Opinión

Si gana Franco, vamos a morir todas

Este permanente estado de elecciones es agotador. Para nosotros, los sufridos votantes, y para ellos. Tamames tenía razón: Sánchez debería haber convocado las generales el 28J. Ahora, agotada la oratoria, los políticos

  • La vicepresidenta Yolanda Díaz conversa con la ministra Irene Montero tras el tenso debate de la ‘Ley del solo sí es sí’

Este permanente estado de elecciones es agotador. Para nosotros, los sufridos votantes, y para ellos. Tamames tenía razón: Sánchez debería haber convocado las generales el 28J. Ahora, agotada la oratoria, los políticos tiran  de hipérbole. Especialmente quienes podrían perder el lujoso tren de vida que conlleva servir al pueblo, esa paradoja. Los otros, que saben que tarde o temprano verán pasar el cadáver del enemigo, pueden permitirse el lujo de dramatizar menos.

El “sólo puede quedar una” de Yolanda Díaz  contra Irene Montero nos está proporcionando unas tardes impagables. En los tuits de racimo que lanzan las huestes de Iglesias, se asegura que la Ministra de Igualdad  es una valiente que ha “puesto el cuerpo” luchando contra un fascismo que, la verdad, yo no sé bien en qué consiste. ¿En impedir que rebajen penas a violadores y pederastas? ¿En no fomentar que los adolescentes se mutilen? Todo es relato, y en él Montero es una heroína que se juega el pellejo en primera línea bajo el fuego enemigo. La realidad es que pasó de la facultad a ser ministra —lo de ser cajera cuenta tanto para el cargo como poner copas los findes, perdóname que te diga— y del piso de papá y mamá al chaletazo en Galapagar. Y todo gracias a ser pareja del revolucionario emérito; si no hubiera sido ella, habría sido Tania o cualquier otra. Y lo sabes.

A pesar de que la alternancia en el poder es la esencia de la democracia, las izquierdas consideran que la alianza valenciana de las derechas ha abierto las puertas del infierno

Por su parte, PP y Vox han llegado a un pacto para gobernar la Comunidad Valenciana:  Núñez Feijóo  pone las cartas boca arriba antes de las elecciones. En Cantabria, en cambio, ha preferido la abstención de Revilla y, mientras escribo estas líneas, parece que en Murcia las cosas se ponen difíciles. Un observador externo diría que los de Feijóo sólo pactarán con los de Abascal cuando no les quede más remedio. Aun así, y a pesar de que la alternancia en el poder es la esencia de la democracia, las izquierdas consideran que la alianza valenciana de las derechas ha abierto las puertas del infierno. Y han salido en tromba a recordar que sólo ellas — las izquierdas— pueden  pactar con quién les dé la gana.

Y lo peor no es que Franco vaya a resucitar para ponerse al frente del Gobierno. La —ahora con razón—  mujer más enfadada de España, la sobreactuada Pilar Alegría y la monísima Isabel Rodríguez nos advierten de que lo peor es lo que nos espera a las mujeres. Si gobiernan PP y Vox, nos prohibirán trabajar, conducir,  votar y llevar minifalda. Y nuestras parejas podrán matarnos impunemente. Si nuestros hijos, padres, hermanos y amigos no nos han puesto todavía la mano encima es gracias al Gobierno en funciones, pero verás en cuanto lleguen los otros. Tendré que hablar con mi hija —que tuvo que emigrar a la fría Europa por lo bien que gestiona Sánchez la economía— para decirle que no se le ocurra volver. Aquí corre peligro de que los fachas trunquen su prometedora carrera profesional, como les ha sucedido a todas las mujeres de Castilla y León desde que PP y Vox gobiernan allí. Y me pregunto, puesto que no tengo marido ni padre, a quién tendré que pedir permiso para abrir una cuenta bancaria. ¿A mi hermano? ¿A mi hijo? ¿Al moro que vive en la planta de arriba y “cuyas” mujeres van cubiertas?

Cuando haya cuota de mujeres, de mujeres maltratadas, de trans, de migrantes y de gordas —nunca de gordos, que a ellas les gustan delgados— ¿quién va a trabajar?

Ni Montero  ni Alegría ni Rodríguez van a compartir jamás rellano con esas féminas veladas. Quizá por eso jamás hablan de ellas. Ni mencionan sus hombres cuando estos protagonizan robos o agresiones sexuales. La ambición rubia de bote quiere una fiscalidad femenina para una sociedad intercultural y antirracista, y para ello propone  prohibir las devoluciones en caliente —sinónimo de abrir, más, las puertas al islam— y que haya cuotas de inmigrantes en instituciones públicas, empresas y organizaciones. Pero, cuando haya cuota de mujeres, de mujeres maltratadas, de trans, de migrantes y de gordas —nunca de gordos, que a ellas les gustan delgados— ¿quién va a trabajar? Pensad en esos servicios públicos que tras la pandemia han descubierto el teletrabajo y la cita previa;  imaginad cuando una gran parte del funcionariado esté allí por cuota.  Menuda fiesta kafkiana, ¿eh? España va como una moto, pero el servicio de la administración al ciudadano no deja de empeorar; cualquier trámite con la SS es una película de terror.

Votar a las derechas acabará con la democracia y desde el Gobierno en funciones nos dicen que tenemos que tenerles miedo. Pero votar a las izquierdas nos llevará a una sociedad feminista, transgender y multicultural, en la que se seguirá exprimiendo al trabajador con impuestos verdes y hasta digitales para mantener a la casta política, la funcionarial y la vulnerable. Un sinvivir. Y en esto que Roberto Vaquero anuncia que Frente Obrero se presenta a las elecciones. Es tan comunista como Yolanda Díaz o Pablo Iglesias y tan republicano como Sánchez, pero sin cursilerías ni géneros fluidos y, además, antifeminista y antiinmigración ilegal. Llega la izquierda patriótica. Sólo puede quedar uno.

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