Opinión

No es no: la imposible independencia del catalán

El mundo social de una lengua debe figurar en su currículo, y en el currículo del catalán ni figura ni puede figurar su independencia

  • Oriol Junqueras y Carles Puigdemont -

El catalán está desposado con el castellano en matrimonio de conveniencia, unidos como uña y carne. Llevan unos cinco siglos de avenencia pacifica y unos cuantos añitos de riñas. ¿Podría el Govern con su política exiliar de Cataluña al castellano?

Una manera de proceder consistiría en aislar a los nacidos que heredan el catalán para que no aprendan español. Los nuevos monolingües vivirían en una burbuja y tendrían prohibido su acceso al mundo para no contaminarse de castellano. Al mismo tiempo tendrían que potenciar la lengua de manera artificial, para dotarla de medios al servicio de todo tipo de comunicación. Resultaría poco factible porque no existe un sector social que sirva de base, es decir, una sociedad monolingüe de catalán que sirviera para potenciar la lengua, pues son ambilingües, castellano-catalanes o franco-catalanes, pareja inseparable y complementaria.

La lengua catalana no es una excepción. Buena parte de los miles de millones de hablantes del mundo cuentan con dos o más lenguas en su patrimonio, una de ellas casada con otra de hablantes monolingües. Más de la mitad de la población mundial, es decir, más de cuatro mil millones de hablantes del planeta tienen como propias dos lenguas y ambas inseparables.

La lengua propia de Cataluña es el castellano, como la de Gales es el inglés y la de Bretaña el francés. Hay catalanes que tienen como lengua propia el catalán-castellano, y otros solo el castellano

Los catalanes contumaces responsabilizan de la mescolanza a quienes, monolingües de castellano, entraron masivamente en Cataluña y siguieron hablando solo castellano. No sucede lo mismo con quienes se integraron en Francia o Alemania, que necesariamente aprendieron francés y alemán porque ambas lenguas pertenecen al reducido grupo que cuentan con hablantes monolingües. Andaluces y extremeños no fueron a fastidiarle la vida a nadie, sino a labrarse un futuro laboral. Con su esfuerzo convirtieron Cataluña en una comunidad mucho más próspera. Hoy por hoy representan la mitad de una población que no aprendió catalán porque los residentes ya eran hablantes de castellano desde hacía siglos, y muy satisfechos de su uso ambilingüe.

Los estatutos autonómicos consideran al catalán lengua propia de Cataluña, y eso es un disparate, un error formidable. La lengua propia de Cataluña es el castellano, como la de Gales es el inglés y la de Bretaña el francés. Hay catalanes que tienen como lengua propia el catalán-castellano, y otros solo el castellano. ¿Cómo llamar lengua propia al catalán y solo al catalán si no existe hablante alguno monolingüe? Y si existiera, viviría, no cabe duda, en una burbuja. El valor del adjetivo propio en el sintagma lengua propia no debería significar nada distinto a lo que significa en casa propia, es decir, la mía, a pesar de que ni las casas en sí mismas son propias, sino que se las apropia alguien, ni las lenguas son de nadie, salvo de los hablantes que las utilizan. Los independentistas Junqueras y Puigdemont tienen dos lenguas propias, el español y el catalán. Y si no hubieran heredado la primera vivirían incapaces de cubrir buena parte de la comunicación.

Solo fue el inicio del proceso que integró Cataluña en el estado español. Cualquier historiador consideraría que los beneficios para Cataluña fueron muy superiores a las inconveniencias

Por otra parte, los independentistas contumaces pretenden llamarse nación sin más historia ni fundamento que la intención. Dan así nombre a una realidad que no existe. Saben, pero no quieren saber, que las naciones no surgen de la nada, ni cuando uno quiere, sino que se crean en un proceso de consolidación.

La nación española cuenta con el compromiso de Caspe (1412) en el que los estados de la Corona de Aragón (a la que pertenecía Cataluña) aceptaron una dinastía castellana. Solo fue el inicio del proceso que integró Cataluña en el estado español. Cualquier historiador consideraría que los beneficios para Cataluña fueron muy superiores a las inconveniencias. De la misma manera el Acta de Unión (1707) que constituyó al Reino Unido fue muy beneficiosa para Escocia, al igual que la integración de Texas a Estados Unidos, y la del Reino Unido a la Unión Europea, incidentalmente rota por un referéndum donde los votantes, enaltecidos por su valor como nación, no supieron distinguir ganancias de pérdidas.

Años más tarde el contrato matrimonial de los Reyes Católicos consolidó la unión de la Corona aragonesa y la castellana. Después cambió la dinastía de los Austrias a los Borbones, y se añadió la constitución de Cádiz de 1812 y la de la España democrática en 1978. Parecida confusión se da en la búsqueda de fecha en la consolidación de las parejas. ¿Cuándo se vieron por primera vez? ¿Cuándo se declararon amor? ¿Cuándo se fueron a vivir juntos? ¿Cuándo hicieron el amor por primera vez? ¿Cuándo se casaron? ¿Cuándo nació el primer hijo? La consolidación de una nación no es una declaración instantánea, sino un proceso.

El maridaje del catalán y el castellano tiene varias fechas que no justifican las iras del nacionalismo xenófobo. El nacionalismo incluyente es mucho menos criticable, yo diría que no lo es en absoluto. Ambilingües castellano-catalanes y monolingües castellanos son tan catalanes como todos los andaluces, los que ya estaban y los que fueron llegando con el deje castellano.

Una cuestión distinta es la de si ahora que Gran Bretaña ha salido de la UE y ya no tiene imperio, le conviene a Escocia seguir allí. Para Cataluña la conditio sine qua non para seguir en la UE, y ha quedado muy claro, es que forme parte de España. Lo que lleva destruido el independentismo se lo reprocharán muchas generaciones.

Solo podemos describir a las lenguas considerando los grupos de hablantes que les dan vida. El mundo social de una lengua debe figurar en su currículo, y en el currículo del catalán ni figura ni puede figurar su independencia. En este sentido la única lengua independiente de España es el español. Las demás, digámoslo sin tapujos y para que se entienda, no tienen, ni pueden tener, vida por sí mismas en solitario.

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