Reconocer que tenemos nuestra parte de culpa en toda la crisis financiera e inmobiliaria es imprescindible para que no vuelva a suceder nada parecido. Pero en vez de eso, preferimos seguir en nuestro mundo de fantasía, en el que todos somos buenas personas y los responsables son siempre los otros, en el que hay que prohibir por Ley los desahucios y garantizar una casa a todo el que la solicite, se la merezca o no.