Definitivamente, Sánchez no tiene la baraka que tuvo Zapatero y que permitió disimular durante un tiempo la nadería de sus planteamientos y de sus políticas. Está claro que el actual presidente suele equivocarse en sus decisiones, pero además le falta la suerte que acompañó a su predecesor. Por ello, sus errores quedan al descubierto de modo flagrante, lo que le deja literalmente en cueros.
Hace tan solo unas horas hemos conocido el resultado de su intervención en la crisis del PSOE andaluz. Decidió descabalgar a Susana Díaz e imponer a un candidato sanchista y las espadas se han tornado contra él en forma de fracaso electoral. Le sucedió igual cuando impuso a sus candidatos en Madrid: el bueno de Pepu y el sansirolé Gabilondo, éste en dos ocasiones, lo que resultó en el desastre cosechado en la segunda. A este paso, no habrá organización territorial de su partido que le acepta nuevos candidatos impuestos.
Pero es que, tras un considerable retraso, por fin se ha puesto en marcha la sobrevalorada “excepción ibérica”. Como resultado, en sus tres primeros días la electricidad nos ha salido más cara a los españoles ¡vaya fiasco! No sabemos lo que pasará más adelante, pero el preparado globo del marketing se le ha pinchado a Sánchez. Se asemeja lo anterior a lo sucedido con la bonificación al combustible. Tras pretender Sánchez que los consumidores percibiéramos que, gracias a su magnanimidad, nos costaba menos llenar el depósito de nuestro vehículo, va el mercado mayorista y le estropea su estrategia publicitaria. Resultado: ahora nos cuesta más el repostaje. Incluso el clima parece tener declarada la guerra al “malaje”. En solo dos años y medio de la actual legislatura han tenido lugar en España la nevada y la ola de calor más intensas de los últimos decenios.
En otro orden de cosas, andaba Sánchez encantado con que al frente del PP estuviera Casado pues éste no daba con la tecla para ejercer una oposición con opciones de victoria electoral y, además, había fabricado un lío interno descomunal. Hete aquí que los de Génova han sabido reaccionar con prontitud y con habilidad y ahora debe enfrentarse a un rival mucho más difícil cuya sensatez y experiencia, a juzgar por las encuestas, le van a dificultar extraordinariamente su pretensión de seguir ocupando el palacio de La Moncloa.
Aunque existen muchos más ejemplos, valga lo expuesto para confirmar que, junto a sus errores, Sánchez tiene como hándicap adicional la ausencia de la baraka que acompañó a Zapatero. En esas condiciones, no le salva ni su Manual de Resistencia, ése que se inventó la negra Lozano. Sin olvidar que, como le dijo Núñez Feijóo, resistir no es gobernar. Así, tirando de su manual, Sánchez puede -eso sí- aguantar el resto de legislatura, tragándose un día si y otro también los sapos que le envían sus socios de Gobierno (¡vaya tela!) y los de la mayoría parlamentaria que le dio la investidura. Pero tragárselos es incompatible con desarrollar una acción de gobierno coherente y eficaz. La ausencia de ésta determinará, como está determinando, que España afronte la crisis económica con políticas erróneas y con recetas trasnochadas, amplificándose así las consecuencias que sufrirán -que sufren- las familias españolas.
Y encima nos queda aguantar la "mala follá" del personaje. Decía la canción que se hizo popular en los años ochenta que “si naciste para martillo, del cielo te caen los clavos”, y eso le está sucediendo a Sánchez. Por ocupar La Moncloa y por seguir ocupándola, estuvo y está dispuesto a ser martillo y, por ello, no paran de lloverle clavos. Definitivamente, Sánchez está “salao”, tiene gafe, es un cenizo. Y ya sabemos que descubierto lo anterior, lo prudente es alejarse del maléfico.