El Ágora es a Grecia lo que los bares son a España. El bar es el lugar de debate político e ideológico por esencia en nuestro país, mucho más que el Congreso de los Diputados. España es la más antigua democracia deliberativa popular de barras y cañas, mientras otros presumen de ser la más antigua de otro tipo de barras y estrellas, con bastante menos recorrido. Ya las ventas antiguas permitían además de descansar, beber y comer, intercambiar información y negociar todo tipo de contratos. Aquí no hay plurinaciones que valgan, el bar y su función social son un elemento común al marco cultural español en todos sus rincones
Sin embargo, los bares cada vez sirven menos para debatir, y más para olvidar y olvidarse, acercándose peligrosamente al modelo anglosajón de pub. En algunos territorios de nuestro país ya no se puede hablar de política en los bares, signo de un deterioro claro de la calidad democrática. Como en la época del franquismo, en Cataluña y País Vasco la única forma de sobrevivir, si discrepas del pensamiento impuesto desde arriba, es no meterse en política.
Pero también en el resto del país el ágora barista se desvanece. En aquellos otrora templos de debate de tapa y caña comienza a dominar el pasotismo y el pensamiento espontáneo-visceral poco elaborado. No se habla de política por temor a ofender, tener bronca o ser excluido. A la discusión cada vez más visceral entre izquierdas y derechas se viene añadiendo desde hace años “el problema territorial”. Si alguien cuestiona que se ceda tal o cual competencia o más dinero a un gobierno nacionalista alguien cierra la discusión de forma abrupta, exclamando “nada, a ver si así nos dejan en paz”, lo que refuerza otro entre aplausos y risas con un “¡Niño, otra de gambas!”. Incluso si se habla de la posible secesión catalana o vasca, alguien exclama: “Pues si quieren ir que se vayan, a ver si nos dejan nos dejen en paz”, lo que refuerza otro entre aplausos y risas con un “¡Niño, otra de gambas!”.
Este truco-trampa lleva funcionando 45 años y el cordón umbilical que nos ha venido manteniendo unidos se ha ido deshilachando ante el silencio complaciente del respetable. Ya solo queda entregarles las llaves de la casa común “gratis total”
Es la traca final de un truco de apariencia banal: cada cesión es vendida como la última y que puede así contribuir a solucionar “el conflicto”, evitando al mismo tiempo que se pueda exigir algo todavía más amenazante. Así el negociador estatal puede salvar la cara, sosteniendo que ha conseguido evitar males mayores, mientras el negociador separatista se presenta ante su público cual hábil trilero y ante el resto como sensato defensor de la gobernabilidad del Estado al precio de aparcar sus demandas más peligrosas. El problema es que este truco-trampa lleva funcionando 45 años y el cordón umbilical que nos ha venido manteniendo unidos se ha ido deshilachando ante el silencio complaciente del respetable. Ya solo queda entregarles las llaves de la casa común “gratis total”.
Uno de los mayores logros del arte de la propaganda contemporánea ha sido convertir en víctimas invisibles a los cientos de miles de personas a las que el nacionalismo disgregador ha forzado a abandonar sus casas y partir al exilio, mucho más numerosas que las que provocó el franquismo. No sólo eso, mientras la derecha extrema es el culmen de los males con la que no se puede hablar de nada, el separatismo extremo (supremacista y xenófobo) es un interlocutor válido y moderno con el que se puede negociar casi todo.
¿Cómo es posible legitimar este desvarío? Los libre-gambistas dominan la escena. Se impone el pensamiento simplificado, el fin justifica cualquier medio, se olvida que toda moral exige límites y lo complejo molesta y es reducido a una etiqueta. Lo común ya no interesa, el localismo que viene condenando España desde la primera República triunfa de nuevo. Todo da igual, lo importante es ser guays y el resto ya se verá: “¡Niño, otra de gambas!”.
Ha conseguido que Cataluña deje de ser el motor económico de España, que miles de catalanes haya debido abandonar sus casas y que Barcelona haya pasado de ser foro cultural a la ciudad europea con más consumo de cannabis
Y sin embargo, el separatismo es una ideología tóxica que se construye sobre el odio al otro (en este caso, a España), el egoísmo (ande yo caliente y que se muera el resto) y la división y el ensalzamiento de lo que separa frente a lo que nos une, aunque sea dentro de una misma familia. Fomenta las relaciones tóxicas y contagia al que se acerca. Ha conseguido que Cataluña deje de ser el motor económico de España, que miles de catalanes haya debido abandonar sus casas y que Barcelona haya pasado de ser foro cultural a la ciudad europea con más consumo de cannabis y Tarragona sea la segunda que más consume cocaína (cfr. Observatorio Europeo de Drogas y Toxicomanías). En el País vasco parece que la situación está mejor, pero sólo es un espejismo: basta quitar las fachadas doradas pagadas por un cupo insolidario y ver que los herederos de los del tiro en la nuca y la bomba lapa pueden gobernar próximamente, lo que sólo puede ocurrir en una sociedad de memoria frágil (o por barrios) y moralmente enferma.
Los separatistas, y quienes les ríen las gracias, no se enteran de que ejercen de instrumentos baratos de un proceso que les supera, donde el monstruo que han creado les acabará engullendo también a ellos
Los equidistantes defienden que el nacionalismo español es tan malo como el resto. Pero mientras el nacionalismo desintegrador defiende, con toda lógica, que la parte debe prevalecer sobre el todo (“cuanto peor le vaya a España, mejor para Cataluña” clamaban líderes separatistas), el español debería defender el todo por encima de las partes. Ahora bien, ¿existe ese nacionalismo transversal y holístico? Prevalece el nacionalismo de “partido” que comparte parecidas características con el separatista: se construye sobre el odio al rival ideológico, promoviendo la división, exaltando lo que separa y menospreciando lo que les une.
El tamaño importa. Cuarenta y siete millones de personas remando juntas es un barco razonable para sobrevivir navegando en las aguas turbulentas de la globalización. Pero una España fuerte y unida no interesa ni internamente ni desde fuera. Los separatistas, y quienes les ríen las gracias, no se enteran de que ejercen de instrumentos baratos de un proceso que les supera, donde el monstruo que han creado les acabará engullendo también a ellos.
La división en 20 repúblicas
¿De verdad creen que una Cataluña o País Vasco “independientes” no pasarán a ser “dependientes” de otras potencias mucho menos generosas y empáticas que aquella que han conformado durante 500 años? Que pregunten al otro lado del Atlántico [cfr. Julio C. González, La Involución Hispanoamericana. De Provincias de las Españas a Territorios Tributarios (de los anglosajones)]. A España se le está aplicando miméticamente la estrategia que llevó a América a dividirse en 20 repúblicas y pasar a ser de Virreinatos bastante autónomos a deudoras eternas de los bancos anglosajones. Su pasado es nuestro futuro. La Historia tiende a repetirse porque no cambian los que mandan ni tampoco las legiones de ingenuos que siguen sus mandatos aunque, una vez más, vistan el traje de presuntos “libertadores”.
El Conde Duque de Olivares clamaba en su Memorial ante Felipe IV “¡Cabezas, señor, hacen falta cabezas, sin cabezas no somos nada!”. En la España posmoderna que presume de ser empática e inclusiva lo que abundan son cabezas de gambas…, dejadas en el plato. Mientras haya para cañas y gambas nada puede perturbarnos. Y es que si el bar volviera a ser lo que era hasta podríamos ponernos a reflexionar y preguntarnos: Quo Vadis Hispania? Pero pierdan toda esperanza, predominará el ¡“otra de gambas”!
Jason
Dura pero certera aproximación a la realidad. La realidad de nuestra Nación es la de la pérdida de cualquier objetivo o meta colectiva. Prima el individualismo y el egoísmo más ruin... inoculado ¿desde fuera? Yo creo que hay mucho de eso. Estamos absolutamente al albur de quien desde fuera nos quiera mal. Y caramba si nos lo hace pagar !!! Cómo hurga en las heridas por las que sangramos quien quiera que sea. Pero de todo se sale. Siempre hemos salido. Lo que ocurre, es que en España siempre hemos tenido que llegar primero muy abajo, para salir después. Y de cuanto más abajo salgamos, con más dolor tocará salir. Todavía nos queda mucho por ver, y nada bueno por cierto. Pero saldremos, cuando ya no se pueda caer más, saldremos. Y mientras seguimos sorprendiéndonos en esta caída y comprobamos que lo siguiente "siempre es peor", pues de momento... "otra de gambas !!". Gracias al autor por sus artículos y el fiel retrato de la realidad que siempre nos hace. Suerte a todos.
Norne Gaest
Artículo de interés político y sociológico. Hoy no tengo tiempo de comentarlo, pero espero que siga escribiendo en VP. Por otro lado, hablando en general, valoro su aportación contra la Leyenda Negra antiespañola y la reivindicación de los valores de la Hispanidad.