Opinión

Retórica progre

Con el relato de la concordia se ha alcanzado el punto máximo de hipocresía y moralismo tolerables para algunos. A partir de este punto hay una sensación de que la

  • Hanna Arendt

Con el relato de la concordia se ha alcanzado el punto máximo de hipocresía y moralismo tolerables para algunos. A partir de este punto hay una sensación de que la izquierda fuerza todo acontecimiento hasta adecuarlo a los marcos de su propia retórica. Por mi parte, ya he dejado de confundir la lógica con este proceso, que Arendt denominaba la lógica de la ideología, para poder entender los argumentos del discurso progre.

Si preguntásemos a un intelectual de izquierdas hoy: “¿Apoyas una reforma constitucional para conceder la inviolabilidad a los que socavan el Estado de derecho?” Nos contestaría: “En tanto que intelectual de izquierdas…” y proseguiría: “¿Qué significa apoyar? ¿La inviolabilidad se concede a uno de los nuestros? ¿Es bueno para la concordia? ¿Es valeroso defender este Estado de derecho? ¿Quién apoya qué?”. Es la lógica del pensamiento ideológico, que no sabe salir del círculo de consignas tajantes del partido.

Coherencia retórica

Arendt, la más grande de las grandes para ciertos círculos de la izquierda, lo explicaba en Los orígenes del totalitarismo. La lógica del pensamiento ideológico consiste en un mecanismo que procede modificando la realidad conforme a sus afirmaciones y argumentaciones. El lenguaje progre, hoy, es aquel que logra modificar la realidad para ajustarla a lo que sus propias afirmaciones determinan. Obedece a una consistencia propia de la deducción lógica una vez se adopta un marco ideológico y unas premisas progres. Su coherencia es puramente retórica, es más difícil sostenerla en el mundo real.

Sánchez el funambulista nos recordaba esta semana el espíritu integrador de la Constitución, que él reduce a las palabras “diálogo y concordia”, y explicaba que la palabra concordia significa “con corazón”. A continuación introduce la premisa de que el indulto es un acto de concordia bajo el argumento (hipócrita) del “interés general” y concluye así que el indulto entra de lleno en el espíritu de nuestra Constitución. Y así es como, burla burlando, el Ejecutivo concede esta medida de gracia con todas las garantías constitucionales. Y con corazón.

Los debates moralistas de la izquierda siempre le sorprenden a uno en una casilla desde la que cualquier movimiento es una derrota, porque su Iglesia moral está por encima de la lógica elemental

Debo a mi cultura europea la toma de conciencia de pertenencia y adhesión a los principios democráticos. No hay que tolerar ni medianamente una verborrea sobre dilemas sentimentales como la concordia y el deber de perdonar a quienes no se rigen por estos principios. La cuestión es si actuamos con la ley contra partidos anticonstitucionalistas cuando dejan de regirse por estos principios o si les ponemos la alfombra roja y socavamos el Estado de derecho para construir una Hungría con arcoíris.

Los debates moralistas de la izquierda siempre le sorprenden a uno en una casilla desde la que cualquier movimiento es una derrota, porque su Iglesia moral está por encima de la lógica elemental. Te seducen con confeti retórico y luego te pasan la factura del procés. Esconden su estrategia mediante términos y eslóganes tan grandilocuentes como falsarios. Este esquema de pensamiento, propio de los totalitarismos, se distingue de la lógica porque se funda y actúa de acuerdo al pensamiento ideológico; privilegiando la retórica sobre la significación. Gracias a esa instrumentalización de la lógica, la ideología se establece como un sistema plegado sobre sí mismo que, procediendo por identidad y exclusión del Otro, admite como fin loable, democrático, todo aquello que obedece a sus intereses.

A pesar de todos los esfuerzos retóricos desplegados, el socialismo ha caído en un círculo de pensamiento ideológico que se torna emancipado de la realidad. Lo único que nos permite zafarnos de la honestidad del vendedor ambulante es la claridad mental que produce el pensamiento lógico, y no ideológico. Pensar a contracorriente y no dejarse atrapar por la ideologización que contamina el debate político. Antes de beber el brebaje de la concordia, que respeten las libertades individuales y defiendan a la sociedad civil de la tiranía del colectivismo identitario, nacionalista y progre. Mientras tanto, tendrán discordia.

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