Opinión

Pedro, el prestidigitador

Lo imposible, aún para un prodigio del ilusionismo masivo como Sánchez, es que sus crímenes queden impunes en el mediano o en el largo plazo. Esa es la clave

  • El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez -

Es milenaria la discusión acerca de si un prestidigitador es lo mismo que un mago y parece que no. No es así.

Sin embargo, en rarísimos casos surgen fenómenos humanos que concitan ambos talentos en un solo cuerpo y son los mejores ilusionistas que se puedan conseguir.

Hoy para muestra basta un botón, Pedro Sánchez.

Estamos ante un verdadero artista, porque es especialista en trucos de mano, de visto lo visto y ya no lo ves, de mira qué bonito el pañuelo que agito frente a tus ojos, mientras te quito la cartera y el reloj sin que te enteres. Se le da genial.

El problema con Sánchez es que, al final del acto, la cartera y el reloj no los devuelve. Antes, al contrario, viene por nuestro Lamborghini. Bueno, yo actualmente no tengo ninguno, pero debe haber muchos para que el presidente condene a esa marca como la transportadora del mal con forma humana. Si como dicen algunos solo hay 400 en toda España, y en cada deportivo caben dos, son solamente 800 votos como máximo.

Pues el caso es que justamente eso no le importa, Pedro ha hecho aparecer miles de Lamborghini en un acto público a la vista de todos. Ahí demuestra que además de un prestidigitador excepcional, es un mago de la hostia, todo hay que decirlo.

La cuestión es que, entre un truco y otro, Pedro va definiendo a sus enemigos, necesita unos fuertes para esta próxima etapa, que es la última y es a matar o morir.

No hay peor cosa para un socialista que caerse de la clase media mientras ve que su vecino pepero cambia el Dacia por uno nuevo en sus narices

El primer enemigo son los ricos, el segundo son los medios que no acepten el plan de Sánchez, aun cuando les incluye tarifa plana y data ilimitada, toda a favor del gobierno, claro.

Este combo de enemigos acérrimos ha sido un clásico del chavismo y del kirchnerismo también.

Con los ricos la cosa se le facilita bastante, tienen cada vez más enemigos. Es que él mismo, nuestro prestidigitador, se está encargando de que cada vez más españoles desaparezcan de la clase media y aparezcan viviendo en la pobreza. Un truco literalmente impresionante.

Mientras, sus medios nos repiten que el rico es malo y responsable de que nos vaya mal y no tengamos ni salud ni seguridad ni educación. Esta pelea le viene como anillo al dedo, porque también moviliza y radicaliza a su propia tropa. Ya que no hay peor cosa para un socialista que caerse de la clase media mientras ve que su vecino pepero cambia el Dacia por uno nuevo en sus narices. Sánchez sabe que una de las bases del socialismo es la envidia.

Además, para el presidente las empresas ganan mucho, y este mucho es lo que quiere hacer desaparecer. Se sospecha que nos roba Mercadona, varias veces vapuleada por funcionarios del régimen como responsable de la subida de la cesta de la compra. La respuesta española fue fabulosa: seguimos yendo, y encima, a ligar. Aún paseando la piña, sin comprar nada, todos vemos una inflación que da miedo, pero cuando miramos el futuro y lo vemos oscuro, aparece otra vez el prestidigitador Sánchez.

Luego de varios movimientos que un poco te marean, encierra la inflación original en un puño y luego de una leve presión, abre la palma de su mano adonde vemos, sin dar crédito, una inflación menor a la que nos marca lo muertos que llegamos fin de mes.

Asaetear a los ricos

Mientras tanto, una vez demonizados, a los ricos se los mete en una caja impositiva y se le clavan espadas por todos los orificios existentes hasta que se vayan de una vez. Se irán claro, porque se sabe que son conservadores, lo son porque tienen algo que conservar y perderlo es lo último que quieren. Sin embargo, ojo, Pedro dispone de recursos fabulosos de los que se ha ido adueñando con el paso del tiempo, y que no dudará en usar para quitarles todo lo que pueda antes de la partida.

También es verdad que él y sus acólitos han entrado en una etapa en la que no todas son rosas en el camino bolivariano que eligieron, y las que son rosas tienen espinas venenosas.

El prestidigitador de España, el mago del toreo social, el número uno de los ilusionistas, se niega al truco más tradicional, que es ese de serrar a la mujer partiéndola en pedazos y exhibiéndola así despedazada al púbico con la misma sonrisa y buen humor de siempre. Eso sí que no, ni sentada ni de pie.

En lugar de ello y con tal de evitarlo, ha tenido que aceptar el darlo todo, entregando a cambio algún secuaz de los más bobos y prometiendo arriesgarse al máximo él mismo, en el más desafiante engaño público que jamás haya intentado antes.

La hipnotización masiva.

Pedro deberá conseguir que los españoles, a la cuenta de tres, dejemos de ver la invasión de inmigrantes ilegales, creamos que tenemos un duro en la cartera a partir del 25, que sobra trabajo bien pagado y que escuchamos el ruido de las olas del mar.

Cuanto más tiempo pase en la Moncloa más extremo se volverá y en esos estertores finales lo intentará todo, irá por todo y a por todos con armas oficiales

Hasta ahí puede salirle bien, tiene muchas herramientas y muchos medios comprados dispuestos a repetir como loros su alucinante relato. Lo inevitable es que, en algún momento, la sociedad despierte de la hipnosis y lo imposible para Sánchez es que una vez despierta lo haya olvidado todo.

Esta última parte es la que nunca nadie con este modelo bolivariano ha conseguido, el olvido que asegure el perdón. Lo imposible, aún para un prodigio del ilusionismo masivo como Sánchez, es que sus crímenes queden impunes en el mediano o en el largo plazo. Esa es la clave.

Por eso no se puede ir, por eso estira el uso del poder todo lo posible, porque cuanto más tiempo pase en la Moncloa más extremo se volverá y en esos estertores finales lo intentará todo, irá por todo y a por todos con armas oficiales. Ya sin hipnosis, sin pudor, sin anestesia.

Quiere clavar en el ataúd de la democracia el último clavo que le falta, el de la justicia, que al parecer necesita más tiempo para dejarse clavar por Sánchez.

Y como el secreto de los ilusionistas es la distracción, de pronto nos habla abiertamente de un nuevo orden y de su sistema en forma descarada, se radicaliza del todo, desafiante. Pero no le importa, lo hace a propósito.

Porque mientras tanto, créeme, está construyendo la salida, el túnel qué lo conduzca a un destino de impunidad.

Cuidado, el asombro hacia el prestidigitador no cesa hasta que la función no termina, de repente al igual que su antecesor en el PSOE, Largo Caballero, decide poner a salvo el oro que algún español tiene de fuera de España, total es muy probable, que al fin del día, desde el Caribe termine en Rusia, igual que el anterior.

Zapatero y Delcy

Entonces, con un pase de magia negra escabroso, aunque increíblemente bien ensayado, Sánchez hace que desaparezca el presidente electo de Venezuela. Así nomás, frente a todas las miradas, lo hace desaparecer de Caracas para que aparezca en Madrid.

Para este truco necesitó invitar a alguien del público y justamente en primera fila ha encontrado a Zapatero y a Delcy, su amiga ¨Samsonite¨ como la llama en la intimidad, a quien ya hizo aparecer y desaparecer rápidamente del espacio Schengen cuando parecía imposible.

Entretanto el plantel socialista pasa desesperadamente un paño seco por todas las superficies de la democracia adonde desde 2018 Sánchez y su circense desfile de secuaces vienen dejando los dedos marcados sin pudor.

Lo cierto y lo dramático, es que veremos en breve como termina en España un rápido intento de golpe bolivariano. Porque lo intentará, de eso no hay duda. Y le falta poco.

Un golpe un poco más que blando. Un tanto atropellado por sus propias urgencias, pero igual de peligroso y arriesgado. Un golpe que está siendo elaborado a la vista por él mismo y su banda, o sea que ya de ilusionismo nada.

Lamento ser yo quien te lo diga, pero es que, a fin de cuentas, ni un poco de lo malo que te ocurre ha sido magia. Han sido tus impuestos.

Que ahí estaban y en un tris, ya no están.

Aplausos por favor, para el prestidigitador.

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