¿Son los Mossos d'Esquadra una policía neutral o una policía política? El monstruo del independentismo arrolla cuanto se cruza en su camino. La soberanía del Parlament, el respeto a las leyes, la Constitución, Convergencia y, ahora, las fuerzas de seguridad catalanas. El cese disfrazado de dimisión de Albert Batlle, un socialista de la hornada olímpica de Pasqual Maragall, ha hecho caer algunas máscaras. El 'proceso' ya no oculta sus intenciones. Ya no pierde el tiempo en fruslerías.
Batlle ha definido siempre a los Mossos como una policía "neutral, imparcial, con escrupuloso respeto y sujeción a la ley". ¿A qué ley? En los tiempos tumultuosos que vive Cataluña, incluso el concepto de ley está en cuestión. Para Carles Puigdemont no hay más leyes que las que emanan de las autoridades catalanas. Las del Estado no son tales, por lo tanto, no es preciso acatarlas. Para el anterior conseller de Interior, Jordi Jané, y para su director de policía cesante, tal debate es huero e inútil. Las leyes son las que son y punto.
Inquietud, malestar e ira sorda en los sindicatos de la policía autonómica. Han convertido al cuerpo en arma arrojadiza, en artefacto amenazante, al que quieren transformar en una "herramienta política", según denunciaban este lunes. Valentín Anadón, el portavoz de SAP, asociación mayoritaria de los uniformados, ha recordado que siempre han actuado de acuerdo con la ley, con respeto a la seguridad jurídica. "Somos un cuerpo de todos los catalanes", ha recordado como aviso preceptivo a los que llegan, tanto al nuevo conseller como a Pere Soler, director de la policía entrante.
Battle, un socialista respetuoso del orden jurídico, del marco constitucional y muy mal visto por los radicales de la CUP y por el sector más extremista del separatismo, tenía los días contados en ese Gobierno kamikaze
Los Mossos pueden actuar, llegado el caso, como policía judicial a las órdenes de jueces y fiscales, en el caso de que los impulsores del plebiscito se mantengan en sus objetivos. El relevo de Batlle no ha sido casual ni inocuo. Un socialista, respetuoso del orden jurídico, del marco constitucional y muy mal visto por los radicales de la CUP y por el sector más extremista del separatismo, tenía los días contados en ese Gobierno kamikaze. Batlle es un secesionista tibio. Quiere la independencia de Cataluña por las vías legales. Algo inaudito en el equipo que ahora dirige la Generalitat.
La fotografía de la polémica
El Gobierno evitará en la medida de lo posible una fotografía de guardias civiles interrumpiendo la plantada de urnas o la apertura de colegios electorales. Esa función, llegado el caso, se le encomendará a los Mossos. Incluso podrían verse en la tesitura de presentarse en el despacho de un conseller o del propio presidente de la Generalitat para hacer cumplir una posible notificación de cese en sus funciones. "Abandone usted ese despacho", se escucharía en el Palacio de la Plaza de San Jaime.
Los independentistas pretenden tensar la cuerda, forzar la máquina, saturar la paciencia del Estado, para lograr la necesaria dosis de victimismo que encienda la mecha de la protesta e incluso de la agitación en las calles. Las CUP ya lo tiene amenazado: si no hay referéndum habrá movida. Es su biotopo natural, la algarada, la protesta, el barullo.
Los independentistas pretenden tensar la cuerda, forzar la máquina, saturar la paciencia del Estado, para lograr la necesaria dosis de victimismo que encienda la mecha de la protesta
"Cualquier Gobierno sensato al que le dimite un jefe de Policía para no delinquir debería pararse a pensar", acaba de decir Soraya Sáenz de Santamaría. Rajoy ya ha advertido a Puigdemont que su Gobierno enfila una deriva propia de regímenes totalitarios. La fase de las palabras fuertes ocupa de nuevo un hueco en Moncloa y Génova. Hace un mes denunciaban con ahínco el 'golpe de Estado' que prepara la Generalitat. Se recupera ahora ese tono encendido.
¿Qué harán los Mossos a la hora de la verdad? ¿A quién obedecerán, a su nuevo conseller, Joaquim Forn, un 'halcón' del independentismo? ¿Se mantendrán fieles al dictado de las leyes y al mandato de los jueces? ¿Policía democrática o policía política?
Hasta el momento, sólo se escuchaba la expresión de 'policía política' para denunciar la supuesta operación antiindependentista puesta en marcha por Jorge Fernández Díaz cuando estaba al frente de Interior. Quien habla ahora de 'policía política' son los sindicatos de los Mossos, atribulados por la presión y temerosos del calendario que viene. La sombra del general Batet produce insomnio en una Cataluña desbocada.