En la calurosa mañana del 23 de julio pasado, Pedro Sánchez se subió a la tribuna del Congreso de los Diputados para pronunciar su discurso de investidura, sabiendo que era un trámite, con trago incluido. Pablo Iglesias le iba a hacer pasar un mal rato y nada más. Todo la gestión del resultado electoral del 28 de abril conducía al domingo 10 de noviembre. Desde el comienzo se trataba de crear la imagen mental entre los españoles de que la única posibilidad de un Gobierno pasaba por Pedro Sánchez y que por culpa de otros no era posible. La idea cuajó y en la carpa de campaña que tienen en la Moncloa decidieron seguir con el plan de los 150 escaños.
Sea como fuere y gracias a la fractura del PP en varias porciones, Sánchez ha podido jugar hasta la fecha con la ventaja de crear su propio papel, en este caso de víctima de todos los demás que no le permiten ser presidente del Gobierno. Ni siquiera se le ha reprochado que no haya hecho nada por conseguir una mayoría parlamentaria suficiente. Sánchez buscaba el asentimiento de la Cámara como si fuera una de las opciones incluidas en la legislación vigente. No gobierna quien gana, como bien sabe el PSOE desde hace décadas. No hay más que repasar episodios de todo tipo en ayuntamientos y comunidades autónomas.
Al PSOE le interesa que Vox crezca para frenar al PP y a Vox confrontar con el PSOE, como si los de Abascal fueran la única alternativa
El CIS publicado esta semana redunda en el marco mental de que Sánchez es la única opción para evitar el colapso del sistema, tras un bloqueo de cuatro años en el que él ha tenido casi todo que ver. O Sánchez o nada. A pesar de que los institutos privados ofrecen cifras que sitúan al PP al borde de ser alternativa, los números presentados por el militante socialista, José Félix Tezanos, sostienen la tesis de partida de la Moncloa. Los 150 escaños doblegarán las resistencias de Iglesias y Rivera, por abatimiento o desistimiento, y harán a Sánchez presidente del Gobierno, antes de Navidad.
Si los votantes ven que Sánchez es el ganador único, no habrá reunificación del voto del centro derecha. Si no hay alternativa, da lo mismo votar a Vox, aunque solo sea para desahogarse. Queda anotado para después del resultado que en esta campaña hay una confluencia de intereses entre el PSOE y Vox. Ambos partidos tienen al PP como enemigo común. Al PSOE le interesa que Vox crezca para frenar al PP y a Vox confrontar con el PSOE, como si los de Abascal fueran la única alternativa.
Se equivocó con Vox
¿Hay partido? Si hacemos caso a la confluencia de intereses entre el PSOE y Vox, sin duda, a pesar de la encuesta del CIS. Los datos han sido cocinados mientras se producían una serie de acontecimientos posteriores a la recolección de los mismos. No obstante si se repasa la encuesta del CIS publicada a primeros de abril, tres semanas antes de las últimas elecciones, veremos que Tezanos acertó con el PSOE y el PP. La horquilla de escaños ofrecida en ambos casos mostraba, en el peor de los supuestos, los 123 y los 66 obtenidos por socialistas y populares.
Se equivocó con Vox, pasándose en el pronóstico y también con Ciudadanos pero quedándose corto. Entre aquella encuesta y las elecciones no hubo una sentencia del Tribunal Supremo respondida con una insurrección callejera en Cataluña junto con una respuesta tan tibia como táctica del Gobierno de Sánchez. La gestión de la crisis fue mala y con efecto. No hay más que ponerse a contar el numero de cámaras desplegadas para la exhumación en el Valle de los Caídos. Los votantes que dudan entre abstenerse o votar al PSOE o a Ciudadanos son los que van a decidir si el profesor Tezanos acierta o no. Por eso, hasta el último minuto, hay partido.