Opinión

Qatar-Arabia Saudí, la rivalidad de la impostura

Estamos ante dos Estados impostores. No representan ningún modelo de interés, pero, eso sí, en cierto modo son excelentes consumidores e imitadores del estilo de vida ‘occidental’

  • Hamad Bin Jalifa Al Thani

Mientras paseaba por Brindisi, el jeque tuvo retortijones. Cuando viajas fuera, a miles de kilómetros de casa, se producen trastornos digestivos que en ocasiones te obligan a evacuar a toda prisa. Lo primero que pensó el jeque fue en acudir a los baños de un centro comercial, pero no tuvo uno a mano. Todos estaban cerrados, así que-según publica la prensa italiana- se aproximó a un barrio humilde y marinero. Tuvo la suerte de encontrar a una señora que tomaba el aire. Se acercó y le pidió -tal vez en su interior rogó- que le permitiera usar su humilde taza, ese agujero donde se precipitan los desechos de todas las personas sin distinción.

Muy mal se debió sentir el jeque en aquel momento, porque después de 21 años ha vuelto agradecido. Para ello, ha surcado parte del Mediterráneo con el fin de reencontrarse con la anciana, y recordar aquel “entrañable” momento.

El emir emérito Hamad Bin Jalifa Al Thani debe de ser un hombre de palabra. Y no olvidó un hecho que parece que le ha marcado toda su vida. Agradecido, entregó la mujer varios billetes de Qatar Airlines, para que vaya a visitarle junto a su familia.

Según la inteligencia alemana, tanto Arabia Saudí como Qatar han financiado al salafismo en Europa

Qatar, desde los años 90, ha construido un fabuloso “ego nacional”, es decir, la renta per cápita más alta del mundo. El propio emir fue protagonista de esa transformación desde que dio el golpe de Estado de 1995, mientras su padre se encontraba en Suiza. En 2013 dejó el trono en favor de su retoño, Tamim Bin Hamad Al Thani.

El gas natural -compuesto principalmente por metano- siempre ha impulsado a Hamed Bin Jalifa a lugares sorprendentes. Es el poder de la descomposición de la materia durante miles de años, lo que la ha transformado en la energía del futuro. El jeque conoce muy bien el valor de este hidrocarburo. Algunos consideran al Seij como una persona humilde: todos tenemos las mismas necesidades. Apareció con su yate de 130 metros para mostrar su amistad a una señora tal vez perpleja.

Hamid no solo ha explotado con éxito el gas. A él le debemos la creación de Al Jazeer, la modernización de un Estado y la instalación militar estadounidense en Al Udeid, la base más grande del Cercano Oriente. De allí parten los B-52 que “operan” en Irak y Siria.

Sin embargo, a Al Thani no se le ha ocurrido devolver al Estado sirio todo lo que le ha quitado, tras su masiva intervención en la guerra. ¿Cómo se devuelven las vidas? Si ha sido tan generoso por el uso de un retrete...¿cuánto les debe a los sirios? Pocos imaginaban que  el régimen de Al Asad pudiera aguantar. Todas las fuentes señalan que Qatar ha financiado a extremistas de todas las nacionalidades.

Según la inteligencia alemana, tanto Arabia Saudí como Qatar financian el salafismo en Europa.

Miles de millones salían de Doha en auxilio de los Hermanos Musulmanes mientras los saudíes intentaban evitar ver a otro Morsi en Damasco

En realidad, Arabia Saudita y Qatar rivalizan. Y lo han hecho especialmente en Siria. Estos países ofrecen dos modelos de organización socio política diferenciados. Qatar ha pasado de ser el criado de Arabia Saudí, a competir con el Estado neo wahabita, un modelo internacional que no termina por fraguar. Utilizan todos los medios a su alcance para influir en el mundo. No solo la guerra, de ahí los pagos al Instituto Brookings, Middle East Institute, y alguno que otro más.

Olvidamos los cheques -miles de millones- firmados desde Doha, en auxilio de los Hermanos Musulmanes, mientras los saudíes estaban disgustados ante la posibilidad de ver a otro Morsi en Damasco.

Miran los Al Thani las inversiones y las guerras desde el Shard, la torre más alta de Inglaterra, país en el que tienen 50.000 millones de euros invertidos en bancos, propiedades inmobiliarias o supermercados.

En definitiva son dos estados impostores, incapaces e inmaduros. No representan ningún modelo de interés. Son excelentes consumidores e imitadores en cierto modo del estilo de vida “occidental”, eso sí.

Hace unos meses que MBS -acrónimo del príncipe saudí Mohamed Bin Salman- gastó 450 millones de dólares en el cuadro Salvator Mundi, atribuido a Leonardo Da Vinci. Resultó extraño, pues en el Islam no se dan las representaciones de los profetas.

Consideran que para su propia supervivencia es necesario comprar cuadros como el de Salvator Mundi, aunque sean falsos. Y recorrer con sospechosa humildad los mares en señal de agradecimiento a una anciana. Pero la “cosmética” esconde la propia supervivencia de ambos, cada vez más comprometida.

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