Cultura

Blancanieves muerde la manzana del aburrimiento y de lo cursi en su remake

Rachel Zegler y Gal Gadot protagonizan la adaptación "live action" del clásico de Disney de 1937, que llega a los cines

  • Blancanieves -

Walt Disney estrenó en 1937 Blancanieves, la adaptación a la gran pantalla del famoso cuento de los hermanos Grimm, que años después fue considerado una de las producciones más oscuras y brillantes de los famosos estudios de animación. Ahora, en 2025, todo el misterio, la magia y la ternura que consiguió aquella película se diluye en la nada con la adaptación a la imagen real que llega este viernes a los cines. 

En la misma línea que viene haciendo desde hace ya varios años, Disney suma una víctima más a sus versiones "live action", entre las que se encuentran la reciente La sirenita, La bella y la bestia (2017) o Alicia en el país de las maravillas (2010), por citar algunas. 

De nada sirve que cuente con la fuerza, el talento y la belleza que destila su actriz protagonista, Rachel Zegler, una cantante y bailarina capaz de defender la ternura y la imagen más cándida, pero al mismo tiempo subvertir las dinámicas del personaje que limpia, recoge y busca refugio, para pasar a liderar y combatir si es necesario. 

Se mueve con soltura en este desafío y parece la actriz idónea, porque también demuestra sobrado potencial para elevar las canciones y sacar lo mejor que dan de sí, lo que, desgraciadamente para el espectador, es insuficiente. Para ser una película musical, las composiciones son pobres, no tienen gracia y ni siquiera resultan agradables, sino tan solo melodías insufribles que llevan al extremo la necesidad por superar la intensidad. 

Paradójicamente, en el apartado musical logra justo lo contrario a lo que ha conseguido Disney en toda su trayectoria: lograr que los adultos rememoren las películas animadas de su infancia con tan solo escuchar unas pocas notas. 

Pero más allá de la música, lo cierto es que el conjunto de la película se sumerge en esa estandarización tan habitual en los últimos tiempos en la que la obsesión por la perfección convierte cada escena en un refrito de cualquier cosa que uno haya visto en cualquier otro momento, hasta el punto de olvidar, si no fuera por los símbolos recurrentes, que uno se encuentra en Blancanieves. 

Huir de lo "woke"

Parece mentira, por continuar con la enumeración, que Disney sea capaz de convertir en algo tan grotesco y feo la recreación de los enanitos a partir de efectos digitales, una decisión que se tomó tras descartar que fueran interpretados por actores reales. 

Al hilo de la buena actuación de Rachel Zegler como Blancanieves, cabe también destacar la acertada recreación de la malvada reina por parte de Gal Gadot, aunque demasiado plana y poco oscura. Entre la Charlize Theron de Blancanieves y la leyenda del cazador y la película que ahora se estrena existía una gama de grises que habría sido interesante explorar para no convertir, una vez más, todos los remakes que toca en la misma película. La expresividad y la gestualidad se pierden y la lírica del cuento se somete a una uniformidad con la que, eso sí, se espera hacer caja.

Poco parece importar esto a la compañía, que recientemente ha anunciado el viraje en sus políticas "woke", en sintonía con los cambios políticos de Estados Unidos, lo que confirma que todo ha sido una moda y que explica esta Blancanieves, preocupada por la igualdad, por tomar decisiones y no dejarse llevar, haya sido escondida en una paupérrima campaña de promoción mundial con la que no se ha acercado a la protagonista a los medios de comunicación y que se ha limitado a una campaña en el Alcazár de Segovia, inspiración para la recreación del castillo. 

 

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