Franco estaba en su lecho de muerte y la atención de toda España, desde la cúpula del régimen hasta la oposición clandestina, estaba concentrada allí. Hasán II, rey de Marruecos, vio la oportunidad histórica de apoderarse del Sáhara Español y decidió aprovecharla.
España y Marruecos tenían un tira y afloja sobre el Sáhara por lo menos desde el siglo XVIII. Carlos IV obtuvo un éxito diplomático en 1799, cuando el sultán de Marruecos firmó un acuerdo donde reconocía no tener derechos sobre la región. Sin embargo no se puede hablar de consolidación colonial española en el Sáhara hasta inicios del siglo XX, dentro de los pactos con Francia que establecerían el Protectorado de Marruecos, francés y español.
Pero en cuanto España y Francia devolvieron la soberanía, la llamada independencia de Marruecos de 1956, se produjo una invasión marroquí del Sáhara, una guerra secreta que duró dos años, 1957-58, y que los pocos españoles que había en el Sáhara llamaron “la Guerrita”. En España se supo que había una guerra en Ifni, otro enclave colonial más al norte del Sáhara Español donde mandaron a Gila y a Carmen Sevilla para animar a los soldados, pero nadie se enteró de la Guerrita. El Sáhara dependía de Presidencia del Gobierno, es decir, del almirante Carrero Blanco, que lo había calificado de “materia reservada”. Aquello quería decir que la prensa española simplemente no podía informar de nada relativo al Sáhara.
La escasa guarnición militar española fue totalmente sorprendida por la invasión marroquí de 1957. En Edchera, el 13 de enero de 1958, murieron 37 legionarios de la XIII Bandera, incluidos tres oficiales, y el intento de resistencia se saldó con un total de 42 muertos y 55 heridos. Hubo que retirarse de todo el territorio, encerrándose los españoles a la defensiva en las ciudades costeras de Villa Cisneros (actualmente Dajla), El Aaiún y Villa Bens (actualmente Tarfaya).
Solamente se pudo recuperar en 1958 gracias a la enérgica intervención militar de Francia, que desde sus bases de Argelia y Mauritania entró en el Sahara Español con todo lo que le faltaba a nuestras fuerzas: una aviación moderna que bombardeaba con napalm, blindados que a diferencia de los españoles sí funcionaban en el desierto, y gran número de tropas profesionales y experimentadas en operaciones saharianas. Pese al apoyo francés, Marruecos sacó tajada. España se retiró del norte del territorio, la zona llamada Cabo Jubi, y Villa Bens se convirtió en una ciudad fantasma.
La marcha verde
En los años 70 la ONU urgió a España que iniciara la descolonización, a lo que el Gobierno español se mostró dispuesto. Debía realizar un censo de la población saharaui, como paso previo a un referéndum de autodeterminación. Marruecos recurrió al Tribunal Internacional de La Haya para reclamar su soberanía, pero La Haya se la negó. Había fracasado la diplomacia de Hasán II cuando Franco enfermó -el 21 de octubre de 1975 hubo un comunicado oficial que hablaba de “proceso gripal”- y el rey alauita adivinó que el vacío de poder le facilitaría ejercer un chantaje.
En un golpe de efecto Hasán II convocó a su pueblo para realizar una marcha “pacífica”, con mujeres y niños, para “recuperar” los territorios ocupados por España. Era la Marcha Verde. La reacción del Gobierno español, presidido en ese momento por Arias Navarro –Carrero había sido asesinado por ETA en 1973- fue enviar a negociar con Rabat al ministro-secretario general del Movimiento, José Solís, al que llamaban “la sonrisa del Régimen” por su carácter campechano. Alguien hizo el siguiente análisis político: “Como Pepe Solís es andaluz se entenderá bien con el moro”.
Sí que se entendieron, Pepe Solís sonrió mucho y le dijo a los marroquíes todo lo que querían oír. Pero eso no detuvo los acontecimientos. El 7 de noviembre, el mismo día en que Franco era internado en el Hospital de la Paz en una situación que no permitía ninguna esperanza, la Marcha Verde, una masa de 300.000 personas alimentadas de propaganda nacionalista, fe islámica y subsidios de Arabia Saudita, llegó a la frontera de Marruecos con el Sahara, donde se decía que había campos de minas.
En realidad una semana antes, el 31 de octubre, un día después de que Don Juan Carlos aceptase desempeñar las obligaciones de Jefe del Estado en funciones, el Ejército marroquí invadió el Sáhara por el interior, sin encontrar resistencia. Por fin el 14 de noviembre, seis días antes de la muerte de Franco, España firmó el Acuerdo Tripartito de Madrid, por el que traspasaba a Marruecos y Mauritania la administración –no la soberanía- del Sahara. Las tropas españolas iniciaron su retirada.
La jugada le había salido redonda a Hasán II, el chantaje funcionó y sentó un precedente. Años después, cuando el terrorismo islámico comenzó a golpear a España, Marruecos encontraría otra herramienta para ejercer presión sobre nuestro país, pero es ya otra historia.