La violencia deja huellas físicas y psicológicas profundas en quienes la sufren. Investigaciones recientes han revelado que el maltrato también afecta al cerebro, más si cabe cuando la agresión proviene de un familiar o una pareja, por lo que los daños neuronales provocados por la violencia de género son detectables mediante técnicas avanzadas de neuroimagen, mostrando alteraciones significativas en la estructura cerebral.
“El daño es profundo, mayor si cabe cuando la agresión proviene de una persona conocida con la que hay vínculos afectivos... A más vínculo, más vulnerabilidad”, nos cuenta la profesora de Fisiología de la Universidad de Sevilla, Susana P. Gaytán, quien ha estudiado el efecto en las bases neurales de las funciones vegetativas y las emociones, tratando de buscar herramientas de respuesta que ayuden a las víctimas de violencia y de violencia de género.
Gaytán detalla como episodios de violencia y estrés prolongado tienen consecuencias en la materia blanca del cerebro. Esta estructura es clave para la conectividad cerebral. Según diversos estudios, los daños en esta región afectan la comunicación entre distintas áreas del cerebro, generando consecuencias funcionales.
Cambios en el volumen cerebral
El cerebro es un órgano con dos tipos de células. Las neuroglias, células gliales o simplemente glías forman parte de todo nuestro tejido nervioso. En el cerebro se encargan del mantenimiento del órgano, asegurando por ejemplo el sistema inmunitario del cerebro.
Por otro lado, están las neuronas, que establecen conexiones y circuitos entre sí gracias a la sinapsis, que es permite que los impulsos nerviosos viajen a través de las redes neuronales. Teniendo esto en cuenta, es palpable que “cualquier daño en una neurona se traduce en una alteración del circuito neuronal”, explica Gaytán.
Ya había numerosas evidencias de cómo situaciones de estrés y violencia en las que el cerebro siente peligro afecta al funcionamiento de las funciones defensivas del cerebro, que resuelve en respuestas de huida o defensivas, tras un proceso de análisis de información y gestión de emociones.
Otra de las conclusiones presentadas por Gaytán tras el análisis de varios estudios con técnicas de neuroimagen es que los cerebros de las mujeres que han sufrido violencia ven alteraciones en su volumen. La exposición prolongada a situaciones de maltrato reduce la profundidad de los pliegues y surcos cerebrales. Estas estructuras, al estar menos desarrolladas, limitan el área disponible para la presencia de neuronas, lo que además reduce la posibilidad de conexiones neuronales más amplias y puede tener efecto en la capacidad de procesar información.
El maltrato también tiene efectos en áreas corticales, zonas concretas del cerebro relacionadas con el procesamiento de información y el comportamiento social. El cerebro social es la zona del cerebro en la que establecemos nuestro reconocimiento de los individuos y establecemos una red de relaciones afectivas jerarquizadas, la zona que habilita gran parte de nuestro comportamiento social.
Según una investigación de 2016, las víctimas presentan alteraciones en estructuras clave como la amígdala, la corteza prefrontal, el hipotálamo y el hipocampo. Estas regiones desempeñan funciones esenciales en la toma de decisiones, la atención, resolución de problemas o la adaptación al entorno. “Los hallazgos que hemos realizado no me han sorprendido, la verdad, pero sí hemos podido constatar los efectos en el cerebro que tiene la violencia, por eso necesitamos mejorar los cuidados”, explica Gaytán. Su trabajo aporta un fundamento neurocientífico para el apoyo a víctimas de maltrato.
A pesar de las inquietantes conclusiones, Gaytán aclara que ninguno de estos efectos provocados por el maltrato tiene un efecto fisiológico permanente, “en cuanto desaparece la situación y causa de ese maltrato, el cerebro tiende a recuperar la total integridad de la función cerebral”.
Impacto en la salud mental y física
La violencia de género genera no solo alteraciones neurológicas, sino también problemas de salud crónicos. Según el Instituto Nacional de Estadística, en España, el 28,7 % de las mujeres han sufrido algún tipo de violencia de género. A nivel global, casi una de cada tres mujeres ha sido víctima de maltrato.
El análisis de Gaytán en ‘Así cambia el cerebro de las víctimas de la violencia de género’ integra también los efectos de la violencia no física, la virtual, una realidad emergente que en Andalucía se constata esta semana con los datos ofrecidos en Granada en el VII Congreso Internacional Género y Derecho que organiza la Universidad de Granada.
Los datos que emanan de los informes del Consejo General del Poder Judicial confirman el aumento de la violencia en las agresiones a las mujeres que incrementan su intensidad en un 50%. En este aspecto tiene relevancia la violencia virtual, un 80% de las mujeres recibe algún tipo de acosos en redes sociales y el 53% ha recibido fotos de carácter sexual no deseadas ni solicitadas por ellas.
Todo esto tiene implicaciones en el cerebro y también en la salud, con secuelas más variadas que incluyen dolores de cabeza, insomnio, cuadros de ansiedad y depresión. Estos problemas no solo afectan la calidad de vida de las víctimas, sino que también pueden dificultar su recuperación y reintegración en la sociedad.