-Preparadme un baño. A primera hora del lunes.
-¿Con masaje, presidente?
-Sí, con masaje. Y con un ambiente cómodo.
-¿Dónde lo quiere?
-En Televisión Española, por supuesto.
Visto el resultado, así pudo ser perfectamente la concepción de la entrevista con la que el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, ha querido marcar este lunes la agenda de la semana y, por extensión, de principio de curso. Un buen rato largo y feliz en el estreno del nuevo formato de la televisión pública, La hora de la 1, el programa presentado por Mónica López que ha tomado el relevo de los viejos desayunos.
Un programa que ha tardado no más de 20 minutos en envejecer. Hasta se echó de menos a Xabier Fortes. No hubo entrevista a Pedro Sánchez. Hubo un traje a medida para que el presidente del Gobierno colocara su discurso. Con descaro. Con mayores dosis del 'pregúntame por esto' de las concebibles en un medio de comunicación, sea público o privado.
"Pedro Sánchez ya está en los estudios de Prado del Rey para ser entrevistado". El mismísimo anuncio del acontecimiento delataba el agradecimiento del ente por el favor de su jefe. Que jugó en casa. Vaya si jugó en casa. Llegó precedido por un vídeo biográfico en tono de chanza que apelaba directamente a la vergüenza ajena del espectador ("le colocaron al alias de Pedro el guapo, un baloncestista de uno noventa y tantos que las encestaba todas") y por la misma senda transitó el resto: cuesta abajo.
"¡Menuda legislatura le ha tocado!", fue el saludo inicial de Mónica López, que acto seguido recordó animosa las "buenas noticias" desveladas por el ministro de Sanidad sobre la inminencia de la llegada de la vacuna del coronavirus. Ahí calló y dejó a Pedro Sánchez ponerse cómodo, sentirse guapo ante las cámaras. Gustarse. "Me gustaría poner en valor lo que ha conseguido este gobierno". Y de ahí palante.
Voz profunda, conceptos pretenciosos. La pandemia "mortífera", los ERTE y el "éxito", el necesario "nuevo clima político" que no entiende el Partido Popular, la defensa de la banca pública ante la macrofusión que se viene, la reforma del delito de sedición (resonó de nuevo el "preguntadme por eso")... Palabras como actos de fe, sin repreguntas. Las grandes causas sin bajar al barro, sobrevolando los problemas ante la atenta mirada de España entera.
Tras las preguntas -¿cuándo fue la última vez que un presidente del Gobierno pasó un mal trago en la tele pública?- se abrió decididamente el salón de masajes. Aguardaba una mesa de contertulios donde, como poco, se echaba en falta algo más de pluralidad: Lucía Méndez (El Mundo), Enric Juliana (La Vanguardia), Daniel Basteiro (Infolibre) y Ana Pardo de Vera (Público). Nada en contra de ellos, ojo, pero solo faltaban Iván Redondo y Miguel Ángel Oliver sentados a la mesa del señor. Será que en este país no hay periodistas críticos con derecho a preguntar. Será que nadie se acordó de equilibrar la nómina de periodistas. O será otra cosa peor, pero mejor no pensarlo.
Méndez le preguntó por si asumía las responsabilidades por la gestión de la pandemia y de ahí salió el presidente con la boca pequeña y lanzando la pelota a las comunidades. Lo de siempre: cero autocrítica con más de 40.000 muertos sobre la mesa. Juliana se gustó con las prioridades de la reconstrucción y el reparto de los fondos europeos. Basteiro sobre si este país es gobernable si no se aprueban los presupuestos, terreno abierto para que Sánchez se lanzara al cuello de la oposición. Y Pardo de Vera, sobre "la lacra social" de la prostitución. Examen chupao.
A Mónica López se le quedaron en el tintero, y por ello entraron apresuradamente en el turno de últimas preguntas, dos cuestiones: las últimas novedades de la operación Kitchen y el mensaje filtrado con la aprobación de Casado a la renovación del Poder Judicial. Ahí Sánchez volvió a dejar claro lo mala que es la oposición en este país precisamente por eso, por oponerse. No hubo tiempo, ya metidos en harina judicial, para preguntar al presi por el proceso judicial abierto a su socio de Gobierno por financiación ilegal o por el caso Dina que cerca a Pablo Iglesias. Vaya por Dios.
Quizás lo mejor que se ha escrito en este tiempo sobre el manejo que este gobierno hace de los medios de comunicación haya salido de la pluma de Javier Marías, este domingo en El País, periódico poco dudoso de pedrofilia. Lo tituló "Terrorismo informativo". Y lo de este lunes confirma esa tesis. Estamos en un momento dramático, toda vez que el presidente del Gobierno ha decidido no dar la cara en los medios críticos con su gestión. Luego hablamos de Vladimir Putin y sus medios de propaganda, como Russia Today. Pero por aquí vamos por la misma senda. España no tiene uno. Tiene varios "España Today". Y en ellos, indudablemente, Pedro Sánchez es el zar.