La hegemonía del PNV parece imbatible. Todos los sondeos apuntan a que la formación encabezada electoralmente por el lehendakari, Íñigo Urkullu, aumentará en votos y escaños el 12-J pese a los monumentales errores y sobresaltos acaecidos durante la pasada legislatura. Con la salvedad de los cuatro años de Patxi López en la Lehendakaritza (2009-2012), los peneuvistas han gobernado desde 1979 y tiene pinta de que volverán a hacerlo otros cuatro años. Es la versión vasca del PRI mexicano.
En el país azteca el PRI llegó a gobernar durante 71 años consecutivos (1939-2000). El PNV no podrá batir ese récord. O tal vez sí, a este paso. Porque la realidad es que, por encima de lo que se diga y se prometa en campaña electoral para conseguir votos, en Euskadi todo el mundo, incluidos los políticos de todos los partidos, dan por hecho que Urkullu seguirá al frente del Gobierno vasco otros cuatro años después de las elecciones autonómicas del próximo 12 de julio.
La sensación está extendida por toda la sociedad. Es algo que ya ni se discute. El PNV gobierna al igual que el sol sale cada mañana, aunque muchas veces esté nublado. Los esfuerzos de Bildu y Podemos por alentar la posibilidad, de por sí remota, de formar un tripartito con el PSE ni siquiera suenan creíbles. La realidad es que todos los sondeos apuntan a que los peneuvistas van a seguir creciendo y, por supuesto, podrán elegir socio de gobierno. Un socio que, salvo hecatombe, será el PSE de Idoia Mendia.
Rozando los 40 años
Ahora mismo el PNV y el PSE gobiernan juntos tanto en el Ejecutivo autonómico como en todas las diputaciones y los principales ayuntamientos del País Vasco. El pacto goza de buena salud pese a no pocos roces acontecidos en los últimos meses. La opción del tripartito "de izquierdas" es el mantra que repiten sobre todo en Podemos y también, aunque en menor medida, en Bildu, pero la propia Mendia se ha encargado de desinflar esa opción. Cualquier cambio sería una sorpresa.
Desde 1979, los peneuvistas han gobernado durante casi 38 años. Primero Carlos Garaikoetxea (desde 1979 hasta 1985), luego José Antonio Ardanza (hasta 1999) y en tercer lugar Juan José Ibarretxe (hasta 2009). Llegó el citado paréntesis de Patxi López. Y desde 2012 gobierna Urkullu. Es decir, el PNV está todavía lejos del PRI mexicano, pero acaricia ya los 40 años gobernando de forma casi ininterrumpida.
La legislatura recién terminada (2016-2020) puede parecer tranquila desde la óptica nacional, pero la realidad no es esa, sobre todo si se compara con la primera en que Urkullu gobernó (2012-16)
La legislatura recién terminada (2016-2020) puede parecer tranquila desde la óptica nacional, pero la realidad no es esa, sobre todo si se compara con la primera en que Urkullu gobernó (2012-16). Sobre todo hubo convulsiones en la segunda mitad. Uno de los principales problemas del PNV ha estado en los exámenes de Osakidetza (departamento de Salud). Las revelaciones sobre el caso fueron minando al Ejecutivo hasta que en marzo de 2019 el consejero Jon Darpón se vio obligado a dimitir por el fraude en las oposiciones. Una crisis que no fue baladí.
En 2018 el Gobierno vasco de PNV y PSE no pudo aprobar los presupuestos vascos. En los dos primeros años de la legislatura el PP apoyó las cuentas públicas, pero tras la traición peneuvista en la moción de censura contra Mariano Rajoy ese entendimiento se acabó. Otro momento especialmente duros para Urkullu y los suyos, quizás el más delicado, llegó en diciembre de 2019, cuando se dictó la sentencia del caso De Miguel. La corrupción en el PNV de Álava salpicó a todo el partido y acabó para siempre con ese mito de que los peneuvistas no incurrían en este tipo de asuntos sucios.
Zaldibar y la pandemia
Luego, en febrero de 2020, llegó la tragedia del vertedero de Zaldibar que puso contra la cuerdas al propio Urkullu. Por último, la impensable crisis del coronavirus que fue especialmente dura en Euskadi, supuso enormes problemas para el Ejecutivo autonómico y contribuyó, junto al trágico accidente, a desgastar ese otro mito sobre el PNV y su presunta capacidad innata para la gestión pública.
Pese a todo, parece que el PNV no se resentirá en las urnas, sino todo lo contrario. Algunas encuestas como la del CIS apuntan a que incluso el PNV podría lograr el 12-J la friolera del 40% de los votos y los 34 escaños. En 2016 se quedó en el 37,6% de los sufragios y 28 asientos en la Cámara de Vitoria. Una subida meteórica a pesar de los problemas comentados.
¿Por qué sigue creciendo?
La pregunta es por qué el PNV sigue creciendo y no se desgasta pese a todo eso. Responderla es imposible porque afectan muchos factores históricos y sociológicos. Pero la realidad es que desde el punto de vista estrictamente demoscópico, la clave está en el PP vasco. Fuentes de varios partidos, incluido el propio PP, indican que los jeltzales pueden crecer a costa del hundimiento de los populares. Así lo reconoce el propio candidato de PP y Cs, Carlos Iturgaiz, y así lo admitía también su predecesor, Alfonso Alonso, que precisamente por eso intentó cambiar la estrategia en Euskadi.
De hecho, las encuestas apuntalan esa teoría. Porque Bildu aparece como segunda fuerza con alguna opción de crecer, por un lado, mientras PSE y Podemos se disputan varios escaños pero entre ambos sumarán lo mismo que antes, por el otro. Parece que el PNV crecerá en función de cuánto descienda el PP. O de cuánto afecte a los populares el voto a Vox, porque los peneuvistas podrían hacerse con varios escaños gracias a los famosos restos electorales.
Sea por este motivo o por otros, lo que está claro es que la hegemonía del PNV no está en cuestión en este 12-J.