Opinión

Vox se aprieta el cordón sanitario

Pocos entienden la jugada; por supuesto, no los consejeros y asesores que se han quedado en los ‘barcos’ del PP, y si me apuran, tampoco aquellos que siguen en el ‘cayuco’ de Abascal

  • Santiago Abascal, líder de Vox -

La política es caprichosa por demás en estos tiempos líquidos; si no, que se lo pregunten a Alberto Núñez Feijóo, que no sabía como quitarse de encima el sambenito de que “gobierna con la ultraderecha” y ha venido Vox a echarle una mano rompiendo de un plumazo cinco gobiernos autonómicos cinco por un ponme aquí o allá 347 menores inmigrantes no acompañados (menas)… Anda que no es ancha Castilla para encontrarles cobijo y resolver así el hacinamiento en el que sobreviven en Canarias.

Digámoslo claro: Santiago Abascal está usando el destino de unos críos en situación de extrema vulnerabilidad para forzar un presunto giro estratégico que le permita tener ante la opinión pública a largo plazo el monopolio de la mano dura contra la inmigración. Eso sí, a costa de colgarse al cuello él solito, bien apretado, ese cordon sanitario con el cual la izquierda ansía aislarle desde hace un año... Jugada política maestra donde las haya

Ahora intenta recomponer la figura apelando a la mística y la épica -“preferimos honra sin barcos”, jalea el ya ex vicepresidente de Castilla y León Juan Vicente Gallardo- pero, se mire por donde se mire, muy pocos lo entienden; por supuesto, no lo entienden los consejeros y decenas de directores generales y asesores de Vox que se han quedado en los barcos del PP, y si me apuran, tampoco aquellos que permanecen a regañadientes en el cayuco de Abascal, caso del ex vicepresidente valenciano Vicente Barrera.

”La han cagado pero bien. Han caído en la trampa de Sánchez, han comprado su relato de los menas”, reconoce alguien que tuvo mando en Vox. “Si tú quieres combatir la inmigración ilegal, pon el foco en algún adulto de esos que vienen con un historial de machete & sharia, ¡no en un pobre crío que se ha quedado huérfano porque su madre murió en el cayuco!”

”La han cagado pero bien. Han caído en la trampa de Pedro Sánchez, han comprado su relato de los menas”, reconocía a este periodista horas después de que Abascal cumpliera su amenaza alguien que tuvo mando en Vox hasta hace un año. “Si tú quieres combatir la ausencia de proyecto contra la inmigración ilegal, pon el foco en algún adulto de esos que vienen con un historial de machete & sharia, ¡no en un pobre crío que se ha quedado huérfano porque su madre murió en el cayuco durante la travesía!… es de primero de política”.

Como no creo que Abascal sea un inútil -nadie que construya una fuerza que ha llegado a tercer partido lo es-, tiendo a pensar que se ha creído sus propias mentiras, algo que nos sucede con frecuencia a los seres humanos. Y cuanto antes salga de esa partida de parchís imaginario que solo él atisba -ya saben, como una y cuento veinte-, antes podrá recomponerse.

Si es que puede, claro, porque, por errores estratégicos similares, ya cayeron Albert Rivera y Pablo Iglesias. Ambos también saborearon las mieles de ser tercera fuerza política española y lo perdieron todo tras sendos movimientos políticos incomprensibles: Rivera negándose a pactar con el PSOE cuando sumaba 180 diputados con el PSOE en las elecciones de abril de 2019 e Iglesias trasladando a los suyos en referéndum una responsabilidad suya, exclusivamente suya y de su pareja, en la compra de un chalé millonario en Galapagar (Madrid).

España no es Francia

De momento, en materia de inmigración España no es Francia, se ponga Vox como se ponga, y Santiago Abascal nunca llegará a representar lo que representa Marine Le Pen en el país vecino; por mucho que se codee con ella y con los Donald Trump, Giorgia Meloni, Javier Milei y Viktor Orban de un Occidente que responde así a esta globalización que ha traído empobrecimiento a sus clases medias.

Y nunca llegará a ser Le Pen, insisto, porque, a diferencia de esos doce millones de franceses que han votado al Reagrupamiento Nacional por desesperación ante lo que consideran desintegración progresiva de su grandeur, Abascal debería saber que los españoles no tenemos grandeur; la perdimos con los barcos de los que habla Gallardo, allá por los siglo XVI y XVII, y además no se ve por ninguna parte un gran reemplazo magrebí y subsahariano en nuestras calles. Es lo que se llama principio de realidad.

La mayoría de quienes forman nuestra inmigración son latinoamericanos, españoles del otro lado, como rezaba nuestra Constitución de 1812, la de la España de los dos orillas del Atlántico; y una cosa es la incomodidad de permanecer más tiempo en listas de espera o en la cola del ambulatorio y otra temer por tu identidad, que es lo que les pasa a muchos franceses

La mayoría de quienes engrosan nuestra inmigración, peruanos, ecuatorianos, colombianos, venezolanos, argentinos, latinoamericanos en general, son españoles del otro lado, como rezaba nuestra Constitución de 1812, la de la España de las dos orillas del Atlántico que una vez fue una sola comunidad de sentimientos y hasta de intereses a ambos lados del océano.

Y una cosa es sentir incomodidad por permanecer más tiempo en listas de espera y en la cola del ambulatorio, porque cada vez hay más usuarios de la sanidad pública, o de la educación para todos -algo que se resuelve con más inversión pública-, y otra temer por la pérdida de tu identidad, que es lo que les pasa a muchos franceses desde hace no menos de 20 años... los que llevan eligiendo en las presidenciales entre alguien y algún Le Pen.

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