Washington D.C. respira un aire de transformación y frenesí. Con la victoria electoral de Donald Trump, la capital estadounidense ha vuelto a convertirse en el epicentro de un cambio político monumental, recordando momentos históricos como los de 1980, cuando Ronald Reagan asumió el cargo con la promesa de revitalizar la economía y devolver a América su grandeza. Ahora, en 2024, las oficinas del Capitolio y las salas de reuniones de los think tanks conservadores vibran con un propósito similar: construir un gobierno que consolide el mensaje de Trump y dé un nuevo impulso al país.
La intensidad de la transición
En este momento, el equipo de transición de Trump trabaja sin descanso. Amigos cercanos comentan que las jornadas de diez y doce horas se han convertido en la norma, con informes y recomendaciones que deben estar listos en tiempo récord. Asesores y especialistas revisan expedientes, entrevistan a candidatos y elaboran propuestas que marcarán el rumbo de los próximos años. Este proceso, siempre exigente, ha cobrado una intensidad adicional en una administración que, al igual que en los tiempos de Reagan, busca definir un estilo propio y romper moldes.
Las responsabilidades del equipo de transición son enormes. En él se incluyen figuras clave del Partido Republicano y jóvenes talentos conservadores, que no solo enfrentan largas jornadas, sino también presiones inusuales por los altos estándares que Trump y su primera línea han establecido. "Esto no es solo una nueva administración, es un movimiento", comento uno de los asesores en una reunión informal.
Los nombres de los seleccionados para ocupar los puestos más estratégicos generan intensos debates en las cafeterías cercanas a la Casa Blanca, donde los rumores y las expectativas se mezclan con el aroma del aguado café americano. Por su parte, senadores republicanos como Mitch McConnell y nuevos líderes emergentes han intensificado sus esfuerzos para preparar audiencias de confirmación y garantizar un inicio de gobierno sin tropiezos. "Estamos aquí para apoyar, pero también para liderar", afirmó uno de ellos al término de una sesión en el Senado.
Mientras tanto, no todo es entusiasmo. Los trabajadores públicos de departamentos e instituciones que se oponen a la agenda de Trump muestran rostros de preocupación e incertidumbre. En reuniones del Congreso y del Senado, no es raro escuchar comentarios como: “Nos han votado para cerrar esto” o “vamos a reducir drásticamente su presupuesto”.
Prioridades energéticas: "América, primero"
Uno de los pilares más claros del gobierno de Trump será su política energética, evocando la estrategia de independencia energética promovida por Ronald Reagan. Trump ha declarado que su prioridad será revitalizar la producción de petróleo y gas, sectores que considera fundamentales no solo para la economía, sino también para la seguridad nacional. Durante un mitin reciente, subrayó su intención de "poner fin a la dependencia de la burocracia y devolver la energía al pueblo estadounidense".
Entre las medidas más destacadas que la administración planea implementar se encuentran la eliminación de regulaciones impuestas por el gobierno anterior y la expansión de proyectos de perforación en áreas protegidas. Esto incluirá una revisión inmediata de la Ley de Reducción de la Inflación (Inflation Reduction Act), que asignó miles de millones de dólares a subsidios de energía renovable. En su lugar, Trump se ahorrará ese gasto y que sea el sector privado, libremente, el que decida donde quiere invertir su dinero. Como en la década de 1980, cuando Reagan trabajó para desmantelar regulaciones que afectaban al crecimiento industrial, Trump busca devolver al sector privado el control que, según él, los gobiernos demócratas han limitado.
Todas las regulaciones de la SEC (Stock Exchange Commission) que prohibían, limitaban o sancionaban las inversiones en el sector de los hidrocarburos van a desaparecer o se verán significativamente reducidas. En Texas se espera la vuelta, en Washington se da por segura, de la inversión privada a un sector que había visto la huida de las fuentes tradicionales de financiación y de los fondos hacia proyectos de energía renovables.
Nuestra querida Europa queda muy mal parada en términos de productividad y competitividad por todos estos cambios, pasando a convertirse en un paria en un mundo que ni sigue su camino al suicidio verde, ni penaliza a sus industrias. Europa necesita producir energía abundante y barata. No hacerlo significaría perder su tejido industrial y su primacía en el mundo. La explotación de sus recursos naturales que los tiene es esencial para evitar que esto ocurra y el daño causado por una clase política inepta sea irreversible.
La relación con Europa
En Washington preocupa que la UE se quede atrás, perdiendo prosperidad y relevancia en el mundo. Son conscientes de que Europa queda muy mal parada en términos de productividad y competitividad por todos estos cambios, pasando a convertirse en un paria en un mundo que ni sigue su camino al suicidio verde, ni penaliza a sus industrias. Me dicen y nadie puede no estar de acuerdo que nuestra economía y nuestra sociedad necesita producir energía abundante y barata. No hacerlo significaría perder nuestro tejido industrial y el liderazgo que hemos disfrutado en el mundo.
Reagan como inspiración
La sombra de Ronald Reagan es omnipresente en el movimiento conservador, en todas las galas de navidad, recepciones y reuniones esta presente. Reagan no solo redefinió el papel del gobierno en la economía, sino que también transformó la percepción global de los Estados Unidos como un faro de libertad y prosperidad. Trump, un admirador declarado del cuadragésimo presidente, ha citado frecuentemente sus logros como una fuente de inspiración para sus propias políticas.
La famosa frase de Reagan, "el mejor programa social es un empleo", resuena en la agenda de Trump, quien ha prometido devolver empleos al país mediante la revitalización de sectores clave como la manufactura y la energía. Este paralelismo no es casual; representa una continuidad ideológica dentro del partido que busca devolver a los Estados Unidos su posición de liderazgo global.
Las expectativas son altas, y los desafíos, enormes. Hay determinación y propósito en los líderes republicanos, todos quieren hacer de esta transición un capítulo memorable en la historia política de los Estados Unidos
Mientras tanto, la atmósfera en Washington es una mezcla de entusiasmo y competencia. Profesionales de diversas áreas compiten por puestos en la administración, generando una tensión alegre que se respira en cada rincón de la ciudad. Desde los pasillos del Capitolio hasta los salones de reuniones de los hoteles más exclusivos, las conversaciones giran en torno a futuros nombramientos y las políticas que marcarán esta nueva etapa.
Como ocurrió en los años ochenta, cuando Reagan lideró un resurgimiento conservador, la capital del país vuelve a ser el escenario de un renacimiento ideológico. Las expectativas son altas, y los desafíos, enormes. Hay determinación y propósito en los líderes republicanos, todos quieren hacer de esta transición un capítulo memorable en la historia política de los Estados Unidos.
En resumen, el gobierno de Trump comienza con una visión ambiciosa y una misión clara: devolver a los Estados Unidos la grandeza que sus seguidores consideran perdida. Con un enfoque en eliminar toda la ideología woke, la independencia energética, la revitalización económica y un papel activo en la escena internacional done China es el enemigo, la nueva administración se prepara para enfrentar tanto las oportunidades como los desafíos que le esperan.