En la España espantada por la covid, acobardada por la pérdida del empleo y alarmada por el deterioro creciente de la convivencia, esa vieja España que huele a quiebra, Pedro Sánchez salió ayer en televisión con la actitud de aquellos millonarios de alto copete que, en época de vacas flacas, multiplicaban su gasto suntuario, estrenaban mayordomo con librea y aumentaban la generosidad de sus propinas al salir de los restaurantes caros simplemente para joder a sus enemigos y enviar un mensaje descorazonador a las aves de rapiña que, desde lo alto de sus torres almenadas, esperaban la ruina del afectado para caer cual cuervos sobre los restos de su antaño surtida hacienda, tan vistoso él, tan afectado, tan campante, recitando cifras y prometiendo inagotables venturas sin entender mucho lo que leía en el teleprónter. España está tan castigada, su sociedad tan humillada, sus esperanzas tan romas, que el español medio acoge estos despilfarros propagandísticos con la indiferencia del que ve llover y solo espera que la suerte le proteja y no le depare una nueva desgracia.
El gachó citó a los empresarios –y al resto del elenco- telemáticamente para las 10.30 de la mañana y no dio la cara, no apareció en pantalla hasta bien pasadas las 11.15, entre la indignación de los afectados, gente de postín que presume de apretada agenda, obligada a tragarse esta nueva falta de respeto en silencio, porque cuando uno ha arriado una vez las banderas de la dignidad es muy difícil recuperarlas del barro y debe estar dispuesto a admitir desplantes de este tipo sin inmutarse, y además soportarlos sin la menor explicación. “Infumable”, “Inaceptable desconsideración”, “No tiene un pase” eran expresiones que ayer se oían en los despachos de alta dirección. “No se puede convocar a última hora de la tarde para la mañana siguiente y luego dejarnos plantados durante casi una hora…” Todo para asistir a una letanía de buenas intenciones, una lista de regalos, una carta a los Reyes Magos hecha a uña de caballo en los últimos días, literalmente en los últimos cinco días, con mensajes, cifras y porcentajes calculados a ojo de buen cubero, con sumas y restas a gusto del jefe de gabinete de turno.
Los cacareados 140.000 millones son un señuelo que al final quedarán reducidos a poco más de la mitad si tenemos en cuenta que España deberá aumentar notablemente su aportación al Presupuesto comunitario, y que partidas de fondos que normalmente nuestro país recibía se verán recortadas por la necesidad de hacer ahorros"
Adelantar que en los PGE del año próximo quiere inyectar 27.000 millones de los 72.000 que proyecta gastar en el trienio 2021-2023 procedentes de los fondos que Bruselas ha asignado a España parece revelar que Moncloa pretende tirar únicamente de los dineros concedidos a fondo perdido, sin hacer uso de los créditos disponibles en similar cuantía, aunque a lo mejor es otra forma de reconocer que los cacareados 140.000 millones son un señuelo que al final quedarán reducidos a poco más de la mitad si tenemos en cuenta que España deberá aumentar notablemente su aportación al Presupuesto comunitario, y que partidas de fondos que normalmente nuestro país recibía se verán recortadas por la necesidad de hacer ahorros. Y ello para crear 800.000 puestos de trabajo en tres años, los mismos que prometió Felipe González en su día con el resultado conocido, aunque nuestro galán debería tener fácil cumplir su promesa, porque con el nivel de paro actual y con los ERTE que vienen convertidos finalmente en ERE, cualquier mínima recuperación de la actividad le permitirá presumir de creación de empleo aunque en términos absolutos esa apenas sea una gota en el océano de desocupados que va a generar esta gran crisis.
“Un 37% de esos fondos irán para inversión verde y un 36% para transición digital”, dice el pavo, sorprendido en plena exhibición por la cornada del juez García-Castellón en plena femoral de Pablo Iglesias, y todo a humo de pajas, puro volteo de campanas, sin el menor soporte documental, sin proyectos concretos, sin saber el organismo que va a gestionar tan llamativo dispendio, ni qué instancia va a velar por su correcta utilización, sin poder siquiera imaginar qué Deux ex machina será capaz de impedir el trinque galopante que tantos españoles escaldados por el río de corrupción que nos ha traído hasta aquí se temen. Por eso se puede apostar ya: por el número de nuevos millonarios, del Ibex y de fuera del Ibex, de Moncloa y del entorno de Moncloa, gente dispuesta a cobijarse en la pedrea de millones que vienen, nuevos ricos a punto de hacerse, y cuánta pasta para repartir entre amiguetes, cuántas cuentas en paraísos fiscales, cuántos nuevos casoplones en la costa… Un gigantesco nuevo 'Plan E' a imitación del de ZP pero muy verde y muy digital. Tan digital que ahora ni siquiera se pondrán aquellos cartelones que se instalaban a la entrada del pueblo que construía su nuevo pabellón polideportivo. Un nuevo 'Plan E' o la tragedia de dilapidar una ocasión única para enmendar el rumbo de esta España aterida con su aventurero al frente.
El mensaje de las instituciones europeas, incluso del FMI, animando a gastar sin miedo a un Gobierno social comunista es casi una invitación al crimen, un “ojos que no ven” al hagan ustedes lo que les salga de la punta, gasten como les pete, y ya sabemos cómo lo van a gastar"
El show propagandístico de ayer vino precedido por el anuncio, tras el consejo de ministros del martes, del nuevo techo de gasto establecido por el Gobierno con vistas a la elaboración de los PGE del 21, techo que contempla una subida del 54% hasta los 196.000 millones, un anuncio, ironía de las ironías, acompañado por el empeoramiento de las previsiones macroeconómicas para el año en curso. Es el viejo gastad, gastad sin tino, malditos, tan del gusto de la izquierda populista que nos gobierna, indiferente al hecho constatado por la evidencia empírica de que aumentar el gasto corriente en esa proporción es una salvajada que no ayuda a la recuperación económica sino al revés. El mensaje de las instituciones europeas, incluso del FMI, animando a gastar sin miedo a un Gobierno social comunista es casi una invitación al crimen, un “ojos que no ven” al hagan ustedes lo que les salga de la punta, gasten como les pete, y ya sabemos cómo lo van a gastar. Porque el problema no es tanto el cuánto gastas como en qué lo gastas, si lo inviertes bien o lo dilapidas, ahí está la clave de un drama que, salvo milagro, nos llevará a finales de 2023 sin dinero, porque lo habremos malgastado, y con una deuda pública elefantiásica.
El futuro no puede ser más gris tirando a negro. España es un bello balcón mirando al mar de la incuria y la miseria. El enfermo de Europa. Nuestro país lleva mucho tiempo sin avances significativos en la reducción del abismo que en términos de renta per capita nos separa de la Europa rica, algo que pone en evidencia, por un lado, la ausencia de políticas consistentes para dotar de mayor flexibilidad a la economía y acometer las reformas estructurales indispensables para elevar su potencial de crecimiento y, por otro, el fracaso de las políticas fiscales seguidas a la hora de apuntalar una estabilidad presupuestaria en lo que a control del déficit y de la deuda pública se refiere. La historia económica de España ha sido una reedición constante del arreón de potro jerezano y la parada de mulo manchego que decía Baroja, un ir y venir entre la (relativa) disciplina macro y la indisciplina fiscal y el gasto desbocado. Un país que no consigue enlazar con el vagón donde viajan los ricos del continente, condenado ahora, salvo milagro, repito, a la decadencia si no al caos.
Karl Vossler, rector que fue de la Universidad de Munich y gran hispanista, en su libro 'España y Europa' escribe: “Algo, por cierto, ha descuidado siempre la política española o no lo ha sabido entender nunca: la cuestión económica. Plena prosperidad económica no la ha gozado este pueblo ni cuando le pertenecía medio mundo en el siglo XVI y, en cambio, en la segunda mitad de ese siglo, tres veces hizo quiebra el Estado” (…) “Como su mentalidad siente más lo maravilloso que lo material, en su obrar y querer tiene más valor la guerra que el trabajo constante, la aventura que el comercio, el poder que honra más que todas las riquezas”. Tras un fogonazo de aparente prosperidad que terminó en la crisis de 2008, la mitad al menos de los españoles parecen haberse decidido por la aventura, carente de honor y ayuna de riquezas, de seguir el rastro de migas que nuestro Pedro Putin y su socio comunista van dejando camino de la dictablanda que quieren endosarnos.