Política

Sánchez se queda solo: desubicado en Bruselas, con su gobierno dividido y sin apoyo parlamentario

El presidente del Gobierno lo tiene por primera vez todo en contra desde que llegó al Palacio de la Moncloa hace casi siete años

  • Pedro Sánchez en el Palacio de la Moncloa. -

Nunca antes Pedro Sánchez se había quedado tan solo. El presidente del Gobierno tiene todo en contra por primera vez desde que llegó al Palacio de la Moncloa hace casi siete años. El líder socialista se ha quedado políticamente desubicado en Bruselas, en pleno impulso armamentístico de la Comisión; tiene a su consejo de ministros dividido por el incremento del gasto en defensa que demanda el Ejecutivo comunitario y carece de apoyos parlamentarios para presentar al Congreso, como le obliga la Constitución, un proyecto de Presupuestos Generales del Estado.

Sánchez, pese a todo, está obcecado. Ni adelantará elecciones ni presentará las cuentas, por mucho que la ministra de Hacienda, María Jesús Montero, se empeñe en decir eufemísticamente que está "trabajando" para tenerlas. El presidente seguirá hasta que llegue la cita con las urnas, en 2027. No tiene incentivo alguno para convocar elecciones generales mientras se suceden informes y noticias diarias sobre el caso Koldo, que tiene asediado a su otrora número dos, José Luis Ábalos. Pero por el camino se está dejando muchas plumas. La guerra por el control de Prisa es el último capítulo.

Lo que más preocupa en Moncloa es la debilidad de Sánchez en la Unión Europea. En estos momentos, el presidente no tiene capacidad para mostrarse como un socio fiable ante sus colegas europeos y comprometerse con la fiebre del rearme que ha invadido las capitales comunitarias para hacer frente a la amenaza rusa y la hostilidad estadounidense. Sánchez ha trasladado en Bruselas que el incremento de las partidas presupuestarias de defensa no tiene por qué pasar por el Congreso. Cosa distinta es la eventual participación de militares españoles en una misión en Ucrania.

Sánchez quiere jugar en la liga de mando de las decisiones europeas. No por casualidad, durante la cumbre en Londres de líderes para trazar la seguridad del viejo continente, el presidente español se sentó entre su colega francés, Emmanuel Macron, y el británico, Keir Starmer, que son, precisamente, los partidarios de desplegar una fuerza de paz que lleve hasta Kiev uniformados europeos. El problema es que Sánchez no cuenta para ello con el apoyo, no ya de la mayoría en el Parlamento que le dio su tercera investidura, sino de un tercio de su gobierno. Sumar ha enseñado ya sus cartas: no quiere oír hablar de gastar más en armas y resucita el grito histórico de la izquierda española contra la OTAN. Las tropas ni en sueños.

Y claro, ninguno de esos mensajes procedentes de una parte del Gobierno de España y del Congreso de los Diputados gusta en Bruselas. Cada uno de ellos resta credibilidad y fuerza a Sánchez, que está perdiendo la batalla del relato. El presidente hace malabares e intenta convencer a la opinión pública española (y a sus socios parlamentarios) de que cuando se refiere a gastar más en defensa, la cosa no va de tanques o fusiles, sino de "ciberseguridad".

Pero nada más lejos de la realidad. Europa tiene que rearmarse como nunca en ocho décadas: construir un mando común, una estructura militar única y disponer de armas homologables que hablen el mismo idioma, porque en estos momentos hay 27 arsenales distintos que carecen de interoperabilidad. Y todo indica que España y el resto de países europeos se van a ver obligados a hacer recortes en su gasto público para cumplir tan colosal empresa. La presidenta de la Comisión, Ursula von der Leyen, acostumbra a tomar nota de todo lo que no le gusta. Y en el PSOE, en privado, se admite que a la alemana no tuvo que gustarle nada escuchar a Sánchez criticar el nombre del plan con el que quiere movilizar hasta 800.000 millones: Rearm Europe.

El presidente está en fuera de juego diplomático, pero también político en casa. Sánchez ya admite abiertamente que no pasará nada si se prorrogan los Presupuestos vigentes de 2022. Pero tras esa apariencia se esconde una dura realidad: el Gobierno no tiene respaldo parlamentario. De manera que aguanta la farsa a la espera de un brusco cambio de los acontecimientos que modifique sustancialmente el contexto político.

En Moncloa no se oculta el cabreo por el juego de Junts, que esta semana se alió con el PP y tumbó la creación de la Agencia Estatal de Salud Pública sin haber puesto antes pero alguno y tras haber acordado con el Gobierno una ley para reubicar a los menores extranjeros no acompañados con la que Sánchez satisface el discurso antiinmigración del expresidente catalán. Aunque en el núcleo duro del Ejecutivo ya tienen más que asumido que Carles Puigdemont seguirá desollando poco a poco al presidente.

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