Opinión

La semana de las (supuestas) purgas soviéticas en la prensa española

Siempre he desconfiado de la intelectualidad española porque a la mitad le queda grande el calificativo. El resto -salvo excepciones- siempre ha sido esclava de su vanidad o de su editorial. Decía Cioran que todos llevamos dentro un predicador y un profet

Siempre he desconfiado de la intelectualidad española porque a la mitad le queda grande el calificativo. El resto -salvo excepciones- siempre ha sido esclava de su vanidad o de su editorial. Decía Cioran que todos llevamos dentro un predicador y un profeta; y que cuando alguna de las dos condiciones se manifiesta, aumenta el porcentaje de maldad en el mundo. El egocentrismo de determinados intelectuales e hintelectuales les ha llevado muchas veces a callar cuando debían hablar, pero también a estirar algunos argumentos de forma demasiado sospechosa.

¿Por qué? Supongo que porque cada cual manda en su hambre y la verdad muchas veces es la peor enemiga de la cuenta corriente. Ser rotundo, ser valiente y ser sincero suele abocar a la pobreza y a la soledad; y hay quien no lo ha visto de recibo. Las cátedras y los honores son demasiado atractivos como para renunciar a ellos en pos de la verdad. Por otra parte, en este país tenemos la desgracia de que Prisa y Planeta editan libros y explotan los medios más influyentes. Los que respaldan o hacen la vista gorda al poder en función de lo que convenga; y los que arrastran a los pensadores hacia el terreno que les conviene.

Sin entender esto, resulta imposible explicar la talla que han adquirido ciertas figuras; o la presbicia de todas ellas -durante décadas- sobre 'asuntillos' como la inviolabilidad del emérito o de las familias políticas y económicas que decidieron zamparse el Estado democrático. Así que está muy bien el ejercicio que realiza Fernando Savater en su nuevo libro -en el que señala la degeneración de la izquierda y la de Prisa-, pero convendría preguntarse el porqué tantos pensadores -no es su caso, especialmente desde 2015, cuando ha sido muy crítico- han pasado de largo durante todo este tiempo sobre aspectos tan importantes como evidentes. Por fortuna, parece que será mucho más sencillo romper algunos silencios en lo sucesivo: el mercado editorial está hundido.

No soy partidario de marcharse de los sitios despotricando. Comparto la actitud que mantuvo Salvador Sostres cuando David Jiménez lo despidió de El Mundo. Dijo adiós y gracias... y se buscó la vida, como debe ser. Las empresas son propiedad de sus accionistas y pueden confiar o prescindir de nosotros cuando le venga en gana. Entraba dentro de lo normal que si Savater publicaba un libro en el que ponía a caldo a Prisa le despidieran de El País. No creo que sea cierta la teoría de la 'purga sanchista' porque entonces no escribirían allí Juan Luis Cebrián, Félix de Azúa o Ana Iris Simón. Aquí se trata de una cuestión personal con una lógica aplastante. Respetable por ambas partes.

Una culpa mal atribuida

No se ha dicho toda la verdad al respecto porque ya se sabe que el ego es el principal defecto de los personajes públicos. Tampoco se dijo en su día cuando El País cesó a Antonio Caño y hubo quien miró hacia Moncloa. Es importante precisar que esa destitución estaba decidida desde principios de 2018, cuando Amber Capital y Santander -entonces en una guerra abierta- pactaron varios cambios en la Cadena SER y en el diario generalista del grupo para tratar de recuperar al perfil de lector que había emigrado a la competencia. La destitución de Caño coincidió con el cambio de Gobierno, pero no es cierto que Sánchez exigiera su cabeza. Esa leyenda urbana que se ha extendido a ese respecto es falaz.

La gran preocupación de Joseph Oughourlian era frenar la fuga de audiencia hacia medios como eldiario.es. Así que Prisa decidió abundar en la línea de esta 'nueva izquierda' en la que la lucha por los parias de la tierra no es más importante que las pugnas feministas, climáticas e igualitarias. Ésas que el neo-marxismo impulsa junto al gran capital en la actualidad; y que han incrementado mucho más la tensión que el bienestar. A partir de ahí, El País de Gallego Díaz, De Javier Moreno, de Pepa Bueno y de Miguel Barroso ha actuado a conveniencia del Ejecutivo en múltiples ocasiones. Eso le ha llevado a defender la febril plurinacionalidad española y demás zarandajas territoriales. Ahí tiene razón Savater.

¿Y qué pasa con Planeta?

¿Y por qué la izquierda española ha terminado ahí? Por múltiples razones que no son nuevas. Una de ellas es sin duda el intento del PSOE de recuperar los votantes que se fueron hacia Podemos a mediados de la década pasada. Todo eso sucedió en un momento crítico para las televisiones, en las que los ingresos publicitarios se habían desplomado y en el que preferían ofrecer debates a programas de ficción, dado que eran mucho más baratos de producir. Así que como Pablo Iglesias y compañía atraían a la audiencia... tonto el último. LaSexta fue fundamental en ese momento. Sigan la línea de puntos: LaSexta, Atresmedia, Planeta... Pues eso. Otra verdad incompleta.

Tampoco comparto eso de llamar “bobos” a los votantes de la izquierda. Los habrá porque es inevitable, pero desde luego, no creo que haya más memos que ciudadanos descontentos y mal informados por las causas de su constante empobrecimiento. Un fenómeno que se extiende a una buena parte de los países occidentales y sobre el que tantas veces manipulan los grupos de comunicación que tantos libros editan. Y que tantos egos sacian.

Cierto es que no anda muy bien la cosa cuando resulta tan fácil arrastrar a la masa hacia posturas tan extremas y disparatadas como las que defendían Pablo Iglesias y compañía, a los que Savater define con acierto como personajes previsibles, tópicos y muy menores. Pero también es verdad que el tiempo pone a cada uno en su lugar... y no hay nada mejor que los hechos para derribar utopías y destapar falsos sueños y estafas ideológicas. Desde las que impulsan los populismos latinoamericanos importados hasta las totalitaristas.

Esta semana se consumaba la ruptura más significativa en ese grupo desde la de Íñigo Errejón con Pablo Iglesias. Fue la del jefe de Canal Red con Juan Carlos Monedero, a quien su grupo está intentando 'cancelar'. La revolución termina por matar a sus hijos, pero también a sus padres. Ahora bien, ninguna revolución se produce por ciencia infusa. Siempre hay quien consiente, quien financia y quien aviva por su propio interés.

Que nadie olvide que lo que sufrimos hoy es consecuencia de la suma de todos esos factores. Quien no los conocía hasta ahora debería tenerlos en cuenta. Y quien los tuvo en cuenta y los calló, pensar que a lo mejor sacrificó demasiado por su ambición de ser predicador o profeta.

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