Abordar una explicación del mercado eléctrico sin extenderse en exceso es poco menos que una quimera. Sin embargo, acercarnos a su funcionamiento mediante el análisis parcial de aspectos concretos, es mucho más asequible. Uno de esos aspectos sería el origen de la electricidad que consumimos y, en consecuencia, su impacto ambiental.
¿Es posible saber dónde y con qué tecnología se ha producido la electricidad que cada uno consumimos? La respuesta es que no.
Entonces, ¿cómo pueden las compañías comercializadoras ofrecernos en la factura un gráfico con esa información? Miren la última página de su factura y verán algo como esto:
Un consumidor solo tiene dos maneras de obtener energía eléctrica. La primera sería comprarse un generador -placas solar, aerogenerador o de combustible fósil- y conectar ahí su consumo. La segunda, lo que hacemos la mayoría de los usuarios, que es comprarla a una comercializadora que, a su vez, la adquirirá a los productores en el mercado mayorista de electricidad.
Y, ¿cómo funciona ese mercado mayorista? El mercado eléctrico ibérico -España y Portugal-, gestionado por OMIE (Operador del Mercado Ibérico de la Electricidad), es un conjunto complejo de subastas superpuestas que arrojan un precio y una cantidad de energía transaccionada para cada periodo horario o cuarto-horario, según los casos. Sin embargo, a efectos de comprender su funcionamiento imaginemos que hay una única subasta diaria en donde productores y comercializadoras negocian toda la energía que se va a consumir al día siguiente.
Partimos de la base de que todos los generadores y todos los consumidores estamos conectados a la red eléctrica. Además, debemos tener en consideración que el sistema funciona bajo el principio de que prevalece la demanda real frente a la negociada en el mercado. Dicho de otro modo, da igual la energía que se venda o se compre en el mercado, la realidad vendrá dada por la demanda efectiva agregada de cada uno de los consumidores.
El hecho de que la comercializadora no conozca la identidad del productor conlleva, ineludiblemente, que no conozca el origen de la electricidad adquirida
Todas las transacciones se llevan a cabo de forma anónima, de tal manera que el productor no sabe a quién vende y la comercializadora no sabe a quién compra. Ambas partes del contrato se van a relacionar únicamente con OMIE. El productor asumirá la obligación de generar y verter a la red la cantidad de electricidad comprometida y la comercializadora adquiere el derecho a que le entreguen dicha cantidad.
Todo ello a un determinado precio y durante un determinado periodo de tiempo en función del resultado de la subasta. El hecho de que la comercializadora no conozca la identidad del productor conlleva, ineludiblemente, que no conozca el origen de la electricidad adquirida.
El anonimato de las transacciones de OMIE nos lleva a lo que en términos financieros se denomina un mercado ciego, en donde el que compra no sabe a quién y el que vende, tampoco. Es decir, el productor no conoce el destino final de su energía y el consumidor no conoce el origen de la electricidad que consume.
¿Qué ocurre si productores o comercializadoras se equivocan en sus previsiones y se negocia energía de más o de menos? Hay decir que eso sucede todos los días del año y a todas las horas. Para gestionar esos ajustes interviene Red Eléctrica de España, en su función de operador del sistema y responsable último del balance general. Evidentemente, esto llevará aparejado las liquidaciones y penalizaciones por los desvíos que se produzcan.
En el caso de los consumidores pequeños y medianos -y, por supuesto, los domésticos- estas penalizaciones las asume la comercializadora y no se trasladan al cliente. Gracias a este modo de funcionar se garantiza el suministro en tiempo real y cada uno de los consumidores solo tiene que pulsar el interruptor para recibir la energía eléctrica que necesita.
¿Cómo estima mi comercializadora el origen e impacto de la electricidad que consumo?
Realmente no tiene manera de hacerlo, es imposible. La información que facilitan a los clientes es la correspondiente a la media de los PPAs que tiene firmados.
Y ¿qué es esto de los PPAs? Las siglas PPA, que se corresponden con la expresión inglesa Power Purchase Agreement, hace referencia a acuerdos a medio o largo plazo entre productores y comercializadoras o consumidores, para asegurarse un precio estable. Lo que ocurre es que de estos contratos realmente no se deriva una entrega física de electricidad, sino que se liquidan por diferencias; es decir, funcionan como un seguro de precio.
El productor firmante de un PPA acudirá al mercado a vender su electricidad al precio diario del mercado. Igualmente, la comercializadora contraparte de ese PPA, acudirá al mercado a comprar la electricidad al precio que se esté negociando en ese día. Posteriormente, uno y otra, liquidarán su PPA entregando o recibiendo la diferencia entre el precio pactado y el del mercado. Hay que señalar, por lo que luego se mencionará, que la mayoría de estos contratos se firman entre compañías del mismo grupo empresarial.
Todos los consumidores que estamos conectados a la red usamos ese mismo mix y, por tanto, contaminamos lo mismo
En relación con lo que estamos analizando, nuestra comercializadora no nos está dando el origen real de nuestra electricidad, información que es inaccesible; sino el origen teórico correspondiente a los PPAs que tiene firmados.
Miren de nuevo su última factura. Si usted está acogido a la tarifa regulada -PVPC- podrá comprobar que su mix teórico de generación es muy sucio y estará calificado con las peores notas (letras F o G). Por el contrario, si su precio es de mercado libre su mix teórico de generación es mucho más limpio y estará mejor calificado (letras A, B o C).
¿Por qué los consumidores de tarifa regulada -PVPC- somos tan contaminantes?
Realmente no somos tan contaminantes o, dicho de otra manera, somo tan contaminantes como todos los demás. Lo que ocurre es que a las grandes compañías eléctricas no les gusta que sus clientes se acojan al precio regulado y asocian la generación de las centrales más contaminantes a estos clientes, para hacernos sentir culpables y que nos cambiemos al mercado libre. Esto no es más que una estrategia comercial, que es posible porque generador, comercializadora de precio regulado y comercializadora de precio libre, forman parte del mismo grupo empresas.
Este mismo argumento es perfectamente aplicable a los certificados de energía renovable expedidos por la CNMC. La realidad es que son certificados teóricos que solo garantizan que un generador renovable ha vertido a la red la cantidad de energía nominal que especifica certificado. En ningún caso pueden diferenciar que un usuario conectado a la red eléctrica este consumiendo energía de uno u otro tipo.
¿De qué depende que un sistema eléctrico sea más o menos contaminante?
Desde luego no depende de una decisión del consumidor, ni de lo que contrate con su comercializadora. Todos los días hay un mix de producción eléctrica diferente, en función de una infinidad de variables: la configuración del parque de generación, la disponibilidad de la red, la cantidad de viento y sol, que sea un día laborable o festivo, o la temperatura ambiental, por citar algunos ejemplos. Todos los consumidores que estamos conectados a la red usamos ese mismo mix y, por tanto, contaminamos lo mismo.
Francisco Ruiz Jiménez ha sido consejero y miembro del comité de dirección del grupo REDEIA