Opinión

No mires arriba, ni tengas miedo

Acabo de ver la tan comentada nueva obra de Adam McKay, No mires arriba, y creo que la película es muchas de las cosas que se han dicho ya pero

Acabo de ver la tan comentada nueva obra de Adam McKay, No mires arriba, y creo que la película es muchas de las cosas que se han dicho ya pero alguna otra cosa que no se ha dicho tanto. O todas ellas en su conjunto, o solo algunas de ellas por separado, en virtud de lo que cada espectador, arrimando el ascua a su sardina, crea o quiera observar en ella. Quien no se consuela es porque no quiere.

Sobre si es o no aburrida, tal cosa depende de los gustos de cada cual, de su predisposición, de su carácter y hasta del día que uno tenga (o incluso de con qué pie se haya levantado esa mañana). A mí, desde luego, no me lo ha parecido en absoluto. No es, ciertamente, la típica insulsa película americana sobre sucesos catastróficos o invasiones extraterrestres que yo personalmente no soporto, y tampoco creo que sea una moralina infumable sobre lo correcto o lo incorrecto o sobre cómo debemos comportarnos los seres humanos ante determinadas situaciones, sino más bien un retrato objetivo de nuestra época… que creo bastante acertado y, desde luego, abierto a interpretaciones. Tampoco es una obra maestra pero, ay, ha sabido venderse. Creo que pueden decirse algunas cosas más de las que se han dicho, que pueden hacerse varias lecturas complementarias pero también contradictorias… y que la película tiene para todos, mal que nos pese. Siempre que uno se sienta aludido, claro, lo que no siempre sucede.  

Las artimañas de los gobiernos y, por extensión, de los partidos políticos para adoctrinar a los ciudadanos y, por esa vía, alcanzar el poder o mantenerse en él

Como ya se ha dicho, No mires arriba es un retrato de los tiempos que vivimos que pone el foco en algunos de los grandes temas actuales y en otros quizás secundarios pero que pueden abrirse paso a partir de aquellos: las artimañas de los gobiernos y, por extensión, de los partidos políticos para adoctrinar a los ciudadanos y, por esa vía, alcanzar el poder o mantenerse en él, caiga quien caiga; la inacción y la indolencia de los gobiernos para hacer frente a los graves problemas globales de nuestro tiempo, consecuencia de su cortoplacismo electoral y de su pretensión de obtener beneficios económicos de cualquier nuevo descubrimiento, evento o avance científico; la capacidad de manipulación de los medios de comunicación, bien sea para entretener o para preocupar en lugar de para informar, o para convertir una noticia falsa en verdadera o viceversa, a mayor gloria de su cuenta de resultados y el entretenimiento de las masas, con el consentimiento activo o pasivo de los ciudadanos; las fake news; la frivolidad de las redes sociales y los likes; la importancia de la imagen, la oratoria, los buenos modales, el qué dirán y el saber vender y venderse, es decir, la preferencia del continente frente al contenido; nuestra admiración por los avances tecnológicos por muy absurdos e innecesarios que sean; la banalidad de la exhibición pública y del cotilleo de los dramas, los amores y los desvaríos más personales; y, desde luego, las posiciones anticientíficas o pseudocientíficas, las teorías de la conspiración o el negacionismo irracional de las verdades científicas.  

Hay gente que se engaña a sí misma por propia supervivencia y rechaza la información veraz y las malas noticias ciertas

Pero también puede verse como un alegato contra la verborrea barata que pretende adoctrinar a las masas o contra la incitación al miedo y los anuncios apocalípticos que nos paralizan... Porque hay gente que se engaña a sí misma por propia supervivencia y rechaza la información veraz y las malas noticias ciertas, acuciada por otros problemas menos trascendentales pero más inmediatos y del día a día, más de andar por casa: pagar las facturas, reunirte con tus amigos o reconquistar a tu novia que tiró la toalla por pereza, cansancio o falta de fuerzas. Porque la gente quiere seguir viviendo a pesar de todas las tragedias humanas, hipotéticas o ciertas. Lo demás ya se verá, la vida son dos días. La gente quiere vivir pero sobre todo quiere vivir sin miedo. Y que de lo de todos se ocupen otros. Aunque, en el fondo, hay gente para todo.

El mundo de No mires arriba es un mundo alocado que se cae a pedazos (y no precisamente por el cometa que arrasará la Tierra) pero es el nuestro, el único del que disponemos. Y si desaparece, vendrán otros, y aquí paz y después gloria. Por eso no creo que Adam Mckay quiera especialmente regañarnos, como alguno apunta, lo cual, por otro lado, no podría hacer sin regañarse a sí mismo, dadas las circunstancias. O quizás es precisamente lo que pretende y le da igual, lo cual sería lo más honesto. Porque los buenos artistas son los que abren debates y nos hacen pensar, no los que los zanjan para que dejemos de hacerlo

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