Opinión

El petardo de Sánchez

El marido de Begoña Gómez Fernández nos ha vuelto a demostrar que su narcisismo es tan enorme como el tamaño del planeta. Ha demostrado también que su atributo narcisista está en plena incandescencia tras comprobar que ha logrado conv

  • Pedro Sánchez interviene durante un mitin del PSC en Cataluña

El marido de Begoña Gómez Fernández nos ha vuelto a demostrar que su narcisismo es tan enorme como el tamaño del planeta. Ha demostrado también que su atributo narcisista está en plena incandescencia tras comprobar que ha logrado convertir a su partido en una emulación de la iglesia del Palmar de Troya que aplaude ciegamente las gracietas de su obispo. Y que se siente más fuerte que nunca al constatar que los medios de comunicación, públicos y privados, le veneran tanto como hacen los suyos a Kim Jong-un. Así, creyéndose imbatible y consciente de que sus amansados fieles le creen infalible, Sánchez lo ha vuelto a hacer y ha soltado una nueva boutade con la que satisfacer al Narciso que lleva dentro. Y para darse satisfacción, el hermano de David Sánchez -alias “Azagra- ha soltado que la economía española no va ya como una moto, no, ahora va como un cohete.

De manera que nos pretende hacer creer que una economía que arrastra la mayor tasa de desempleo de la Unión Europea, que incumple clamorosamente las dos reglas fiscales de la institución -dimensión del déficit y de la deuda públicos-, que financia su moderado crecimiento a medias entre el mayor aumento del expolio fiscal de la historia de España y el desmesurado crecimiento del gasto público sufragado con recurso al crédito, que tiene un sistema de pensiones próximo a petar y a provocar una descomunal hecatombe financiera en nuestras cuentas, que tiene una de las mayores tasas de inflación de nuestro entorno, que ha aumentado la proporción de familias españolas en riesgo de pobreza, que está provocando un efecto expulsión a la inversión exterior a la vez que encorseta a la interior, y que ha tenido que reinventar buena parte del sistema estadístico nacional para lucir unos galones ficticios, va como un cohete.

Pues diga lo que diga el émulo del obispo de El Palmar, el cohete que nos vende es tan irreal como los que anda buscando la vicepresidenta de su Gobierno, esos que se estarían construyendo los ricos para buscar un nuevo planeta en el que asentarse tras dejar una esquilmada Tierra para los pobres.

El agujero que está socavando la política económica del Gobierno será de tal calibre que a instancias de la Unión Europea Sánchez tendrá que ir tapándolo

Pero es de la irrealidad de lo que vive y se alimenta Pedro Sánchez, ese cubista de la política, ese cultivador del surrealismo vital capaz de que los suyos le sigan tanto cuando va en dirección Norte como cuando camina rumbo al Sur. Y en ambos casos enloquecidos con la fiebre del sábado noche por mucho que la serenata al padrecito Stalin -perdón, Pedro- fuera realmente por la mañana. Es lo que tiene el poder del dinero, yo te financio y tú me haces la ola con el mismo frenesí con el que las seguidoras de Jesulín le arrojaban sus sostenes el diestro de Ubrique.

Volviendo al cohete imaginario, es de temer que por mucho ilusionismo estadístico que se aplique el agujero que está socavando la política económica del Gobierno sea de tal calibre que a instancias de la Unión Europea Sánchez tendrá que ir tapándolo. Y ahí entran los impuestos, ese instrumento históricamente ideado para financiar las exigencias de la vida en común y que el marido de Begoña ha reconvertido en herramienta de ingeniería social y política. De modo que resulta absolutamente previsible que el exceso de déficit y de deuda que asolan a nuestra economía, junto al riesgo de default que supone la irresponsable reforma de las pensiones ideada por el sanchismo, van a tener como remedio parcial nuevos arreones de la fiscalidad que provocarán déficit, deuda y quiebra en las familias y en las empresas españolas.

Se expandirán así los números rojos que, perdiendo intensidad en las cuentas públicas, aparecerán -y con qué fuerza- en las privadas. Al conjunto de los ciudadanos nos seguirán aumentando el IRPF reiterando el criminal uso de la inflación como tributo. A las empresas les subirán el Impuesto sobre Sociedades y especialmente las cotizaciones sociales. A todos, unos y otras, nos castigarán con nuevas figuras impositivas disfrazadas de herramientas de lucha contra el cambio climático. Y para aplicar su creciente expolio fiscal, Sánchez empleará a la Agencia Tributaria, institución que está reconvirtiendo y que de ser la Administración responsable de aplicar el sistema impositivo va encaminada a ser el cuerpo de guardia del sheriff de Nottingham. Bien pagada, eso sí, como también lo estuvieron aquellos gendarmes, la Stasi de la Alemania oriental o la KGB de la extinta URSS.

Las cámaras acorazadas de presidente

Y como consecuencia del aumento de la esquilma impulsado por este Gobierno y ejecutado por los guardianes de las esencias se reducirá aún más la renta disponible de la población y el excedente empresarial, pero Sánchez seguirá manteniendo sin inmutarse que la economía española va como un cohete. Lo hará en cualquiera de sus varias cámaras acorazadas, sea la primera, la segunda o la sexta y lo hará mientras su interlocutor/a le mire con ojos golositos como un gorrión mira al alpiste o, si se prefiere una parábola menos bucólica, como contempla un gorrino a la basura.

De manera que será un cohete si así se quiere calificar pero, de serlo, lo será sin tener ni el destino, ni el rumbo ni el piloto adecuados. Y con el único objetivo de la permanencia de Sánchez en el estatus que tanto adora, investido del poder que ostenta y con la protección legal que ello le confiere.  A su mando, la economía española es una estrella errante cuya luz se apaga con el tiempo y que según entra en contacto con las diferentes capas de atmósfera que rodean nuestro planeta verá aumentar el riesgo de explosión hasta que pegue definitivamente el petardazo. Porque sí, la economía española que ha configurado Sánchez dista mucho de ser el pomposo y sideral cohete que nos pretende hacer creer. En realidad, no es más que un auténtico petardo.

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