Opinión

Nos vamos a hacer puñetas

  Lo nunca visto, este país se ha llenado de juristas. Licenciados en jurisprudencia por correspondencia gracias a los medios, convertidos en expendeduría de titulaciones. Citar nombres resultaría cansino y lo juzgarían ofensivo. Algu

  • El fiscal general del Estado saluda al presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, su mujer, Begoña Gómez, y la presidenta del Congreso, Francina Armengol -

  Lo nunca visto, este país se ha llenado de juristas. Licenciados en jurisprudencia por correspondencia gracias a los medios, convertidos en expendeduría de titulaciones. Citar nombres resultaría cansino y lo juzgarían ofensivo. Alguna desvaída referencia a Kelsen, especialmente aquilatado por los buenos, o de Carl Schmitt para los malvados, que vienen muy bien para salpimentar el relato. Todo un esfuerzo en la tarea en la que parecen empeñados hasta las cachas. No hablar de política, o al menos tratar de disimularla, porque la política siempre se refiere al poder y la primera misión del engaño consiste en hacer como si el Poder, con mayúscula, no existiera. Sin embargo, la judicatura es política por esencia.

  Mal síntoma cuando la especialidad se simplifica para hacérsela tragar al más tonto de la cuadrilla. Se pierden los matices y acaba en el mismo punto del que partimos y al que acabaremos por llegar. La pelea de togas entre el Tribunal Constitucional y el Supremo o la explicamos por lo menudo, es decir, miembro a miembro y currículo a currículo, o nos perdemos en la jerga. El nada depurado lenguaje legislativo, a menudo reñido con la ley no vinculante de la Academia de la Lengua, debe empezar por los antecedentes. El Tribunal Constitucional tiene a 7 vocales adictos al Gobierno y 4 a la oposición. El Tribunal Supremo, Sala 2ª, sólo tiene una entusiasta del Ejecutivo, cuyo voto particular suele ser más citado, ensalzado y bendecido que la propia sentencia, según tienen a bien referirnos los medios también adictos.

   Sin esa base escasamente jurídica de los puestos, las procedencias y los anhelos de tan imparciales jueces -una condición de inspiración divina incluso para los no creyentes- es imposible hacerse una idea de por qué el Tribunal Constitucional, presidido por un dechado de Imparcialidad Democrática, Cándido Conde-Pumpido, ha pergeñado la anulación sucesiva de las penas de los 17 condenados por los ERE de Andalucía. Pasito a pasito, todos a la calle. Lo había dejado caer el presidente Sánchez en un mitin sin que nadie le diera la importancia que albergaba. Como otro milagro de la Anunciación empezó a cumplirse unos días más tarde.

  Lo que tienen las decisiones jurídicas es que dejan huella; incluso las que no se cumplen; aquí en Cataluña hay costumbre. De momento entramos en la revisión del pasado socialista en Andalucía, aquel nicho -nunca mejor expresado- de votos que pasó a los tribunales por corrupción reiterada y se desfondó en las urnas. ¡No hubo fotos sarcásticas de la jueza Mercedes Aldaya con su carrito entrando por la Audiencia! Ahora los delincuentes solicitan que se les pida disculpas por el baldón. Existe una figura jurídica que siempre me tiene en ascuas, el “lucro cesante”, que en ocasiones puede interpretarse como aquello que usted puede sacarle al que pierde. Imagino a los 19 redimidos de los ERE solicitando, en forma de gratificación pública, cobrarse su “lucro cesante”.

  La Amnistía revisitada por la Sala 2ª del Supremo se presenta más complejo para la gran familia de los adictos. Debemos partir de que la Ley redactada para el grupo que capitaneó la fallida insurrección de 2017 en Cataluña fue una improvisación, fruto de la necesidad para mantenerse en el Gobierno -el día antes de las elecciones la consideraba imposible, por anticonstitucional-, y en pura lógica la hechura hubo de pasar por una redacción espasmódica. Había que embadurnarla de argumentos jurídicos que complacieran a los delincuentes y eso requiere un talento hermenéutico que va más allá de un picapleitos, Gonzalo Boye, que hizo la carrera en la cárcel y de Santos Cerdán, perito industrial, con la colaboración interesada del ministro Bolaños, abogado laboralista. No debe ser una mala escuela el penal para estudiar el oficio de letrado; aprendes todas las variables de la ley en vivo. Pasó allí 6 años de los 14 que le cayeron por participar con ETA en el secuestro del empresario Emiliano Revilla, pero este empeño de ley para blindar a su cliente Puigdemont quizá estaba muy lejos de sus capacidades. A lo más que había llegado es a defensor del narco gallego Sito Miñanco.

   La Sala 2ª del Supremo que preside Manuel Marchena tiene su historia y su pedigrí por más que ahora toquen a rebato los adictos. Llevó a la cárcel a Rodrigo Rato, libró al mismísimo Bolaños de un gran lío, anuló las demandas contra Pablo Iglesias Turrión, pero se detuvo en los 9 del Procés y en su amnistía por encargo. El Poder no perdona y como no tiene memoria siempre está en presente. En lo que va de una sentencia a otra, pasas de juez concienzudo a enemigo de la convivencia y entonces llega el momento estelar de los Montesquieu del Páramo. ¿Quién está por encima, el Gobierno o el Tribunal? ¿El Presidente o la Ley?

El Poder no perdona y como no tiene memoria siempre está en presente

  Interpretémoslo con sorna. La ley para el que la trabaja. ¿Acaso hay alguien en España que haya hecho un esfuerzo tan desmedido para trabajarse las leyes como Pedro Sánchez? Dudo que se encuentre otro tan pertinaz. Salvando el caso de Adolfo Suárez, al que ningunearon los jueces, recién lavadas sus togas del hedor de un pasado lacayuno; a Felipe González se las tuvieron tiesas, pero poco fuera de las conspiraciones de algunos “Jueces para la Democracia” encabezados por el trapecista Juan Alberto Belloch; a José María Aznar nada porque el PP estaba en período de acumulación de capitales, los que le explotarían a Rajoy bajo su propio trasero. Zapatero pasó entre encogimientos de hombros, trabajándose el lado sórdido de su aparente candidez. Todos hicieron la carrera de leyes. Pedro Sánchez es economista y obtuvo el título a trompicones, como casi todo en su vida.

¿Acaso hay alguien en España que haya hecho un esfuerzo tan desmedido para trabajarse las leyes como Pedro Sánchez?

     Mientras el fiscal general García Ortiz aguante y el presidente del Constitucional don Cándido esté dispuesto a abrir el camino que le han trazado, seguiremos en una guerra entre mentirosos deslenguados. Es un modo tortuoso de hacer política que se pagará en las urnas y que es el caldo de cultivo de la desafección. La chusma al poder. Lo estamos labrando. Ayuso exalta a Milei; Tellado pone a la Armada frente a los cayucos; Diario.es informa trascendente (14-Junio): “el juez que investiga a Begoña Gómez disfruta de un chalet sin licencia y una piscina irregular”. Nos descubre Público (4-Julio) “lo que ocultaba la narcolancha de Feijoo y Marcial Dorado”.  ¡Vete a hacer puñetas!  era un exabrupto con el que nos enviaban al carajo a quienes molestábamos. La expresión murió pero la realidad pervive entre togas de juristas y encajes de bolillos trenzados por mentecatos.

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