Medio orientales que somos, fruto sin duda de 700 años de cultura árabe, los españoles solemos confiar nuestra vida más al caprichoso destino que a nuestro buen hacer terrenal; ponemos la suerte -en Marruecos baraka- por delante, de ahí que la famosa meritocracia anglosajona y, en general, de toda la Europa del norte protestante haya tenido históricamente, y tenga, tan poco predicamento por estas tierras. El fenómeno de la lotería de Navidad con todo un país pendiente de esa suerte de bingo multitudinario es testigo.
Baraka pronunciamos invocando al Altísimo cuando nos proponemos explicar la razón de la buena estrella de alguien que nos es cercano o de la longevidad de nuestros presidentes: casi catorce años Felipe González, ocho José María Aznar y siete cada uno José Luis Rodríguez Zapatero y Mariano Rajoy.
Sólo Adolfo Suárez, que bastante tuvo con atar los primeros cuatro años de la Transición, y el breve Leopoldo Calvo-Sotelo, quien le sustituyó para entregar el poder a los socialistas dieciocho meses después (octubre de 1982), se salen del canon… Hasta el vencedor de la infausta Guerra Civil, el dictador Franco, que puso en la mesilla de noche de su dormitorio en el Palacio de El Pardo la supuesta mano incorrupta brazo de Santa Teresa, vivió protegido, además de por la santa mano, por la baraka y la Guardia Mora, que seguro fue mucho más efectiva.
Pedro Sánchez no iba a ser menos. Tenía todo, hasta el físico, a su favor Mr Handsome para protagonizar una década de éxito a partir del uno de junio de 2018. Tras la huida de un Rajoy cariacontecido en aquella moción de censura que supuso la primera vez en que el Congreso investía a un presidente sin haber ganado en las urnas, el hoy inquilino de La Moncloa se las prometía muy felices. Razones no le faltaban: casi un año después de instalarse cómodamente y sin rival en el poder, el hoy presidente ganaba holgadamente al PP en las urnas sus primeras elecciones, y aunque hubo repetirlas seis meses más tarde para asegurarse la poltrona, al final encontró en Pablo Iglesias socio indispensable.
No es que los electores hayan abandonado hoy a Pedro Sánchez -la debacle de Andalucía el 19J es la cuarta en dos años-, es que todo indica que le está abandonando también la famosa baraka que protege a los inquilinos de La Moncloa
Nada queda de aquello. No es que los electores hayan abandonado hoy día a Pedro Sánchez -la debacle de Andalucía es la cuarta en dos años-, es que todo indica que le está abandonando también la famosa baraka que protege invisible a nuestros presidentes. El líder socialista había puesto todos los huevos en la cesta del previsible éxito que iba a ser la cumbre OTAN para relanzar al PSOE y a sí mismo en las encuestas, y un inoportuno -voy a creer en la casualidad- exceso de celo de la policía marroquí con inmigrantes subsaharianos el viernes pasado lo ha desbaratado.
Bueno, para ser exactos, lo ha desbaratado el error de cálculo del presidente al intentar congraciarse con Mohamed VI afirmando, nada menos, que el intento de asalto a la valla de Melilla, con 23 muertos o más, está ”bien resuelto” (sic)… una de esas meteduras de pata que te marcan para siempre, carne de meme y escarnio en las redes, porque, además, cuando era oposición hizo bandera contra Rajoy de la brutalidad del PP contra los inmigrantes.
El brilli-brilli de una cita tal que la de la OTAN en Madrid, con 40 mandatarios internacionales y la guerra de Ucrania como telón de fondo está muy bien, pero no basta para tapar desaguisado. No bastó ni que este lunes la ministra portavoz, Isabel Rodríguez, amordazara a la de Igualdad, Irene Montero, para que seguir dando sensación de que el Gobierno es el Ejército de Pancho Villa. A esa misma hora, en el Congreso, el portavoz parlamentario de Unidas Podemos, Pablo Echenique, estaba dando una rueda de prensa para exigir una investigación de la brutalidad policial marroquí.
Les ha faltado tiempo a Podemos y a toda la oposición, en bloque, para emborronar a Sánchez su cita con Biden, ‘metiendo’ a Marruecos en la ecuación. Justo lo que no quería encarrilado, o eso cree, el conflicto con Mohamed VI y el Sáhara por medio.
Les ha faltado tiempo al socio minoritario de Sánchez junto al llamado bloque de investidura (ERC, PNV y Bildu) y a toda la oposición, en bloque, para sacarle los colores por su poca empatía con el drama que se estaba viviendo al otro lado de la frontera; les ha faltado tiempo para emborronar así el evento atlántico con el presidente de los EEUU, Joe Biden, de cuerpo presente en Madrid, metiendo a Marruecos en la ecuación. Justo lo único que no quería La Moncloa una vez encarrilado, o eso cree, el conflicto con Mohamed VI, Sáhara de por medio.
El discurso atlantista y triunfador de nuestro presidente compartiendo tribuna con el anciano octogenario mandamás del mundo echado por tierra a causa uno de esos asuntos cuasi domésticos como es la inmigración ilegal que de cuando en vez asalta nuestras conciencias. ¿Qué (más) puede salir mal? se debe estar preguntando un Pedro Sánchez desde el viernes de la maldita rueda de prensa en Bruselas.