Opinión

¿Quienes son los auténticos populistas?

La izquierda ya no se maneja con un compendio ideológico como fue el marxismo-leninismo, sino con algo parecido a un libro de recetas de cocina

  • Pablo Iglesias e Íñigo Errejón.

Hasta hace poco, todo aquello que no gustaba a los progres era 'fascista'. Ahora la clasificación es la de “populista”. Vamos mejorando, aunque se echa de menos algo más de precisión a la hora de emplear nuestro querido idioma español (lo del idioma castellano, como decía don Manuel Alvar, es lo que hablaba el Cid; el castellano, al pasar por América, se convirtió en español).

Intentemos precisar: populista es todo aquel que promueve, en la lucha política, la división social entre “ellos y nosotros”. Lógicamente estos últimos son los buenos. La segunda nota es que el populista pretende políticas autoritarias aunque puedan estar revestidas de democracia y de respeto al principio de legalidad. División y autoritarismo son, pues, las señas que definen a los populistas de izquierdas y de derechas.

Nuestra historia se ha caracterizado por la división y la subdivisiones, e incluso más allá. Prueba de ello es el mito de las dos Españas o de los “lacis” independentistas catalanes frente a los que no lo son y, por supuesto, las amplias subdivisiones que de nuestra sociedad hace la izquierda con lo que se ha denominado el moderno tribalismo. Esto último nace al superarse, por distintas razones, la lucha violenta -o en el menos peor de los casos- ideológica de clases de Gramsci, Laclau y sus discípulos, entre los que se encuentran Errejón y compañía.

La historia electoral del PSOE está llena de populismo. Lo fue Felipe González cuando sacó el dóberman en las elecciones de 1996 para frenar a José María Aznar

La izquierda reorganiza la sociedad en distintos grupos o tribus para asegurarse su voto y promover su recetario igualitario. En mi opinión, la izquierda ya no se maneja con un compendio ideológico como fue el marxismo-leninismo, sino con algo parecido a un libro de recetas de cocina en el que se va estableciendo lo que es bueno y malo para la sociedad hasta niveles insólitos. Esta es la base del pensamiento 'progre' o el consenso que todo lo abruma y nos envuelve hasta extenuar cualquier opinión discrepante. Un autoritarismo de ideas 'progres' asfixiante y ruinoso.

Son populistas Puigdemont, Torra, Rufián y sus secuaces cuando niegan la voz y sus derechos a algo más del cincuenta por ciento de la sociedad catalana (y a más del noventa por ciento de la española) y autoritarios al tratar de imponer una secesión de Cataluña, por mucho que traten de revestirla de aparente formalidad al pasar sus proyectos de ley ilegales (valga el oxímoron) por el  Parlament de Cataluña.

Exhumar a Franco

La historia electoral del PSOE está llena de populismo. Lo fue Felipe González cuando sacó el dóberman en las elecciones de 1996 para frenar a Aznar. Lo fue también ZP cuando le contestó a Iñaki Gabilondo a su pregunta ¿Qué pinta tienen los sondeos que tenéis?". "Bien, sin problemas, lo que pasa es que nos conviene que haya tensión".

El presidente del Gobierno actual incurre en el populismo cuando exhuma a Franco con evidente autoritarismo hacia la familia, a quienes se les niega el más elemental derecho a enterrar a su pariente donde ellos decidan. También es evidente el afán divisorio para “atizar” las dos Españas.

Hay populismo, y muy autoritario, en Podemos cuando, por ejemplo, pretenden una división de la sociedad y estrangular (al menos fiscalmente) a los que ellos consideran los ricos, que no son más que la clase media. Existe populismo y también autoritarismo al intentar promover una cultura única, con cierre o expropiación de los medios de comunicación. Y son sólo ejemplos de un programa trufado de populismo y autoritarismo.

Y estos son ejemplos de un país que sobre el papel parece roto en divisiones enconadas que no se reflejan para nada en la sociedad que vivimos. El mito de las dos Españas está felizmente superado –lo demuestran las encuestas- salvo en época electoral. Este mito se superó por muchas razones: la educación, el incremento de la renta per cápita, la homologación de nuestra cultura política con Europa y, por supuesto, -y creo que esto es lo esencial- el abrazo que se dieron todos los políticos en las primeras cortes de la Transición. Un Parlamento donde se sentaba la Pasionaria, la misma que espetó de forma fatal a José Calvo Sotelo en 1936 y en el mismo hemiciclo aquello de “este hombre ha pronunciado su último discurso”.

Vox es el único partido verdaderamente transversal: capta votos de todos los grupos y estamentos sociales

Hoy es constante la acusación de populismo a Vox. Habría que preguntarse, en primer lugar, si pretenden dividir a la sociedad entre un “ellos y nosotros”. Se podría sostener que “ellos” serían los 'progres', los que promueven y sustentan el pensamiento socialdemócrata que asola España y que, como bien se ha dicho, "son ideas que propone la izquierda, hace suyas el centro y gestiona la derecha" (Rocío Monasterio). Este pensamiento uniforme es la base del consenso que padecemos y que impide hablar de lo que a muchos nos parece capital: el paro, el futuro de nuestros jóvenes, el desastre demográfico y sus implicaciones, la destrucción de los valores, entre ellos todo lo que se refiere a la familia y los muchos etcéteras que son objeto de la apasionante lucha ideológica en la que está inmerso Vox.

No veo cómo se puede tachar de autoritario a quien con todas las armas democráticas pelea contra un pensamiento único y no niega la existencia del adversario. Por el contrario, Vox es el único partido verdaderamente transversal: capta votos de todos los grupos y estamentos sociales. Esto es lo que amenaza al sistema actual y sus cuotas, como se ha visto en Andalucía o en Madrid. Sin los votantes de Vox, la derecha no gobernaría en estos lugares. Esta es la amenaza, y no el autoritarismo, que es inexistente, y es lo que tiene aterrorizados a los 'progres'. No son 'ellos' los que sufren la ofensiva de Vox, son sólo sus voceros que tienen engañados a una grandísima parte de los españoles. Esta distinción entre “ellos” y sus voceros es de lo que empieza a darse cuenta el electorado, y por eso Vox asciende en las encuestas.

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