar en diversos puntos de Cataluña la cuarta jornada de paros educativos en este mes de marzo, Esta vez, la huelga que sacó a las calles a docentes y estudiantes se centró en la protesta contra el 25% de educación en español que garantizó el Tribunal Superior de Justicia de Cataluña, y a favor de la imposición lingüística del catalán.
La protesta contaba el apoyo explícito del Gobierno de la Generalitat, posicionándose a favor de la misma el propio Consejero de Educación, Josep González i Cambray. Asimismo, pudimos ver en las movilizaciones a figuras relevantes del ámbito educativo catalán, como el Rector de la Universidad Autónoma de Barcelona, Javier Lafuente, que lejos de aparentar neutralidad educativa, acudió a las concentraciones difundiendo su presencia a través de las redes oficiales de la UAB, un hecho indicativo de la situación en que se encuentra la neutralidad ideológica de la educación en Cataluña.
Se han bajado en marcha de este propósito de la independencia, o, simplemente, no se movilizan porque se sienten engañados por los líderes y partidos que les prometieron año tras año el maná catalán
Por su parte, colectivos nacionalistas y de extrema izquierda participaron de la protesta quemando banderas españolas y francesas (por aquello de la “Catalunya nord”) en medio del campus de la UAB, episodios que denunció S’ha Acabat y que dan muestra de la anormalidad que se ha instaurado en las universidades catalanas. Pese al apoyo del Gobierno de la Generalitat, la realidad es que la jornada de paro educativo del pasado miércoles fue un auténtico fracaso, movilizando únicamente a 7.500 personas, cifras muy inferiores a las registradas en las movilizaciones de la semana pasada.
Este pinchazo nacionalista no es ocasional. El contexto político está cambiando en Cataluña y cada vez son más los que, habiendo sido independentistas, se han bajado en marcha de este propósito de la independencia, o, simplemente, no se movilizan porque se sienten engañados por los líderes y partidos que les prometieron año tras año el maná catalán.
Algo está cambiando en el bloque nacionalista, pero también en el bloque leal a la Constitución. Si por la mañana se sumaban unos pocos de miles de personas al paro educativo para imponer el catalán, por la tarde, la ‘Escuela de Todos’, la plataforma que agrupa a distintas entidades constitucionalistas, celebraba un acto para anunciar que el lunes se presentarán dos demandas: una de la AEB y otra colectiva en nombre de todas las familias que han apoyado la iniciativa, y que Ana Losada, presidenta de la AEB y líder de ‘Escuela de Todos’, cifra en 1.500, para forzar la aplicación de la sentencia del 25% ante el previsible incumplimiento del Gobierno de la Generalitat. Los impulsores de Escuela de Todos, durante meses han recogido firmas para lograr una fuerza suficiente a fin de forzar el cumplimiento de la sentencia del TSJC, ante el más que previsible incumplimiento de la Generalitat.
Es innegable que, mientras el hastío y el desinterés crece tanto entre independentistas como entre los catalanes libres de nacionalismo, la correlación de fuerzas se va nivelando. La valentía de la sociedad civil, una vez más y tal y como ya hizo el 8 de octubre de 2017, vuelve a ser el dique de contención del gradual arrinconamiento del español y de lo español.
Sin perspectivas de apoyo alguno por parte del Gobierno de la nación y frente a todos los recursos de una Generalitat que busca imponer su rodillo ideológico a la mitad de la sociedad catalana, ha nacido una resistencia cívica que ha puesto pie en pared a la consolidación de la imposición de la lengua catalana.
Este grupo de héroes cívicos, con Ana Losada a la cabeza, ha puesto fin a la inmersión lingüística. El modelo educativo vigente en Cataluña durante décadas, que era piedra angular de la construcción nacional que tanto ansiaba Jordi Pujol en su Programa 2.000, se ha visto arrollado por una auténtica revolución de libertad. Esta vez, el nacionalismo catalán ha pinchado en hueso.