Tras pensarlo mucho, el año pasado tomé una decisión: dejar la capital para irme a vivir a un pueblo, un lugar tranquilo donde poder llevar una vida más cómoda y feliz. Reconozco que mis primeras expectativas iban poco más allá de tener un pedacito de jardín donde poder plantar cosas y disfrutar viéndolas crecer, cosa que me da mucha paz.
Hace apenas un mes que por fin me pude instalar en mi nueva casa. Cualquiera que sepa lo que supone vender una casa, comprar una, meterse en reformas y organizar una mudanza, se hace a la idea de que no han sido unos meses fáciles.
Y aquí estaba yo, en mi nuevo pueblo, con mi pedacito de jardín que parece más un trozo de tierra por donde ha pasado el caballo de Atila, la casa llena de cajas que dejan ese olor a cartón, al que acabas cogiendo manía, y unas vistas espectaculares al monte desde mi ventana, cuando decidí salir a dar una vuelta para investigar un poco el lugar y, ya de paso, hacer algo de compra con la que llenar un frigorífico que en vez de a comida, huele a plástico nuevo.
Ese primer día de “Rosa la exploradora” fue bastante revelador. Lo primero que descubrí es que los tacones y los pueblos no se llevan bien. Lo segundo es que, por muy llano que parezca todo, hay cuestas por todos lados. Al principio resulta un poco extraño cambiar el sonido del tráfico por el canto de los pájaros. Una se piensa que de noche callarán, pero no, en este pueblo los pájaros no duermen. Los primeros días yo tampoco, ahora, hasta el gallo trastornado del pueblo que canta a las 4 de la tarde, en lugar de al amanecer, me pasa prácticamente desapercibido cuando me echo alguna que otra siesta.
Veo una pareja de policías nacionales caminando y los niños del parque empiezan a llamarlos: “¡Hola, policía, hola!”. Los policías miran hacia el parque y devuelven el saludo a los niños
Pero el descubrimiento más revelador de todos es que creo que me he mudado a un pueblo facha. No les voy a engañar, alguna pista ya tenía cuando vine a visitarlo varias veces buscando casa y veía banderas de España colgando por los balcones.
Hace unos días aparqué las cajas y las chapuzas en casa que aún me quedan por hacer para poder vivir medio decentemente y salí a dar un paseo. Al pasar frente al parque, veo una pareja de policías nacionales caminando y los niños del parque empiezan a llamarlos: “¡Hola, policía, hola!”. Los policías miran hacia el parque y devuelven el saludo a los niños agitando la mano en el aire y mostrando una gran sonrisa, mientras prosiguen con su camino.
Me van a llamar tonta, pero les prometo que me emocioné. Cuando crees en el respeto a la autoridad y en que la libertad va cogida de la mano de la seguridad, ver estas cosas te dan esperanza. Me gusta saber que en el pueblo en el que vivo se educa a los niños para que no se emocionen cuando se apalea a un policía, como le pasaba a aquél muchacho con coleta que se la cortó y acabó poniendo un bar, sino que a la policía se la respeta porque está aquí para protegerte y ayudarte si tienes problemas.
En este lugar no hay gente que va a pagarnos la pensiones a golpe de machete ni las personas que esconden el móvil o agarran fuerte el bolso cuando se les acerca alguien a preguntarles algo
En este pueblo, los niños juegan en el parque como hacía yo de pequeña: sin la necesidad de que esté presente la figura del abuelo-escolta. Salen de casa y simplemente van al parque a jugar. Y juegan en los columpios, con la pelota o simplemente a correr de aquí para allá.
Por aquí no se ven señoras con burka ni las mujeres tienen miedo de salir solas a tomar algo, a la hora que sea. En este lugar no hay gente que va a pagarnos la pensiones a golpe de machete ni las personas esconden el móvil o agarran fuerte el bolso cuando se les acerca alguien a preguntarles algo. En este pueblo, hasta los gatos te saludan por la calle, aunque aún no te conozcan. Si te dicen “buenas tardes”, solo quieren darte las buenas tardes o los buenos días, no van a pararte para pedirte algo. Aquí no hay hombres que te paran por la calle con eso de “¿tienes un cigarro, amiga?”, que te hace temblar las canillas.
Como ven, me he mudado a un pueblo facha. Porque al parecer hoy en día es muy de extrema, mega, súper, ultra derecha que no te acompleje la bandera de tu país y que te guste mostrar con orgullo la bandera que nos representa a todos, y no solo a unos pocos. Es muy fascista respetar a la policía y enseñar a los niños a simpatizar con quienes tienen la obligación y el deber de protegerlos. Es muy de fachas el tener la seguridad necesaria en las calles como para que los niños puedan ir solos al colegio o a jugar al parque, como para que las mujeres podamos deambular tranquilas, ya sea de noche o de día. Es muy fascista no tener bandas latinas, ni grupos de africanos que se apoderan no solo de las plazas, sino también de las casas que no son suyas, pero que nos van a pagar las pensiones a pesar de que solo el 22% de los marroquíes que viven en este bendito país han cotizado alguna vez, (cuánto tiempo no lo sabemos), a la Seguridad Social.
Y de repente llegan unas elecciones europeas y te das cuenta de que la gente quiere ser fascista, porque lo que debería ser sano y normal para cualquier sociedad que se precie, se ha distorsionado hasta el punto de que, quererlo, anhelarlo o incluso defenderlo es muy fascista.
Somos todos fascistas, excepto ese señor que tenemos en la Moncloa, que no ha ganado unas elecciones en 6 años y que quiere que la prensa y los jueces rindan cuentas
Cuando lo normal se disfraza de fascismo a golpe de ideología progre para camuflar las carencias de las políticas de izquierdas y socialistas que solo llevan a la ruina y a la destrucción de nuestra civilización, acabamos todos siendo fascistas.
Somos todos fascistas, excepto ese señor que tenemos en la Moncloa, que no ha ganado unas elecciones en 6 años y que quiere que la prensa y los jueces rindan cuentas. Porque ahora la democracia no es exigir explicaciones a quien te gobierna, sino que quien te gobierna te controle y te exija explicaciones a ti.
Pueden ponerle el nombre que quieran a las cosas, fascismo, ultra derecha, Franco, el fantasma de las Navidades pasadas o el hombre del saco, pero, a la hora de la verdad, la gente sabe lo que está bien y lo que está mal. Y vivir como nos quieren hacer vivir, tragando con lo que nos hacen tragar, no está bien. Todos los sabemos, hasta los que se esfuerzan por defender lo indefendible lo saben.
La cuestión es que no hay pueblos fachas para todos. Habrá que hacerlos.
DDT
Habrá que mudarse a un pueblo parecido
luki
A complejos desde luego no les gana nadie ...
Variopinto
Habrá que hacer pueblo. Sin duda. Ahora más que nunca. Y, por mi, como si se quieren seguir inventando mas cuentos estu pidos sobre fachas, nazis y tal y tal los relatores pseudoprogresistas que viven en el siglo pasado (y del siglo pasado). Mientras tanto, eso sí, atemonos los machos, porque con la antipolitica del cuanto peor, mejor, nos están llevando a todos de peor en peor. La andanada antidemocrática que se viene no nos va a traer nada bueno.
SANCAD
A ver si puede usted iluminarme, por que tengo una duda existencial: ¿Llama usted "pueblo" a un núcleo urbano que, como mínimo, tiene 50.000 habitantes? ¿Puede decirnos en nombre del "pueblo maximalista"? Estoy atormentado. Describe usted un pueblo pequeño, tranquilo...¡¿de más de 50.000 habitantes?! O me dice el nombre del pueblo... ¡o usted está mintiendo! Una pista: para que haya POLICÍA NACIONAL, tiene que tener un número determinado de habitantes, en 1978 se instalaron en pueblos de más de 20.000 habitantes (eso NO es un pueblo), luego pasaron a lo 50.000. Puede que quede alguno de los primeros... ¡pero lo dudo! Roquetas de Mar (Almería) y Torrevieja (Alicante) que tienen, ambos, en torno a los 90.000 habitantes NO tienen comisaría de Policía y... ¡Pretende que creamos que un PUEBLO, la tiene! ¡Anda ya!
Aquiles
Actualmente mas del 50% de los Españoles somos Fachas ....y nos han puesto Un Muro , Sanchez-Gomez S.L. "Dixit" !!!
arturo moreno
Yo también soy facha, y le tengo pavor a esos gobiernos progresistas como los de Cuba, Venezuela, Nicaragua o la Argentina que dejaron los peronistas, que esclavizan a sus ciudadanos y los mantienen con las sobras que les echan con el pomposo nombre de "Trabajo fijo discontinuo" o con las paguitas para que se sigan arrastrando y besando los tacones a Yoli, y al enjambre de corruptos que viven alrededor del doctor mentiras.
Norne Gaest
Buenos días, doña Rosa. La sigo leyendo con agrado, aunque solo a veces la comente. Y disfruto con su ironía, que aporta detalles de la vida de la calle, el aire fresco de un español de a pie que no comulga con la corrección política progre. Yo me vine a mi entorno rural muchos años, tras haber vivido en la gran ciudad. Vivo en mi comarca, a unos metros del campo. Cuando salgo a andar, prácticamente todos los vecinos nos saludamos y, por fortuna, todavía son raros los velos de las mujeres, aunque alguno ya se va viendo. He conocido todo el espectro político- ideológico, y al final, de hacer caso a la corrección política indicada, soy parte de la ultraderecha, esa palabra que oigo continuamente cada vez que se sintoniza la televisión. En cambio, los sectarios y tunantes que están destruyendo la democracia y se compinchan con los enemigos de España son los demócratas, los progresistas. Creo que la Naturaleza y la paz que me rodean me ayudan a no desesperarme ante tal aberración, a lo cual también ayuda el tener aficiones y cosas que hacer. . .
vallecas
Me ha irritado mucho leer su artículo. Es una frivolidad, una temeridad y una BARBARIDAD asumir el término facha/fascista. Ni tan siquiera de forma irónica. Fascista eres tu Echenique, Iglesias, Montero. fascista tu Urtasun, Yolanda, Sánchez. Facha tu Pachi López. Fascistas vosotros que nos queréis quitar la libertad para imponer vuestra dictadura. Por favor D. Rosa,....